Costumbrismo del siglo XXI / El Nacional, 17 de enero de 2010

Costumbrismo del siglo XXI

Milagros Socorro

Los alegres viajeros salieron de Maiquetía el 30 de diciembre de 2009. Necesitaban unas vacaciones en el extranjero, o eso que ha dado en llamarse una desconexión, como si se tratara de salir rápidamente de un país cuyos ciudadanos está atados a una fuente tóxica por medio de sondas que transmiten veneno
a las mentes y los organismos. No iban elegantes, como se hacía antes cuando se emprendía un viaje a través del océano o sobre éste; habían optado por ropa cómoda y zapatos de goma, a objeto de plegarse todo lo posible una vez que hubieran entrado al avión, cuyas hileras de asientos están tan pegadas entre que sí que no admiten pasajeros sino origamis humanos, doblados como carpetas y con los brazos pegados a los flancos como altas de mero.
En la cola donde revisan los pasaportes, una mujer comenta que esa mañana ha “salido una ley” que dice que los viajeros a los Estados Unidos, entre el primero y el 10 de enero, solo contarán con 500 dólares de cupo (y no 2500 como había dicho el gobierno). Los alegres viajeros la miran con esa piedad que se destina al populacho enredador. “Por suerte”, piensan con la superioridad que confiere el haberse pasado 115 horas frentes a la página de Cadivi y 320 haciendo y repitiendo las carpetas, “nosotros sí cumplimos con todos los requisitos, que para estos simplones deben ser inextricables. ¡Ja, ja, ja!”.
El primero de enero la página de Cadivi confirma que los viajeros venezolanos solo podrán gastarse, de manera legal, 500 dólares en los Estados Unidos. Si pretenden pagar sus cuentas, no vivir de alguien, ni salir corriendo de los restaurantes antes de que les planten la cuenta en la cara, deberán acudir al mercado negro. Lo peor es que no entienden que cuando les dicen que contarán con un cupo de $500 hasta el 10 de enero, eso ese día les congelan sus tarjetas de crédito y no pueden usar el resto de los $500 que todavía no hubieran gastado. En ese momento, las vacaciones están arruinadas (mentar tanta madre no reemplaza un viaje a Sawgrass Mills). No hay atracadores debajo de cada piedra, no hay secuestradores express merodeando alrededor de los cajeros, las calles están limpias y sin huecos, nadie se te echa encima a exigirte limosna, en las esquinas no saltan muchachos con ojos vidriosos a hacer malabarismos, hay puestos de comida para todos los precios, hay museos con programación distinta a la jeta de un autócrata representada en todas sus formas, las ofertas de enero son anunciadas en las vidrieras con altos porcentajes de rebaja, de manera que hay mercancías para todos los bolsillos… pero estos viajeros dependen del cupo que el Estado les permite gastar de su dinero, de lo que han trabajado durante todo el año y logrado ahorrar contra los vientos más bravos.
Los alegres viajeros emplean todas sus fuerzas en seguirlo siendo. Ya han aprendido que la principal resistencia a las dictaduras se hace en el propio corazón, manteniendo ese espacio libre de los designios del burro con poder. Los alegres viajeros pasean… diez segundos, porque en Florida, el destino escogido porque “no hay ese frío y no tenemos que gastar en ropa de invierno”, hay una helada sin antecedentes, al menos, en el último medio siglo. Los alegres viajeros salen con cinco capas de ropa de Caracas, (incluida la ruana que pone: Teleférico de Mérida, lucida por el oficial retirado, Henry Cubillán) de todos los colores, salvos los oscuros y sobrios, propios de estos tiempos. Parecen astronautas detenidos en el Mar de la Tranquilidad para contar centavos con dedos ateridos y mascullando, como ya dijo el poeta: “qué molleja e’frío”.
Esa noche, deleitándose con una lata de atún, leen las noticias: Samán, el que habla como un idiota para que no descubran su genialidad, dice que van a resolver la catástrofe producida por la devaluación que hicieron para favorecer la economía y detener las importaciones, importando millones de dólares en objetos de consumo.
Al día siguiente, es preciso hacer una pausa a la gozadera turística. Hay que hacer desde Florida un trámite con Cadivi para un próximo de viaje de trabajo. Pero, ya va, falta un montón de requisitos. Van a seguir molestando venezolanos expatriados para que les presten un escaner, una computadora, disculpen, para mandar esto por email. ¡Y cuando lo estaban enviando, se va la luz en Caracas por 4 horas! Juro que esto es verdad. Todo es verdad.
Aunque parezca increíble, los alegres viajeros no ven la hora de regresar a Venezuela a descansar de la horrible sensación de percibir el país desde afuera como un infierno invisible.

El Nacional / 17 de enero de 2010

2 comentarios en “Costumbrismo del siglo XXI / El Nacional, 17 de enero de 2010

  1. Doy fe de ello. Hace una semana regresé de mi propio viaje de desintoxicación y todavía, tengo lo que ahora llaman "efecto Maiquetía" o depresión post-viaje. Es tal que cuando pones un pie en nuestro aeropuerto te tropiezas con aquella foto inmensa del mandón para que no vayas a creer que en tu ausencia él también se ausentó, pero para siempre.
    O las escaleras mecánicas están apagadas. A veces tienes suerte que en lugar de 8 o 10 funcionarios de inmigración hay sólo 2 cumpliendo con su trabajo y entonces pasas tanto tiempo en la cola que te ambientas. Claro, siempre es peor si en lugar de regresar de USA o de Europa -que siempre han sido injustas comparaciones- regresas de Colombia, por ejemplo, y allí las calles están limpias e iluminadas; no te tropiezas con la basura pero sí con la cantidad y variedad de productos en sus automercados.
    En fin, mañana es 18 de enero y ya parece que este año que empezó sin luz, sin agua pero con mucha cara dura no se acabará nunca.

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