Perfil de Margot Benacerraf

 Margot Benacerraf

 La sal del mito

 Milagros Socorro

 Nítidas, como las imágenes filmadas por Margot Benacerraf en las dos películas que componen su obra y que le han bastado para darle un lugar en la cinematografía mundial, son las escenas de su propia vida que, ofrecidas a la mirada pública, alimentan su leyenda. Una de esas visiones biográficas la muestra sentada en un bongo, con la espalda muy recta y la mirada clavada en el horizonte –esa singular mirada a la que debemos el descubrimiento lírico de Araya- al tiempo que se adentra en el Amazonas, como un Santos Luzardo con faldas muy bien cortadas y uñas recién esmaltadas. Pero mientras el héroe galleguiano dispensa la civilización mediante la aplicación de la ley y una confiable fijación de linderos, Margot Benacerraf se confía a las películas en la convicción de que éstas promueven un mejor método de vida, dinamitan el aislamiento y la soledad de las comunidades remotas, anuncian la democracia y difunden la belleza tal como anida en la mente de los artistas.

En el año 1965, Margot Benacerraf, con el apoyo del Inciba, diseñó y puso en marcha el Plan Piloto Amazonas, que “se trataba básicamente de una penetración cultural utilizando material audiovisual”, como ella misma ha dicho.

 Antes de eso, en los años 50, el álbum de instantáneas que jalonan su mito la capta escribiendo una obra de teatro. Margot quería ser dramaturga. Pero hete aquí que la pieza participa en un concurso internacional cuyo premio consistía en una beca para seguir estudios de teatro en la Universidad de Columbia, en Nueva York; y Benacerraf… ¿tendrá un imán que le atrae siempre los reconocimientos?… se alza con la distinción que le granjea un pupitre en las aulas del célebre maestro alemán Erwin Piscator, cuyo método de enseñanza para dramaturgos y cineastas comenzaba, y esto sin réplica posible, por introducir a los aprendices en cursos de actuación. Por eso, en el siguiente cuadro aparece Margot, “morena, pequeña, de tipo latino”, como ella misma se describe al referirse a este lance, escogida por un estudiante de cine para interpretar el papel de la víctima en su trabajo fílmico de fin de curso, titulado Siete maneras distintas de matar.

Que se sepa, fue su único episodio como actriz. Pero la unció para siempre al carro del cine, que Benacerraf prefirió estudiar en París, nada menos que en el Instituto de Altos Estudios Cinematográficos (IDHEC, por su sigla en francés). Fue en esa época cuando se aficionó a la Cinemateca Francesa, “y creo que aprendí más ahí que en las clases teóricas de la escuela. Muchas veces he contado cómo nos encontrábamos también en las colas de la Cinemateca con Truffaut, Godard y otros cinéfilos que pasaron después a la historia del cine francés contemporáneo como ‘los hijos de la Cinemateca’”.

 En el año 1952 filma Reverón, su primera película, que rápidamente se ganó el primer premio en el Festival Internacional de Películas de Arte. Y siete años después rueda Araya, esa preciosa película que se incrusta en la cultura venezolana como una joya de plata y sombras. Araya fue exhibida en el Festival de Cannes, donde causó revuelo. Notas de prensa que aquellos días daban cuenta del evento se refieren a la cinta en estos términos: “Margot Benacerraf realizó una película cuya perfecta sobriedad conmovió y revolucionó los últimos días del Festival” (…) “En conclusión, podemos afirmar que hoy, penúltimo día oficial del Festival, naciones como Estados Unidos y Alemania han sido vencidos por la pequeña Venezuela.” Y, luego, en su estreno parisino, siguieron cayendo los elogios al paso de la pequeña morena de tipo latino, quien quedaría convertida, al igual que su obra, en un mito.

El escritor y crítico Julio Miranda lo expresaría así: “La historia hubiera podido comenzar, quizás, con Araya (1959). El documental venezolano, entonces, por no decir el propio cine […] se iniciaría con el descubrimiento de esas ‘tierras lejanas’, más a la manera lírica de un Flaherty que a la inquisitiva de Chris Marker o Joris Ivens. Pero el bello y denso largometraje de Margot Benacerraf no fue visto en Venezuela hasta 1977: premiado en Cannes, mencionado por Sadoul en su Diccionario, fue una flor exótica, propiamente de invernadero; un mito más que un film.”

Efectivamente, George Sadoul, que en 1959 había augurado que “Tarde o temprano Araya se impondrá como una gran obra al público que ama y comprende el cine”; en 1967 iría más allá para pregonar que Araya “se ha convertido en una película histórica, en un clásico de la historia del cine.”

Margot Benacerraf se convirtió en una figura del jet set intelectual de la época, cuyos miembros más conspicuos frecuentó como amiga y par. Es tributario de su leyenda el hecho aceptado de que Margot conoce a todo el mundo. Y cuando dice: “Me comentaba Pablo…”, no se sabe si se está refiriendo a Pablo Picasso, Pablo Casals, Pablo Antillano o Pablo Neruda (este último realizó una traducción al castellano del guión de Araya, originalmente escrito en francés, que no satisfizo las expectativas de la cineasta).

 En 1965, cuando Benacerraf disfrutaba en París del privilegio de ser considerada una gran artista, fue convocada por algunos amigos venezolanos que entonces ocupaban puestos de liderazgo en la administración oficial de la cultura para que viniera a hacer su aporte. “… llamé a Miguel (Otero Silva) y le dije que no podía venir, pero él me pidió que viniera sólo por un año para poner en pie una serie de proyectos […] acepté pensando que si sólo me iba a tomar un año…”

El 4 de mayo de 1966 –hace ahora 35 años- se inauguró la Cinemateca Nacional, creación de Margot Benacerraf quien la impulsó y la dirigió en sus primeros tres años de existencia. “…la fundé como una cinemateca poco ortodoxa”, declaró en una ocasión. “Teníamos que llenar el vacío total que existía. La Cinemateca tenía que ser ante todo la casa del cine, de los cinéfilos  y la de todos los amantes de ese arte del siglo XX. Por otra parte, esta Cinemateca tenía además una clara intención pedagógica, de formación y orientación. Como se me reclamaba incesantemente la fundación de una escuela de cine, yo insistía en que no creía en ellas (quizá por mi propia experiencia). Y es que creo que el cine es antes que todo, más que un problema técnico, un problema de cultura general, y es importante que la gente lo entienda así. Para mí era fundamental educarse viendo películas en la Cinemateca. Eso significaba que la Cinemateca era una escuela viva.”

El mismo día de la inauguración, en el discurso que pronunció para dejar instalada la Cinemateca Nacional, Benacerraf declaró que el mayor logro de esa casa sería el de “reunir el interés vivo de la futura industria venezolana”.

Tres décadas más tarde, y como en diálogo con aquella idea fundacional, el cineasta venezolano Jacobo Penzo escribiría: “En 1966 y con la proyección de Barbarroja, de Akira Kurosawa, se inaugura la Cinemateca Nacional. El hecho reviste enorme importancia para todos aquellos que nos iniciaríamos años después en la realización cinematográfica. En la sala de la Cinemateca Nacional y gracias a la extraordinaria programación que su fundadora, Margot Benacerraf, logra con la colaboración del mítico Henri Langlois, director en aquel momento de la Cinemateca Francesa, quienes nos acercábamos al cine tuvimos la posibilidad de conocer los clásicos del cine mundial.”

-La visión de las obras de Eisenstein, Pudovkin, Dovjenko, -continúa Penso- los grandes maestros del expresionismo alemán, Griffith y la Nouvelle Vague francesa, estamos seguros de que contribuyó a afirmar más de una vocación en la que hasta ahora ha sido nuestra mejor escuela de cine. Más tarde pudimos ver allí todo el documental latinoamericano  y el Cinema Novo brasileño, al igual que el estallido visual y temático del Cine Cubano de los 60 y 70. Todo ese legado fue puesto a nuestro alcance por nuestra siempre abierta y querida Cinemateca Nacional, que bajo la dirección de Rodolfo Izaguirre continuó siendo un centro de un estímulo para los cineastas, la crítica y el público interesado. […] Muchos de nosotros guardamos una enorme deuda de gratitud a esta modesta sala de Los Caobos que nos animaba, al poner a nuestro alcance los grandes logros de los autores más audaces, a echar adelante nuestros incipientes proyectos fílmicos que encontraban un oasis solidario en la sala y las oficinas de la Cinemateca en medio de la aridez del resto del cine accesible en las salas comerciales.

 La memoria venezolana la conservará por siempre muy formal y circunspecta, la noche de la inauguración de la Cinemateca Nacional, vestida con un traje de seda sin mangas y el cabello flotando sobre su cabeza, como una oscura fruta aérea, tal como se llevaba en los primeros años 60, una época en que el cine –venezolano y en Venezuela- no era una preocupación en ninguna agenda y, sin embargo, Benacerraf logró conciliar el impulso necesario para completar lo que ella misma ha llamado “un acto de creación, tan exigente como cualquier otro”.

Y una biografía suya, con toda seguridad, ofrecerá el recuento pormenorizado de su delirante búsqueda de una criatura que encarnara a la Cándida Eréndira, personaje de Gabriel García Márquez, uno de sus tempranos admiradores, quien la eligió para realizar la versión cinematográfica de esa historia, que nunca llegó a filmarse. La pasión por el oficio volvía a rondarla con el fervor de otros tiempos. Y tras ese llamado ella, marcada por el signo de Leo con una impresionante fuerza interior, dejó la dirección de la Cinemateca Nacional. Dejó todo, en verdad. El relato de su peripecia se detendrá en esta estación, a no dudarlo.

El mito la retendrá, encandilada y obstinada, sola con un camarógrafo, metida por aquellos imposibles andurriales de Araya, realizando el asombroso hallazgo: ¡estos compatriotas siguen trabajando igual que en los tiempos de la Colonia! Y percibiendo, con una sensibilidad irrepetida, la masculina danza de la sal, la femenina alfarería de una fatiga sin fin… el humano tañido de una vivencia única.

En su leyenda, ella estará rodeada de famosos pero se verá distraída, llevándose la mano a la frente para enjugar los sudores de unas fiebres que contrajo en Araya y de las que se ignora si alguna vez llegó a curarse.

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Un comentario en “Perfil de Margot Benacerraf

  1. Soy estudiante de Comunicación Audiovisual Multimedial en una U. Colombiana. En una asigantura conocí el trabajo de Margoth y desaría poder contactarla… ¿es posible?

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