La puerta que Hanson no ve

Milagros Socorro Es difícil de comprender por qué la ministra de Educación, Maryann Hanson, desestimó las recientes quejas de la Federación Venezolana de Maestros (FVM) con respecto a los altos índices de violencia en los centros educativos.

Se trata de una situación muy grave y dolorosa, que nadie ignora en Venezuela, donde es difícil conseguir a alguien que no haya tenido noticias fidedignas de alguna situación violenta relacionada con los centros educativos.

Pero, en vez de reconocer esta realidad y ponerse del lado de quienes la padecen, la funcionaria ha optado por negarla. Este domingo, durante los actos oficiales por el día del Maestro, la titular del despacho educativo desaprovechó la ocasión de manifestar alguna sensibilidad y, en lugar de ponerse al frente del problema de la violencia en las escuelas, esgrimió un supuesto estudio “hecho en 2010 por el ME”, según el cual, al preguntarles cuál era el sitio más seguro, casi 11 mil adolescentes respondieron que era la puerta de su escuela o liceo.

Ya hace unos meses, la ministra se había permitido zafarse del problema diciendo que el factor fundamental en la violencia escolar es la que aparece en la televisión, “como las narconovelas, las de contenido infantil violento y publicidades, que motivan la agresión social”.

El asunto lo había abordado con puntería Orlando Alzuru, presidente de la Federación Venezolana de Maestros, quien declaró: «Según el Observatorio Venezolano de Violencia, el año pasado ocurrieron 19.336 asesinatos en el país: 1.611 por mes y 54 por día. Eso hace de 2011 el año más violento de nuestra historia. Esa violencia también ha contaminado nuestros centros educativos».

Los registros de la FVM, tal como recogió Últimas Noticias la semana pasada, contabilizan 68 casos “de docentes agredidos, tanto por alumnos como representantes, denunciados ante las autoridades, sólo en Distrito Capital durante 2011”. Allí se deja muy claro que la mayoría de los docentes víctimas de la violencia se niegan a hacer denuncias por miedo.

En 2009, el Centro Gumilla dio a conocer su Investigación sobre violencia en las escuelas, minuciosa indagación hecha por Jesús Machado y José Gregorio Guerra. El estudio se llevó a cabo en Catia y Petare, las parroquias del Distrito Metropolitano que presentan los mayores índices de criminalidad y homicidios, al tiempo que enfrentan sobrepoblación, debido a la falta de planificación urbana y carencia de los servicios públicos e insalubridad, entre otros factores.

De la voluminosa publicación del Centro Gumilla entresacamos las siguientes informaciones:

·De los estudiantes encuestados, 73% han presenciado situaciones violentas dentro del plantel. Sólo una cuarta parte de los que participaron en el estudio manifestó no haber observado situaciones de violencia.

·Los tipos de violencia han sido: agresiones verbales (88%), agresiones físicas (79%), abuso de poder (24%) y abuso sexual (5%). (Acepta respuestas múltiples).

·El lugar donde ocurren estos hechos violentos son: la puerta del plantel (72%), el patio (60%), el aula (59%), los pasillos (39%), los baños (28%), y un 1% responde que en otros lugares. Todo el centro educativo es espacio para el ejercicio de la violencia entre escolares.

·La violencia no sólo se da entre alumnos y profesores. Los representantes se presentan como entes agresores, lo cual aumenta el ámbito hostil en los colegios.

·La venta y consumo de drogas legales e ilegales forma parte de la realidad que viven los estudiantes.

·Más de la mitad de los docentes han evidenciado situaciones violentas dentro del plantel; este fenómeno hace evidente que la violencia forma parte del estudiantado, los profesores están consientes de esta situación, y ante los resultados existentes, no han podido encontrar mecanismos que prevengan la violencia en el plantel.

·Los tipos de violencia son: agresiones verbales 89%, agresiones físicas 83%, abuso de poder 15%, abuso sexual 5%.

· Existe una clara identificación de la comunidad educativa de quiénes son los violentados y los victimarios pero existe el silencio cómplice, por acción u omisión, porque se evitan las consecuencias, por lo general con saldos trágicos.

· Los estudiantes entrevistados consideran que la violencia que se vive en todas las instancias, no tiene solución. No ven salidas. Consideran que es una forma de vida y que, además, no existe la disposición a cambiar esto.

 El Nacional, 22. 01 . 2012

 

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