No es lo mismo mito que franela

Milagros Socorro

Antes de abordar la presunta deificación de Hugo Chávez, convendría distinguir tres categorías: mito, culto a la personalidad y propaganda (incluida la publicidad engañosa). Esto es fundamental, puesto que en el naciente debate vemos confundidos planteamientos de muy diversos orígenes e intenciones como si provinieran de un origen común y tuvieran idéntica legitimidad.

El mito es básicamente un relato. Un cuento referido a hechos gloriosos, llevados a cabo por seres extraordinarios e incluso por personajes reales, de carácter histórico, que trazaron hazañas memorables. La cuestión es que para tener el rango de mito, esa narrativa debe haber ingresado al sistema de creencias de una sociedad, que tiene en ellos una referencia estable. Esto implica que un mito no se hace por encargo, por presiones, por voluntarismo o por conveniencia. Es el resultado de una prolongada exposición a los vaivenes de la memoria, de la incredulidad y de la vigencia en la imaginación. Si un cuento se mantiene en el tiempo, venciendo los obstáculos que siempre amenazarán con sacarlo del camino, estaremos frente a un mito. Esto es muy difícil, claro está. Por eso hay pocos mitos.

Lo que sí abundan son los retratos impresos en franelas, como ocurre con las imágenes de Marilyn Monroe, Elvis Presley, Ernesto Che Guevara o Mickey Mouse. Pero eso no es obra del mito sino del mercadeo, que es muy distinto. El mito anida en los cimientos de una cultura mientras que las camisetas, tazas, afiches y muñecos alusivos a determinada personalidad son mera mercancía. Desde luego, ese perolero siempre en ganga no se asocia a cualquier famosito, tiene que ser la reproducción de los rasgos de auténticas estrellas del espectáculo (en sus variantes artística y política), que en su momento parecen imperecederos… lo que no implica que realmente vayan a serlo. Un ejemplo de rápido olvido es el de la actriz norteamericana Farrah Fawcett, miembro del elenco original de la serie de televisión Los ángeles de Charlie, quien en los años 70 y 80 era un valor seguro en el mercado de las leyendas y cuyo poster, que la mostraba con un traje de baño rojo y el cabello alborotado, no solo es hasta la fecha una de las imágenes más reproducidas en la historia sino que llegó a constituir un fenómeno sociológico. ¿Quién la recuerda hoy? No era más que un souvenir. Bonito y entrañable para algunos, pero nada más que pálida memorabilia.

Es, pues, muy prematuro hablar de mito en el caso de Chávez. Mucho más, si consideramos que el mito, aún cuando no está del todo apegado a la realidad comprobable, tiene por fuerza que partir de alguna acción excepcional, ya sea por heroísmo o por algún aporte que el devenir no erosione. Y tenemos muchos indicios para pensar que la cacareada redención de los pobres que encabezó Chávez podría no verse confirmada en los hechos, sobre todo, como ha observado Jorge Castañeda,  “a la luz del gasto de más de un billón (en castellano) de dólares a lo largo de los 14 años de Gobierno chavista. Los avances deberán ser medidos para poder ser aquilatados y cotejados con los costos, principalmente en materia social: educación, salud, vivienda, pobreza, desigualdad”. El mexicano adelanta su sospecha de que las estadísticas de bienestar que rodean la leyenda de Chávez podrían “ser mucho menos exitosas de lo que se piensa”.

Esto nos pone ante la confección del culto a la personalidad de Chávez, objetivo en el que se fajó el interesado desde el momento mismo de su irrupción en la escena nacional: ya de entrada, el fallido golpe de Estado del 92, en cuyo curso el felón se encastilló en el Museo Militar, en vez de hacer lo necesario para procurar el triunfo de la asonada (acobardamiento que le valió el mote de “héroe del Museo Militar”, que le colgó Manuel Caballero), ha sido falseado para abonar al referido culto. Y esto se aplica a todos los eventos de su vida, reescritos y decorados por sus rapsodas para darle la pátina de héroe, estratega y estadista que en los hechos distó mucho de exhibir. De esto no escapa su muerte, acaecida en cama de hospital y a consecuencia de un cáncer ubicado en algún punto de la cadera, que luego se ha apelado como martirio, sacrificio y lance épico en campo de batalla.

Finalmente, a partir de la revelación de su enfermedad, se puso en marcha una diligente máquina de propaganda, que no se ha ahorrado ditirambos. Hemos asistido a una bochornosa competencia de alabanzas y una serie de piezas publicitarias en las que se han usado ingentes recursos estatales y ningún sentido del ridículo. Nos han impuesto una inescrupulosa manipulación de la realidad, que, como ha apuntado Antonio Pasquali, “es reiterada y muy probablemente programada al detalle”.

Naturalmente, la sobreexposición de Chávez por todos los medios impedirá que siga el camino de Farrah Fawcett, pero todo indica que su culto –mito jamás- será de rápida evaporación, puesto que, como ha establecido el historiador Germán Carrera Damas, “según todos los indicios, es circunstancial y producto de acólitos interesados”. Este es el punto, es tan escandaloso el manoseo utilitario de la efigie de Chávez, tan flagrante la adulteración de sus características, que da la impresión de que todo esto terminará en una versión bufa de la que difícilmente sobrevivirá nada verdadero o discernible en la maraña de mentiras y reelaboraciones aviesas.

 

Publicado en la Revista Producto, abril de 2013

 

 

3 comentarios en “No es lo mismo mito que franela

  1. desde argentina escribo.

    buen articulo.

    Ademas la operacion de «endiosacion» que se quizo realizar en latinoamerica (en argentina se decretaron 2 dias de duelo, en el caso de accidentes con decenas de muertos 1 dia), fue opacado por la declaracion del Papa «Francisco».

    En el congreso argentino, de maryoria kirchenrista y por lo tanto chavista , los congresales estaban en sesion ponderando las virtudes de chavez y a regañadientes debieron interrumpir para anunciar la consagracion del papa argentino, el cual fue continuamente hostigado mientras fue obispo en la argentina

    A mi forma de ver Francisco vino a borrar el culto a chavez en latinoamerica.

    Mi vieja dijo «Dios existe» jajaj

    saludos

    sergio

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