El cine según… Rafael Arráiz Lucca

Milagros Socorro Rafael Arráiz Lucca es escritor venezolano. Poeta, ensayista, abogado, historiador, profesor universitario, columnista, gerente cultural, editor.

Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua.

Es autor de numerosos libros de poesía, así como de entrevistas.

Entre sus libros de historia se encuentran: Venezuela:1498-1728. Conquista y Urbanización (2013); Venezuela: 1728-1830. Guipuzcoana en Independencia (2011). Venezuela:1830 a nuestros días (2007); Colonia y República: ensayos de aproximación (2009) y Las Constituciones de Venezuela: 1811-1999 (2012).

–¿Qué estrella de cine persiste en su admiración desde su infancia?

–El cómico francés Louis de Funes. Me desternillaba de risa con sus tonterías. Robert Redford, gran actor desde siempre. El Charlton Heston de las películas épicas. Maximilian Schell en el papel de Bolívar. Y Woody Allen, un “fuera de serie” absoluto del cine.

¿Qué clásico del cine tiene ganada una reputación injusta?

El acorazado Potemkin e Iván, el terrible son soporíferos. Los vi en la Cinemateca Nacional de los tiempos de la GAN. Todavía me sorprende que alguien las viera varias veces.

–¿Cuál es la película que ha visto el mayor número de veces?

–De niño vi Gran Prix alrededor de 10 veces. Me la sabía de memoria. La escena de la fiesta inicial en La Grande Bellezza la he visto 15 veces: es un prodigio. La vida es bella la he visto en 5 oportunidades, me estremece. Dersu Usala la vi varias veces. Algunas comedias británicas las he visto en repetidas ocasiones (Notting Hill, Love actually). Contacto, de Jodie Foster, la ví en repetidas oportunidades: una joya de la ciencia ficción, al igual que Blade Runner, una cinta histórica que he visto innumerables veces. He visto documentales muchas veces, es el caso de Buena Vista Social Club, que me parece una obra maestra del género.

–¿Cuál es el mal actor (o mala actriz) cuyas interpretaciones usted, sin embargo, disfruta?

–Roberto Begnini está siempre haciendo el mismo personaje y, sin embargo, lo disfruto mucho. Lo mismo ocurre con Woody Allen. No son grandes actores, son una suerte de tesistas de sí mismos, fascinantes. Son como pintores que pasan sus vidas haciéndose autorretratos.

¿Cuál fue la última película cuya proyección abandonó antes de finalizar?

–No recuerdo cual, pero seguro fue una película de violencia gratuita e innecesaria. No las soporto. Ha debido ser de Tarantino. Las imágenes de violencia hacen mucho daño en la psique, hay que evitarlas. La gente no tiene conciencia de esto.

–¿Qué es lo que en verdad no soporta en una película?

–Son varios factores que juntos las hacen insoportables: mal guión, mala actuación, un director bobo, inculto, sin formación y, sobre todo, que no pase nada de interés, ni tenga un norte premeditado. El cine me gusta cuando me saca de la vida cotidiana y, si se trabaja la vida cotidiana, tiene que ser para hallar su lado excepcional. Sino para qué.

¿Ha copiado alguna vez un modelo de vestido, un peinado, un gesto o una actitud de algún actor o actriz?

–De muchacho me gustaba el garbo de Ives Montand, pero tanto como imitarlo no creo. Cierta atenta displicencia de Harrison Ford me llama la atención. El ritmo al caminar de Richard Gere supone una manera de ir por el mundo que es emulable. Los trajes y las combinaciones de Toni Servillo, en La Grande Bellezza son todo un programa de adecuación de la ropa a la ocasión. Esa es la elegancia.

–¿Cuál es la película con la que más ha llorado?

–Imposible responder. He llorado con muchas.

–¿Cuál es la película que más lo ha hecho reír?

–Lo mismo que lo anterior. Me río a carcajadas con poca cosa, pero en la adolescencia La fiesta inolvidable, de Peter Sellers me hizo reír sin pausa. Con El tigre y la nieve, de Roberto Begnini me he reído a carcajadas.

–¿Cuál es la peor película que ha visto en su vida?

–Aclaro algo: veo un promedio de cuatro películas a la semana. He visto centenares de películas pésimas. Sería muy difícil escoger la peor. El trofeo se lo pelean varias. Con las series no puede ocurrir: si no me atrapan en el primer capítulo no sigo. La mejor serie que he visto es Homeland, le siguen Tiempo entre costuras; Isabel, Mad Men.

–¿Se ha enamorado alguna vez de un actor o actriz?

–Estuve enamorado de Romy Schneider desde niño. Me parecía la mujer más hermosa del mundo. Entonces no advertía que se trataba de una actriz aceptable, pero no descollante. Luego me enamoré de Dominique Sanda, Sharon Stone, Sonia Braga, Cristine Scott-Thomas, Emma Thompson, Nicole Kidman, Halle Berry, Scarlet Johansson y muchísimas más. Hoy en día estoy enamorado de Adriana Ugarte y de Michelle Dockery. Ambas maravillosas.

–¿Qué parlamento de película suele citar en sus conversaciones?

–Si recuerdo alguno, al tiempo se me olvida.

–¿Quiénes son la actriz y el actor que más admira en la actualidad?

–Son cuatro: Anthony Hopkins y Geoffrey Rush; Cate Blanchet y Julianne Moore. En cada actuación encarnan seres distintos. No queda ni traza de ellos. Son siempre distintos. Son otras máscaras, otras personas cada vez que actúan.

–¿A cuál actor o actriz no le encuentra ningún atractivo… a pesar de que su pareja y/o amigos insisten en que es lo máximo?

–Meryl Streep, Laura Linney, Sandra Bullock, Julia Roberts y Angelina Jolie no me activan el deseo. La oxitocina se queda inerte.

–¿Le han propuesto alguna vez que aparezca en una película?

–Nunca, pero no pierdo las esperanzas de que me ofrezcan un papel secundario. Por ejemplo, un cafecero en una “lunchería” que le sirve un “negro corto” a Miguel Ángel Landa, o un vendedor de loterías que le entrega “el ganador” a Mabel Cartagena, en Bogotá. Así como tampoco pierdo las esperanzas de cantar en el Poliedro y en el Teresa Carreño, junto con Oscar D’ León y Franco de Vita. Esto lo digo en serio.

Cuando se lleve al cine su vida, ¿qué genero preferiría? ¿quién le gustaría que la dirigiera? ¿qué actor le gustaría que hiciera su papel? ¿qué actores y actrices quisiera que estuvieran en los otros roles? ¿cómo empezaría la película y cuál sería la escena cumbre?

–Una comedia de Woody Allen, con ribetes irónicos, humorísticos y psicoanalíticos; dirigida por Allen, por supuesto. El actor sería Collin Firth en pareja con Marcela Carvajal, una actriz colombiana que extrañamente me hipnotiza. En el reparto estarían Hopkins, María Cristina Lozada, Tania Sarabia y Rush. La cinta comenzaría con mi infancia en El Paraíso y culminaría con mi muerte, de 100 años, en estado beatífico, al borde de la levitación.

– ¿Qué película está ligada a su vida?

–El cine brasilero de los años 80 con Sonia Braga, sobre todo Doña Flor y sus dos maridos. Lo disfruté mucho y está vinculado con el nacimiento del amor con Guadalupe. Luego, Alicia en el país de las maravillas, porque mi hija Eugenia (de cinco años) la veía todos los días durante años y yo la acompañaba a veces. Ella se sabía la película de memoria. Por cierto, Eugenia es una cinéfila total, y eso nos ha unido mucho. Estamos todo el tiempo intercambiando películas y comentándolas. Mi nieta (su hija) va por el mismo camino.

–¿Cuál es la historia que el cine nacional debe filmar cuanto antes?

–Son muchas: las vidas extrañísimas de Ramiro Nava y de Telmo Romero, con todas sus invenciones descabelladas. La no menos rara de Rufino Blanco-Fombona, con sus duelos a muerte. Me enfocaría en las vidas amatorias de Francisco de Miranda (algo realmente de campeonato), y la de José Gil Fortoul, según la leyenda, el caballero mejor dotado de su tiempo. Indagaría en un filme acerca de la pasión de José Gregorio Hernández por la moda y la elegancia en el vestir, porque de hecho fue así. Escogería una amante arquetipal (¿jueza, abogado litigante?) y la haría centro de una trama político-financiero. Haría una película con las vidas polares de Fray Mauro de Tovar y un monje franciscano. En fin, abundan los temas por abordar. Una película sobre Bolívar debería indagar en su condición de estéril, cómo vivió eso, si acaso le afectó en algo, sobre todo en un hombre que fue insaciable. Haría una película sobre la vida de Teresa Carreño y su celebridad planetaria, y otra sobre la vida íntima de Teresa de la Parra. Otro personaje muy, muy singular: Rómulo Gallegos, un hombre a ratos depresivo, que lanzó por la borda el manuscrito de Doña Bárbara y se salvó porque Teotiste, su mujer, conservaba otro. Esa escena sería inolvidable: el maestro en la borda lanzando al mar un fajo de hojas que cubrieron el océano. En fin… no sigo.

–¿Cuál es la única razón por la que usted no es una estrella de cine?

–Creo que el trabajo de actor sería mortalmente aburrido para mí. Repetir hasta la saciedad las escenas, disfrazarse, aprenderse de memoria los parlamentos, viajar incesantemente. En verdad, sería una tortura. Siempre recuerdo la anécdota de la envidia verdadera y confesa que tiene Warren Beatty por su compañero de colegio Paul Auster. El novelista está en su casa escribiendo, el actor anda haciendo maromas por medio mundo. Cambiándose de ropa, maquillándose, cuando no está esperando que el manager le consiga algo que hacer. Nada menos glamoroso que la vida del espectáculo. No tengo madera de actor. Esa es la verdad. Por eso los admiro tanto.

 

@MilagrosSocorro

 

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