Milagros Socorro
El poema del almirante Hernán Grüber Odremán, que apareció el pasado domingo 5 de septiembre, en El Universal, ha despertado un enorme interés entre los investigadores de la literatura latinoamericana; sobre todo entre los especialistas en poesía prehispánica.
Para los lectores desprevenidos recordamos que el citado poema —que ha puesto de cabeza al Colegio de México y al departamento de Lenguas Toltecas de la Universidad de Maryland— versa sobre la pena capital. Con tono inspirado y garganta seca, el gobernador del Distrito Federal escribió en su oda que: Apruebo la pena de muerte / como un hecho necesario: / contra el que viola a un niño/ y cercena la esperanza; / se burla de la inocencia / y arranca en su pleno vuelo / las alas de un angelito / que Dios nos mandó del cielo.
Como puede verse, el estilo de estos versos se inscribe directamente en el nahuatl temprano, previo al descubrimiento y utilización del jade por los grupos que habitaban Mesoamérica entre el año 31 a.C. y el 62 de nuestra era. Un gajo de estas tribus se desprendió y comenzó a vagar por el continente sin que los expertos pudieran precisar en qué zonas se habían asentado. El notable sabio Fray Bernardino de Sahagún llegó a insinuar que aquellos nahuas peregrinos podían haberse instalado en lo que hoy conocemos como el Valle de Caracas, pero esta inquietante versión nunca fue demostrada y el propio Sahagún no volvió a insistir en el punto.
El descubrimiento que El Universal ha hecho de este poema reivindica la posición del fraile erudito puesto que todo en esta obra de Grüber evidencia que responde a la tradición del nahuatl temprano -el cual precede la utilización de una lengua culta-, prueba de que sí persisten rasgos de esta cultura en nuestro país. Se echa de ver, además, que Grüber Odremán, en franca prescindencia de toda la tradición lírica en lengua castellana (es obvio que la ignora y, más aún, la desprecia) prefiere adscribirse al nahuatl temprano, como una prueba de adhesión a las formas expresivas de nuestros antepasados más remotos.
Refrenda esta tesis el hecho de que Grüber pida, en su poema, la pena capital para quienes violen a un niño (y no a una mujer en la flor de la edad, pongamos por caso). Esto es típico del nahuatl temprano, propio de tribus guerreras, imbuidas de un machismo precristiano, precámbrico e incluso prejurásico.
No podemos transcribir aquí el resto del Canto Grüberiano pero baste anotar que cuando el rapsoda hace referencia «al que mata a un anciano», califica este hecho de: matar lo que está muerto. Este terrible mal gusto sólo es imputable al nahuatl temprano, «empeñado en despoblar lo inhabitado, fundar el desierto sobre lo yermo y acabar con lo inexistente», como ha afirmado el profesor Oscar Zambrano Rincón.
Si faltara algún argumento para comprobar que la obra de Grüber es una emanación del nahuatl temprano, baste recordar que es quizá el único movimiento poético en la historia de la humanidad que evade toda sensibilidad, sindéresis, sentido estético y lo que Lázaro Candal ha llamado vergüenza deportiva.
Publicado en El Mundo, Septiembre de 1999