Milagros Socorro
La reciente publicación del libro Veinte años por un cine de autor pone varias cosas en su sitio: primero, echa las bases para una historia de la ANAC y, luego, demuestra que Jacobo Penzo, miembro del elenco estelar de los directores venezolanos, es uno de los mejores escritores del país. Este libro, publicado en mayo de este año (con una portada verde fosforescente en la que aparece dibujada una cineasta con una mano en la cámara y la otra apuntando a una realidad que está por crearse) fue escrito en un singular registro que oscila entre el pensamiento macerado y la voz tersa de un escritor con mucho oficio. Quién iba a decirlo… ya sabíamos que Jacobo, el documentalista de El afinque de Marín (1980) y La Pastora resiste (1981), era un buen pintor y se apellidaba Penzo. Ahora resulta que ha añadido a su identidad el patronímico de su madre, Dorante, “la familia en cuyo seno crecí” y se ha revelado como un autor de libros de enfoque documental que se leen como una novela entretenida y tierna.
Se trata del mismo Jacobo Penzo de los largometrajes de ficción La casa de agua (1984) y En territorio extranjero (1992), entre otros; el actual presidente de la Cinemateca Nacional.
El libro, una mezcla de historia con crónica, como lo define su autor, se concentra en el estudio de las dos décadas demarcadas por la fundación dela ANAC(Asociación Nacional de Autores Cinematográficos) en 1974 y la creación del CNAC (Centro Nacional Autónomo de Cinematografía) en 1994. “Es el testimonio de un participante en el proceso”, aclara Penzo. Sin embargo, toda la parte central del libro está anclada en documentos muy precisos, de manera que el trabajo cumple con una función referencial para futuras investigaciones. En suma, es un híbrido, contiene notas reflexivas muy personales y también mucha documentación.
“Los documentos”, concede Penzo, “son objetivos pero el enfoque no. Mal podría pretender yo que un libro escrito por mí en relación con el cine nacional sea objetivo si me he pasado la vida participando en polémicas en torno a este asunto. Todos esos debates aparecen reflejados en mi libro sin que yo sustraiga mi propio punto de vista sino más bien argumentando mis opiniones”.
Gente de ley
“El cine aparece por primera vez en Venezuela apenas dos años después de haber sido inventado si tomamos como referencia el año de 1897, cuando, según los datos hasta ahora disponibles, el maracucho Manuel Trujillo Durán llevó a cabo la primera filmación en el país. Pese a ello, por razones de tipo económico e histórico nuestra cinematografía no se desarrolló a la par de otras, que contaron ya en el primer cuarto de este siglo con una producción estable. Para enmendar esa falla, nos propusimos lograr una Ley de Cine que apoyara la industria local”.
“Aunque las primeras propuestas para un proyecto de legislación en torno al cine nacional datan de mucho antes de la creación dela ANAC, desde su fundación ésta asume como objetivo histórico la aprobación de una Ley Nacional de Cine que protegiera, fomentara y estimulara la cinematografía venezolana. Luego que se apruebala Leyen el 94, se crea el CNAC como el instrumento ejecutivo que la aplicaría. Ese periodo de luchas por una ley implicó contradicciones, enfrentamientos, luchas contra las limitaciones de la distribución-exhibición, momentos en que la ley quedó de lado (porque se decidió dar la pelea a partir de decretos)… El libro intenta hacer el relato de todo lo que ocurrió a lo largo de ese camino tortuoso hasta que se logró la aprobación de la ley”.
-¿Qué se ha logrado a partir de la Ley de Cine?
-La Leyle dio presencia institucional al cine, permitió que éste existiera dentro de la estructura jurídica del Estado y aunque muchas de nuestras aspiraciones no se han logrado todavía, es muy apreciable el hecho de que ya exista una plataforma legal que sustenta cualquier posibilidad futura. Lo que se ha logrado hasta ahora no tiene que ver exclusivamente con la aprobación de la ley sino con la historia del cine en Venezuela. Lo más importante es que contamos con una existencia plena del cine nacional en numerosas obras. En el periodo comprendido entre 1974 y 94 se estrenaron cerca de 200 largometrajes, cifra que supera la suma de lo que se había producido en las ocho décadas anteriores, eso es un hecho histórico importantísimo. Esa producción constituye un patrimonio vital para la cultura nacional.
Libertad Lamarque, a la paila mayor
“En el momento en que se aprobóla Leyde Cine en Venezuela”, precisa Penzo, “había una circunstancia política continental que influyó en las decisiones locales. En aquel momento estaban prácticamente desaparecidas todas las cinematografías latinoamericanas, incluso las de muy larga tradición, como la argentina, la mexicana y la brasileña, que fueron barridas por la ola neoliberal, tendencia que, con sus bondades y crudezas, según se le mire, abatió todos los instrumentos que nuestros países tenían previsto para financiar las cinematografías nacionales, todas las cuales dependían de subsidios. Ante esa brutal perspectiva, nosotros entendimos que debíamos proteger al cine venezolano con un instrumento jurídico que le impidiera correr la misma suerte.
-La Ley, sin embargo, y como usted lo expresa en su libro, nace carente de un articulado que garantice los fondos de financiamiento para la actividad cinematográfica en Venezuela. ¿Qué tipo de protección puede garantizar, entonces, un instrumento jurídico que no barre para la casa?
-De todas formas, el cine nacional ganó mucho con la aprobación dela Leyporque lo que existía antes era un organismo creado por decreto. Un decreto, todos lo sabemos, es muy fácil de borrar pero una ley no. Esa fue nuestra óptica en ese momento.
-El neoliberalismo se fundamenta en la tensión entre la oferta y la demanda: en el mercado sobreviven aquellos productos y servicios probadamente apetecidos por los consumidores. ¿La desaparición de las viejas cinematografías latinoamericanas significó en su momento que habían perdido conexión con las audiencias y eran, por tanto, prescindibles en el mercado cultural?
-A diferencia de muchos artistas y cineastas, yo no estoy de entrada contra todos los conceptos del neoliberalismo. De hecho, me parece que al cine venezolano le sería muy favorable la apertura a las posibilidades del mercado, atender a ciertos procesos relacionados con la demanda de las audiencias y plantarse en forma consciente ante la competencia. Todo esto podría ser tildado de prácticas neoliberales pero qué bien le vendría a nuestro cine echarle un repaso.
Para contestar tu pregunta: la ola neoliberal de los años 80 barrió indiscriminadamente con todos los instrumentos subsidiadores y eso probablemente contribuyó a sanear las economías. Pero la cultura no puede ser tratada de la misma manera que se trata a la agricultura porque sus productos son muy diferentes y circulan en la sociedad de manera diferente. Aquellas cinematografías que desaparecieron en los 80 han vuelto a surgir utilizando mecanismos de ese mismo sistema abierto al mercado; los brasileños, por ejemplo, al verse despojados de los subsidios oficiales accedieron al capital privado a través de los incentivos fiscales que en Brasil son considerables y han permitido la producción de muchas películas.
En Venezuela debemos estar abiertos a las ventajas que puede ofrecer un sistema de mercados a la producción cultural. El Conac ya ha señalado la posibilidad de establecer una política de estímulo tanto a los incentivos fiscales como a la ley de mecenazgo. Eso va a ser determinante para la producción cultural nacional en general y para el cine en particular. Lo otro es quela Constitución Nacionalvigente prohíbe explícitamente las prácticas monopólicas y cuando esto se aplique en la realidad va a generarse una apertura del mercado cinematográfico, concentrado en la actualidad en dos compañías que manejan toda la comercialización cinematográfica en el país. Cuando se apliquela Constitucióndel 99 entrarán otros inversionistas en el negocio y eso hará crecer el sector.
-Toda una novedad un cineasta venezolano expresándose en términos económicos y financieros; es como si de pronto hubieran descubierto que el cine puede ser un negocio muy rentable.
-Pues claro que lo es. Y hace mucho rato que lo sabemos. En la Cinemateca Nacionallo acabamos de demostrar muy ampliamente con la exitosa exhibición de Buena Vista Social Club (Wim Wenders, 1999) que ha resultado muy rentable. Se trata de un producto de calidad, obra de un realizador notable, que no es el tipo de producción que usualmente nos llega de los Estados Unidos. Y ha recibido un apoyo absoluto del público. Asimismo, Jorge Pisano, gerente de la salaLa Previsora, ha demostrado que hay otras cinematografías que también tienen éxito, que hay otro cine y que recibe el favor del público.
-Usted se refiere no sólo al factor rentabilidad del cine sino también al derecho de las audiencias a tener acceso a toda clase de mensajes (de cinematografías, en este caso).
-Por supuesto. Y eso está consagrado en la ley.La Leyde Cine contempla el derecho del espectador a elegir entre una oferta diversa.
-En la práctica, hay una dictadura del cine norteamericano.
-Efectivamente. Y no pretendo que cubramos con otras cinematografías la mitad de la oferta, ni siquiera el 40 por ciento, pero sí que por lo menos abramos la ventana a otros cines que tienen todo el derecho, no sólo cultural sino económico, de existir. El fin del monopolio implicará, espero, el fin del entubamiento de la oferta.
-¿Qué le augura al cine venezolano del futuro?
-El futuro del cine venezolano dependerá de la gran reflexión que está llamado a hacer sobre sí mismo. Nuestro cine debe repensarse, debe ajustar sus estructuras a los tiempos que corren y debe buscar las formas efectivas para financiar su producción.
-Usted ha dedicado su libro a la memoria de Julio Miranda.
-Julio Miranda fue el único intelectual que realmente se ocupó de ver cada una de nuestras películas, buscándolas a veces con muchas dificultades para estudiarlas, analizarlas y dejar consignadas sus opiniones en varios libros. Nuestra deuda con él es incalculable.
Verbigracia, El Universal, junio de 2000