Milagros Socorro
Desde que decidió abandonar la práctica de la psicoterapia y el psicoanálisis para convertirse en una escritora de tiempo completo, Ana Teresa Torres (Caracas,1945) no ha parado de publicar libros que se han convertido en éxitos inmediatos de ventas y de crítica; es raro el título de esta autora que no haya sido distinguido con altas figuraciones en concursos dentro y fuera del país. Posgraduada en psicología clínica y formada como psicoanalista, se desempeñó en estas disciplinas entre 1970 y 1993, cuando cambió el consultorio por el gabinete de narradora y ensayista.
En 1984 ganó el Concurso de Cuento de El Nacional con su Retrato frente al mar, y seis años después apareció su primera novela, El exilio del tiempo, que se alzó con el Premio Municipal de Narrativa del Distrito Federal y el Premio de Narrativa del Conac. En 1991 publicó la monumental novela Doña Inés contra el olvido, Premio de Novela de la I Bienal Mariano Picón-Salas, que, traducida al inglés, obtuvo el Premio Pegasus de Literatura. A ésta siguieron las novelas Vagas desapariciones (1995); Malena de cinco mundos (1997); Los últimos espectadores del Acorazado Potemkin (1999) Premio Municipal de Narrativa del Distrito Federal y finalista en el Premio Rómulo Gallegos; y la recopilación de ensayos A beneficio de inventario (2000) publicada por la editorial Memorias de Altagracia.
Hace unas semanas, Torres fue sorprendida por una llamada de la Fundación Anna Seghers, creada con los derechos de autor legados por esa escritora alemana, fallecida en 1983, que entrega anualmente un premio a jóvenes autores alemanes y a escritores latinoamericanos de larga trayectoria. Entre estos últimos, se cuentan la mexicana Carmen Boullosa, la nicaragüense Gioconda Belli y, claro, Ana Teresa Torres, que quedó perpleja al ser notificada de su recepción –que le supone una recompensa en metálico de veinticinco mil marcos- puesto que no se trata de un concurso al que los aspirantes se postulen espontáneamente o a través de una institución, sino que son designados por un jurado alemán, que en este caso falló por unanimidad a su favor.
La ceremonia de entrega del premio será este 17 de noviembre, pero antes de viajar a Berlín, donde Ana Teresa Torres recibirá la distinción de manos de los hijos de Anna Seghers, se habrá presentado en Caracas su más reciente libro: La favorita del Señor, una novela erótica que llevaba varios años engavetada después de haber quedado finalista en el Premio La Sonrisa Vertical y haber recibido una promesa de publicación que no se llevó a efecto por parte de la Editorial Tusquets, promotora de ese certamen especializad en narrativa erótica.
¿Tendrá un gran impacto el Premio Anna Seghers para la proyección de su obra?
-No lo creo. En este sentido guardo un silencio discreto porque es muy difícil para los escritores venezolanos ser reconocidos fuera. No es fácil que un autor desconocido, de un país cuya literatura es desconocida, pueda tener una aceptación del mercado. Por lo pronto, lo veo en términos de reconocimiento desde el punto de vista literario, que es lo que este premio concede.
-¿Por qué es tan difícil para los autores venezolanos lograr una proyección fuera del país?
-En este momento no hay ningún escritor venezolano contemporáneo que esté publicado en una editorial internacional. Tampoco hay un conocimiento de nuestra literatura a través de traducciones, ni su estudio sistemático por la crítica académica internacional. La venezolana es, probablemente, la literatura más desconocida del continente, siendo paradójicamente una literatura importante, muy diversificada, con muchas generaciones escribiendo simultáneamente, muy rica para el estudio académico. Pero no hemos sabido proyectar la literatura venezolana ni fuera ni dentro del país.
-¿A qué se debe ese aislamiento?
-Primero, no hay industria editorial en Venezuela, no hay editoriales privadas que se propongan abrirle un mercado a nuestros libros. El Estado, hay que reconocerlo, ha hecho mucho por la literatura venezolana. Yo tengo, en ese sentido, una opinión distinta a la imperante: yo creo que le debemos mucho al Estado. Es más, creo que sin el Estado, la literatura venezolana no existiría. Todos nosotros tenemos muchos libros publicados en editoriales estatales. Sin embargo, no sé si los mecanismos de proyección han sido eficientes. Yo diría que no. Aunque ha habido una inversión considerable, no ha habido una política orientada a crear las estrategias para difundir la literatura venezolana.
-¿Y en cuanto a los contenidos?
-Hay de todo. Evidentemente, la literatura cada vez tiende a ser más minoritaria en todo el mundo, esto no es un fenómeno venezolano. Son muy pocos los autores en el mundo que venden libros masivamente. Entre nosotros hay alguna literatura difícil de llegar a un lector no educado, pero no es siempre así. Nosotros tenemos muchas obras capaces de llegar a un foro de lectores importante. Se me ocurre, entre lo más reciente, Las criaturas de la noche, de Israel Centeno; ése es un libro que un lector medio podría disfrutar enormemente, y no ha tenido esa proyección. Así podríamos hablar de otras novelas, de otros textos. Lo que ocurre es que no somos buenos representantes de nuestro propio trabajo.
-¿Usted orienta su carrera con vistas a una proyección al exterior?
-Lo he intentado. Que no lo haya logrado es otra cosa, pero es muy difícil superar las barreras internacionales cuando uno no representa nada, ni nadie lo representa. Tendría que ser un genio de la literatura para superar ese obstáculo; y no es el caso. Cuando un escritor tiene una tradición literaria virtualmente desconocida para el mundo, como es nuestro caso, se convierte en una inversión muy riesgosa.
-En su libro A beneficio de inventario, usted habla de canibalismo tribal, ¿a qué se refiere?
-A una actitud, muy nuestra, de erosionar lo que hacemos, con esa suerte de identidad derogativa muy aguda que tenemos los venezolanos, según la cual lo nuestro no es lo bueno, lo nuestro no sirve, siempre hay algo mejor pero está afuera. Julio Ortega te habla del discurso de la carencia como un discurso propiamente latinoamericano, pero creo que en nuestro caso tocamos niveles extremos en cuanto a la derogación de todo lo que hacemos, a la imposibilidad de valorarlo, a la tendencia a pensar que esto es cuestionable, es dudoso, porque es nuestro.
-¿Cómo surge la escritura de La favorita del Señor?
-Ese texto formaba parte de Malena de cinco mundos -que fue escrita en el 92-, pero empezó a crecer, a tomar autonomía, hasta que la protagonista “desalojó” a Malena por completo. Entonces decidí darle su independencia y se convirtió en un relato aparte.
-¿Por qué el género erótico?
-Yo no me había planteado una novela erótica. Malena de cinco mundos es la historia de una mujer que va recorriendo varias vidas en tiempos pasados. Pensé que un contexto histórico muy importante para la mujer occidental era la influencia árabe que nosotros tenemos a través de la herencia española. Esa fue era idea. Pero la protagonista empezó a pedir un escenario erótico, no sé, tuve que complacerla, ella fue desarrollando su constitución como un sujeto erótico. Y entonces le fui dando espacios, oportunidades, inventando las anécdotas para que el recorrido fuera muy diverso y ella atravesara muchas posibilidades del erotismo humano.
– Esta novela trata del deseo pero no de su satisfacción, que aparece siempre pospuesta, velada. ¿Esto obedece a un plan para mantener siempre vivo el enigma, el deseo?
-No. Creo que es una novela, me permito decir, muy literaria. Los personajes están en un escenario paródico, gótico, una mezcla de los géneros de romance, de caballería, de la novela gótica. Allí hay una intención literaria de describir las aventuras de esta protagonista y, de paso, una meditación sobre el deseo. Esa es la novela. Porque eso es lo que yo puedo hacer, lo que está en mí. Uno no puede escribir cualquier cosa. Un escritor tiene un universo narrativo al que debe mantenerse apegado. Y mi universo narrativo tiene mucho que ver con esta reflexión sobre el deseo. Hay sí algunos episodios más explícitos, pero se trata de que el lector complete con su imaginación lo que está velado.
-¿En qué trabaja ahora?
-Estoy trabajando en unos textos cortos. No creo que se pueden llamar cuentos, son relatos donde incluyo elementos autobiográficos, de reflexión, pequeñas anécdotas. Se trata de un libro breve, con relatos breves, para descansar un poco de la novela. Aunque tengo por ahí elementos para otra novela pero no he encontrado la concentración necesaria para meterme en este género, que es sumamente exigente.
Verbigracia, El Universal, noviembre de 2001
¡Cuánto ha cambiado la situación de las editoriales y la publicación de textos en Venezuela desde el año 2001 hasta este año 2015! Pese a todas las dificultades, el crecimiento ha sido asombroso y contrario a la percepción de la dependencia al apoyo del Estado que tenía Ana Teresa Torres en ese remoto 2001. Las iniciativas privadas han sido variadas. ¡Enhorabuena!