Milagros Socorro
Mayra Montero se cuenta entre las más importantes autoras de la literatura caribeña en español. Nacida en La Habana en 1952, tiene más de veinticinco años residenciada en Puerto Rico, donde ejerce el periodismo y ha escrito la totalidad de su obra. En febrero del año pasado, se alzó con el XXII premio La sonrisa vertical, para literatura erótica, por su novela Púrpura profundo, que circula desde hace algunos meses en las librerías locales. “Púrpura profundo es una novela para la que hice mucha investigación, que no me llevó mucho tiempo, pero sí mucha intensidad de escritura. La escribí como en seis meses, pero a un ritmo muy voraginoso, de muchas horas diarias.”
Articulista estrella del diario puertorriqueño El Nuevo Día, la autora ha confesado su pavor por la literatura que induce al aburrimiento. “No quiero que nada me aburra ni quiero aburrir. Eso no quiere decir que no pueda leer una novela densa, porque puede tener un montón de posibilidades. Lo importante es que no sea repetitiva. Prefiero, definitivamente, las historias que estimulen la imaginación. Yo creo que la seducción se basa en la imaginación. En la imaginación del que seduce y del seducido.”
-Antes de lanzarse a escribir narrativa, usted trabajó durante diez años como periodista. ¿En qué momento sintió que ya estaba lista para cambiar de registro?
-Yo escribía cuentos desde que era adolescente, antes de estudiar periodismo o ejercerlo. Quiere decir que no hubo un cambio de registro como tal. He alternado un género con otro, creo que sin ningún problema. Me satisface muchísimo el periodismo. Escribo una columna semanal y me encanta trabajar en reportajes investigativos. También hago entrevistas siempre que tengo la oportunidad.
-Después de haber publicado un libro de relatos y seis novelas, usted sigue escribiendo crónicas y reportajes, ¿por qué persiste en la escritura periodística?
-El periodista con verdadera vocación nunca deja de ejercer esta profesión, que muchos consideran literatura sin ficción. Hay planteamientos, ideas, incluso historias que no pueden desarrollarse en forma de libro, o esperar a ser publicadas tanto tiempo. Y entonces yo me desahogo con el periodismo, que tiene esa divina inmediatez, y que además, como dice García Márquez, nos mantiene el brazo caliente.
-¿En qué momento sintió que ya estaba lista para escribir una novela erótica? ¿Tuvo inhibiciones? ¿Temió que su propia sexualidad pudiera quedar expuesta?
-En realidad, no sentí que estaba lista para escribir una novela erótica. Eso vino de otra forma, un poco por casualidad. Concebí la historia de La última noche que pasé contigo, sobre una pareja de mediana edad, que luego del matrimonio de su única hija decide embarcarse en un crucero por el Caribe. A medida que iba escribiendo, la historia se iba erotizando. Yo había publicado mi primera novela enla Editorial Anagrama, pero comprendí que esta segunda la tendría que publicar en una colección de literatura erótica. La mandé al certamenLa Sonrisa Vertical y resulté finalista. Eso fue en 1991. Las únicas inhibiciones surgieron mientras escribía ciertos pasajes. Entonces me decía ‘qué dirá la gente cuando esto se publique’. Pero a la vez me consolaba pensando que para eso faltaba mucho. No tuve miedo de que mi sexualidad quedara expuesta, pues siempre he separado mucho lo que es la voz narrativa de la voz y las convicciones del autor. En una ocasión me preguntaron si me excitaba escribiendo, a lo que respondí: ‘no más que otras veces’. Para una revista española, en que se abordó este asunto, expliqué que los capítulos más terribles los he escrito con frialdad, lo que me imagino que les ocurre a los actores que hacen escenas de amor: uno está tan preocupado por lo que está haciendo profesionalmente, que no queda tiempo para otra cosa. Yo estoy pendiente de las palabras, del oficio… lo escribo con frialdad, como si estuviera friendo un pescado.
-En 1991, su novela La última noche que pasé contigo quedó finalista en el concurso de La sonrisa vertical. En el 2000 volvió a presentarse y esta vez se alzó con el premio. ¿Qué había ocurrido en el ínterin? ¿En qué aspectos la novela ganadora es superior a la que no lo fue?
-Qué duda cabe que en los concursos literarios siempre hay un elemento de suerte. La primera vez no tuve la suerte de ganar, y la segunda sí. ¿Quiere decir esto que La última noche… es inferior a Púrpura profundo? Pues no sé, no lo creo. Tal vez hay una mirada diferente, quizá un poco más madura, que es mi propia mirada sobre estos temas, pues transcurren diez años entre una novela y la otra; y en esos diez años yo escribo tres novelas, que nada tienen que ver con el género erótico, aunque sí tienen pasajes de mucho erotismo. De todas formas, para mí el erotismo viene a ser una excusa, un ganchillo con el que profundizo en ciertas situaciones, y en el carácter de mis personajes.
-¿En qué se diferencia una novela a secas de una novela erótica?
-Prefiero no encasillar la literatura. Hay por ahí novelas de tremendo contenido erótico, que son publicadas en colecciones no eróticas, y por lo tanto, se han sacudido el sambenito del erotismo. Pero si las lees te darás cuenta de que tienen un gran énfasis en la sexual. Eso pasa, por ejemplo, con algunas novelas de un escritor que admiro muchísimo, que es Jaime Bayly. Pero también ha ocurrido con novelas de Camilo José Cela, o de Marguerite Duras. En suma, supongo que la diferencia es ésa: en la novela erótica te agarras del erotismo para explicar o aderezar una situación, un comportamiento, un desenlace. Te sientes más cómoda explicándolo desde la perspectiva del deseo.
-Sus dos novelas publicadas en la colección La sonrisa vertical, tienen en la música un leit motiv. El bolero, en la primera; y la música clásica, en la segunda. ¿Podría explicar esta recurrencia?
-Evidentemente, soy un ser muy musical. En La última noche que pasé contigo, cada capítulo lleva el título de un famoso bolero. En Púrpura profundo, el protagonista es un crítico musical retirado. En esta última apenas tuve que hacer investigación, puesto que me gusta mucho la música clásica y a menudo asisto a los ensayos de los conciertos de la Orquesta Sinfónica, siempre que el director me lo permite. La ópera también es otra de mis pasiones, y por eso Como un mensajero tuyo, que es mi quinta novela, gira en torno a un episodio ocurrido al tenor Enrico Caruso, durante su visita aLa Habana en 1920.
-En Púrpura profundo, Agustín, el protagonista, dice: “… los culpables son una raza aparte, inferior desde luego.” Me parece que esta afirmación constituye toda una postura ante el erotismo, pero también, y sobre todo, ante la escritura. No parece haber escritura sin poner el pecho. ¿Es correcta esta interpretación?
-Bueno, es que Agustín se está justificando, puesto que se pasa la vida siéndole infiel a su esposa y a sus amantes. Pero, efectivamente, para la escritura tiene que haber una postura valiente, rotunda, donde los sentimientos de culpa no tienen cabida. Otra cosa es la vida cotidiana. Yo, por ejemplo, me paso culpándome de todo: si no llamo a un amigo, si no voy a ver a un enfermo que conozco (y ese enfermo se muere), si uno de mis gatos desaparece… Entonces me tortura la culpa y empiezo a hacer cábalas de lo que hubiera pasado si hubiera llamado, si hubiera visitado, si hubiera cuidado más a ese gato.
–Como un mensajero tuyo parte de un hecho real: la visita de Caruso a La Habana en 1920 y luego discurre por una compleja trama hasta recalar en el mundo de la santería. ¿Es muy audaz pensar que su experiencia en el reportaje insufló este trabajo?
-Efectivamente, esta novela es como una gran pesquisa periodística. Desde que yo era niña, oía hablar en la radio, y entre los mayores de mi familia, sobre la bomba que estalló en el Teatro Nacional de La Habana, en junio de 1920, mientras Caruso interpretaba al Radamés de la ópera Aída. Siempre me estuvo dando vueltas en la cabeza la idea de novelar la huida de Caruso por las calles deLa Habana, vestido con la túnica de Radamés. Se trata, básicamente, de una novela de amor. Y tuve que hacer una gran investigación, para lo cual fue esencial mi entrenamiento periodístico.
-Usted es cubana, vive desde hace mucho en Puerto Rico y publica sus novelas en España. ¿Podría establecer en qué tradición se inscribe su literatura?
-En la tradición de la literatura caribeña. En efecto, nací en Cuba, y tengo hondas raíces cubanas. Pero actualmente tengo un gran compromiso con la nación puertorriqueña, y en este momento, tener un gran compromiso con esta nación es tenerlo con Vieques, de donde estamos tratando de sacar ala Marinade Guerra de los Estados Unidos, que por sesenta años ha estado maltratando a esa pequeña isla. La ha maltratado –y todavía la maltrata- no sólo desde el punto de vista ecológico, sino desde el punto de vista humano. Hay una altísima incidencia de cáncer, han practicado allí con napalm, han destruido las playas. El pueblo viequense votó abrumadoramente a favor de quela Marinase vaya. Hemos tenido, y tenemos alcaldes, legisladores y artistas en la cárcel federal (la cárcel norteamericana en la isla) por practicar la desobediencia civil y actuar como escudos humanos frente a las bombas.
-¿Podría adelantar detalles acerca de la trama y el tono de la novela que está escribiendo en la actualidad?
-La novela que acabo de terminar se titula El capitán de los dormidos, y está ambientada en el Puerto Rico de 1950, con la insurrección nacionalista de octubre de ese año como telón de fondo.
Papel Literario, El Nacional, mayo de 2002
Sencillamente tenia que emigrar a otro pais que le diera la suficente libertad de poder escribir con libertad, los dones son como una semilla , que si cae en el terreno adecuado ,tenga la probabilidad de crecer y producir frutos por muchos años .