Milagros Socorro
Neuro-oftalmólogo, fundador de esta disciplina en Venezuela, el valenciano Rafael Muci Mendoza es individuo de número de la Academia Nacional de Medicina y referencia de sabiduría y ética indoblegable para sus millares de pacientes, así como para varias generaciones de médicos venezolanos que han sido sus alumnos.
Rafael Muci Mendoza se graduó de Médico Cirujano en la UCV, en 1961. En 1964, obtuvo una especialidad en Medicina Interna en el Hospital Vargas de Caracas. En 1977 recibe, en la Universidad del Zulia, el título de doctor en Ciencias Médicas, e inmediatamente se dispuso a seguir estudios post-doctorales de Neuro-Oftalmología bajo la dirección del profesor emérito William F Hoyt, MD. en la Neuro-Ophthalmology Unit, adscrita al Neurosurgical Department of the University of California, en San Francisco.
En agosto de 1966 inició su carrera docente en la cátedra de Clínica y Terapéutica Médica B, de la Escuela de Medicina José María Vargas de la UCV, y pasadas cuatro décadas persiste en su labor de maestro en los pre y post-grado de Medicina Interna, Oftalmología y Neurología.
Fundador, en 1980, de la Unidad de Neuro-Oftalmología del Hospital Vargas de Caracas, centro de referencia nacional y única en su género en Venezuela, pertenece a 16 sociedades científicas nacionales e internacionales.
De la fundación a la entrega
Al consultarle acerca de los estudios de Medicina en Venezuela, hoy revisados por el Gobierno y susceptibles de un posible cambio, el doctor Muci Mendoza se remite a los antecedentes y establece cuatro etapas evolutivas de la fundación, reforma, transformación y modernización de esos estudios en el país. Y dos etapas posteriores de involución de la medicina pública (con un correlato de avance en la privada) y la actual, que califica de entrega a una ocupación extranjera.
La primera etapa, correspondiente a la fundación, se inicia en 1763, -antes, incluso, de la existencia de la Capitanía General de Venezuela (que se constituye en 1777)- con la creación de la Cátedra de Medicina en la Universidad Real y Pontifica de Caracas; y luego, con la Institución del Protomedicato, ambos debidos al ilustre médico mallorquín, Lorenzo Campins y Ballester.
La segunda etapa, llamada la reforma, es liderada por José María Vargas, quien, en 1827, se convierte en el primer rector seglar de la republicana Universidad Central de Venezuela. “Vargas”, dice Muci Mendoza, “se erigiría en el reformador de los estudios médicos. Con él se inicia la medicina científica y, al hacer escuela, echa los cimientos para su ulterior desarrollo”.
La tercera etapa es la de la transformación. Comienza en 1891 y está determinada por tres hechos fundamentales: la inauguración del Hospital Vargas de Caracas; la fundación de las cátedras experimentales de Fisiología, Histología y Microbiología; y la creación del Internado y Externado hospitalarios. Desde la perspectiva del doctor Muci, “siete visionarios colman esta etapa: Elías Rodríguez, rector de la UCV para la fecha, Luis Razetti, alma y motor indiscutible de esa transformación José Gregorio Hernández, fundador, regente y sostenedor de esas tres cátedras por 28 años; y cuatro grandes clínicos y maestros venezolanos de todos los tiempos: Francisco Antonio Rísquez, Pablo Acosta Ortiz, Aníbal Santos Dominici y Miguel Ruiz.
La etapa de la modernización se inicia en 1936, cuando se crea el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, cuyo primer titular es Enrique Tejera Guevara; se produce la transformación de la Junta de Beneficencia Pública de Caracas; se crean las cátedras de clínicas de todas las especialidades médicas; y se funda el Consejo Venezolano del Niño. “Se trata de una época de ebullición y gestación, de anhelo de reformas y mejoras, que llevan la ciencia médica a la altura de los países más avanzados”.
La quinta etapa, según Muci, se caracteriza por la involución pública y la evolución privada. “Para el momento del inicio de mis estudios médicos, el Hospital Vargas de Caracas era el centro de referencia nacional para pacientes de todo el país, que venían en búsqueda de comprensión para sus quejas y cura para sus dolores. Allí se formaron las grandes escuelas de clínica médica y cirugía. Médicos privados enviaban sus pacientes tras la pista del diagnóstico acertado y el tratamiento eficiente, o para la realización de exámenes complementarios, que no se hacían fuera de allí. Muchos de nuestros profesores hablaban dos o tres lenguas y tenían estudios de postgrado en el exterior. Era un momento en la atención médica se percibía como un acto de beneficencia y no como un derecho humano. Con el paso del tiempo, las políticas de salud fueron cambiando sin que se trazara un plan que garantizara su continuidad. Todo se politizó y con ello comenzó el deterioro de los servicios públicos de salud. Los hospitales públicos, a un coste elevadísimo, devinieron receptáculos de toda injusticia, depósitos de enfermos, morideros de gente, bien por falta de recursos, por mala utilización de los disponibles, por falta de mantenimiento, por migración de personal ante los paupérrimos salarios, falta de insumos, falta de protección para el médico y el paciento, periodos de estada institucional elevadísimos… en fin, todo lo que determina un mala medicina a un impresionante coste”.
-Entretanto –continúa Muci- fueron formándose policlínicas privadas limpias, bien dotadas y con los últimos adelantos tecnológicos; con personal solvente y bien preparado, que a un coste elevado sirva a una ínfima parte de la población. Muy poca solidaridad han mostrado estas instituciones hacia quien no tiene posibilidades y, con mucha frecuencia, los profesionales ordenan en forma desconsiderada exámenes costosos cuando procedimientos más económicos podrían conducir al diagnóstico.
La ocupación silenciosa
La sexta etapa, aludida por Muci como la de La entrega, comienza, según su punto de vista, en 1999, con la tragedia de Vargas, “cuando, mientras los venezolanos se alistaban para votar en el referéndum para la aprobación de una nueva Constitución –lo que ocurriría al día siguiente-, las precipitaciones en el litoral central continuaron sin amainar, determinando que el cuerpo de bomberos local sugiriera decretar el estado de emergencia en la zona, cosa a la que el Gobierno nacional no accedió. Esa voz desoída condujo, tal vez, a cerca de 50 mil muertos”.
-En ese momento –precisa Muci- el Gobierno venezolano permite el ingreso de 500 médicos cubanos a la costa varguense. Y a los médicos venezolanos, que se desplazaron a brindar su ayuda en las áreas de necesidad, les fue negado el acceso. No me quedan dudas de que había un plan, previamente concebido en Cuba y puesto a punto, para que, en caso de alguna circunstancia imprevista, se procediera a un acceso masivo de activistas. Y así fue. El deslave de Vargas les dio la oportunidad de traer medio millar de médicos cubanos que no sólo nunca se devolvieron sino que crecerían en número hasta alcanzar los 25 mil.
-¿Por qué califica usted a la etapa actual de la medicina en Venezuela como la de la entrega?
-Porque a partir de la llegada a nuestro territorio de los supuestos médicos cubanos, comenzaron a vulnerarse las leyes de la República y la soberanía nacional, al permitirse el ejercicio de la medicina por extranjeros que no han cumplido con los requisitos para hacerlo. Se produjo, pues, una ocupación silenciosa de estos extranjeros, que han tenido un rol preponderante y de dirección en las políticas de salud, al punto de que actualmente existe todo un ministerio de salud cubano, paralelo al Ministerio de Salud nacional, con tanto poder que ha removido personal no deseado, entre quienes se cuenta un ministro. Asimismo, se creó la misión Barrio Adentro, entregada a los supuestos médicos cubanos, lo que puso en evidencia la debilidad de la Federación Médica Venezolana, de los colegios de médicos y de otros organismos de la sociedad civil a quienes correspondía una lucha frontal contra el invasor. Por otra parte, la reducción de los estudios médicos a tres años de duración, según un plan desconocido, que pronto “capacitará” unos 1.500 supuestos médicos, tiene más una intención política, de forja de activistas que de médicos.
-Usted estuvo en Cuba como integrante de una misión de médicos, ¿cuál fue su experiencia?
-En 1991 empieza a aparecer en Cuba una serie de pacientes que perdían la visión. Esto creció en el tiempo y las autoridades cubanas no fueron capaces ni de comprender lo que estaba ocurriendo ni de pedir ayuda de alguien que los orientara, hasta que reventó la crisis y, en 1993, el asunto fue llevado a la Organización Mundial de la Salud, que pidió colaboración. Ese es el momento en que yo voy a Cuba y encuentro que las autoridades y los médicos cubanos no sabían lo que estaba pasando y, además, confundían términos como neuritis óptica con neuropatía óptica. Las personas a las que tuvimos acceso para hablar del problema, entre quienes estaban el ministro de Salud y los viceministros, no tenían idea del problema. Habían inventado que la ceguera de los enfermos se debía a un virus, que habían bautizado como el Virus del Capitalismo y del que decían que había sido inoculado por los Estados Unidos. Nada más llegar a Cuba, la misión fue invitada a escuchar un discurso de Fidel Castro donde dijo que nosotros estábamos en presencia de una enfermedad nueva, nunca descrita… y resulta que esa enfermedad estaba minuciosamente documentada por su frecuencia en los campos de concentración, donde cundía por falta de alimentación.
-¿Qué era lo que causaba la ceguera de los pacientes?
-El hambre. Un déficit de calorías, que en algunos casos fue reversible. No en todos, y la ceguera atacó a 50 mil personas, que para una población como la de Cuba (10 millones de habitantes) es exorbitante. Lo triste fue que no les importó exponer a la población a algo cuyo origen ignoraban, simplemente para ensañar a los cubanos contra los Estados Unidos. Como ocurrió en Vargas: a Chávez no le importó lo que estaba pasando porque su atención estaba concentrada en el referéndum que aprobaría su Constitución. Y eso es algo muy grave de lo que no ha vuelto a hablarse: mucha de esa gente murió porque no se tomaron las previsiones que los bomberos indicaron.
-¿Usted volvió a Cuba después de esa ocasión?
-Una vez, porque Fidel Castro me pidió que fuera a entrenar unos médicos. Desde luego, el grupo que yo entrenaría no se componía, como ocurre en los cursos que yo dicto en el Hospital Vargas, donde se inscriben aquellos que están interesados: en Cuba la selección la hace el Estado y según criterios políticos. Fui, pues, y encontré que los procedimientos que nosotros enseñamos a los estudiantes de Medicina, eran desconocidos para los oftalmólogos que designó el Ministerio de Salud de Cuba para asistir al entrenamiento.
-¿Por qué las facultades de Medicina en Venezuela prevén una formación de seis años si puede completarse en tres?
-No puede concebirse que, dada la complejidad de la medicina, pueden reducirse los contenidos programáticos. En ninguna parte del mundo puede formarse un médico en tres años. Se puede formar un técnico o un paramédico en ese plazo, pero un médico jamás. Los dos primeros años se emplean para la formación en ciencias básicas, que es, como suena, la base del edificio de saberes que se irá completando con Fisiología, Fisiopatología, Bioquímica, Farmacología, Anatomía. Cuando llegan a tercer año, ingresan a las clínicas, que es cuando llegan al hospital y tienen contacto con los pacientes. Y después pasan tres años en el hospital, viendo las clínicas médicas, quirúrgicas… Y todavía, cuando se gradúan, tienen fallas enormes, por lo que deben seguir estudiando.
-¿En cuánto tiempo se han graduado los médicos cubanos que ejercen en Venezuela?
-Eso no lo sabe nadie, porque nadie sabe cuáles son las credenciales de los médicos cubanos. Ni siquiera lo saben las autoridades del Ministerio de Salud de Venezuela. Lo que nosotros sí podemos asegurar es que los récipes que firman, en muchas ocasiones, no pueden haber sido extendidos por médicos. Así como podemos dar fe de que, a pesar de que han comprado muchísima tecnología para Barrio Adentro, los cubanos hacen una tomografía pero luego no pueden elaborar un informe. Por eso, los pacientes llegan a los hospitales con un C.D. donde está la imagen, pero nosotros no podemos abrir el disco porque en los hospitales no tenemos esos aparatos que tienen en Barrio Adentro; nosotros lo que necesitamos es el informe del médico pero ellos no lo hacen. Eso nos hace ver que son técnicos, que pueden hacer una imagen pero son incapaces de hacer un informe a partir de ella. Eso para no referirnos a los programas de estudios, donde un buen porcentaje se dedica a contenidos ideológicos.
-¿Usted cree que haya el proyecto de sustituir los estudios formales de Medicina por estos cursos?
-Aunque parezca increíble, creo que es así. Aquí está claro que se procura la destrucción absoluta de todo.
Publicado en la Revista Clímax, abril de 2007
VEl gobierno. Permitirá el año que. viene. q. estos médicos d barrio adentro. entren a. hacer. postgrado. n nuestros. Hospitales. entrarán. sin. Concurso. Y. Por. Encima. de. Nuestros. médicos. Provenientes. de. las. universidades. formales. como. La. Ucv. la. Ula etc. A esos «médicos». no se les podrá «raspar «. Ya que tienen un sistema evaluativo de auto-co. Y exo. Evaluación donde la opinión del profesor no iimporta