Milagros Socorro
A menos de 24 horas de haber llegado a Caracas, donde arribó el jueves 10 de mayo, en la noche, el doctor Muhammad Yunus tenía un tequeño en tránsito a su boca. Se encontraba en medio del tumulto que había asistido al cocktail de bienvenida organizado por Juan Carlos Escotet y su esposa, para los dos premios Nobel invitados por Banesco para participar en su actividad “Palabras para Venezuela”, que ya ha puesto en suelo patrio a cinco laureados con el galardón sueco. En esta ocasión, el economista bengalí, premio Nobel de la Paz 2006, compartió el estrado con el Nobel de Literatura 1992, Derek Walcott.
Yunus llegó a Maiquetía proveniente de Tennessee, Estados Unidos, donde vive Mónica, la mayor de sus dos hijas, nacida en su primer matrimonio, quien es soprano y trabaja como cantante lírica. Venía vestido con una camisa de algodón que le llegaba a las rodillas, un pantalón de caqui y un chaleco de cuello mao elaborado en algo que debe ser lino crudo (porque parece yute); y traía una pequeña maleta con ruedas y un maletín de mano cargado de documentos. Su escueto equipaje obedecía al hecho de que Yunus no cambia su atuendo de calle por uno de gala para atender compromisos, por formales que sean. La noche del viernes, cuando tuvo lugar el cocktail, llevaba una indumentaria muy similar a la de la víspera, que lo hacía destacar en aquel mar de fluxes y trajes oscuros por los que habían optado todos los hombres presentes en la residencia de Escotet. Y es probable que no hubiera ninguno tan sonreído y alegre como él, aun cuando no levantó ni una sola copa o vaso de whisky de la abundante oferta de bebidas espirituosas que corrió durante toda la velada. Yunus sólo toma agua y jugos de fruta. Tampoco es dado a comilonas, de manera que en esa ocasión apenas si comisqueó alguno de los bocadillos que se le ofrecían. Fue en una de esas excepciones cuando acató la sugerencia de Claudia Valladares, vicepresidenta de Banca Comunitaria de Banesco, ingeniera de Sistemas, formada en la Universidad Metropolitana con posgrado en Administración de Negocios de la Universidad Loyola de Chicago, quien fue designada por la directiva de Banesco como ataché de Yunus mientras estuviera en Venezuela. Un poco inquieta por el desinterés de Yunus en la comida y pensando, quizá, que al término de la fiesta no encontrarían ningún restorán abierto, Valladares le sugirió que probara una de esas barras doradas y le explicó el lugar preferencial que ocupan en la culinaria local. Como era de esperarse, el banquero de los pobres sucumbió a la maravilla rellena de queso fresco. Le encantaron los tequeños.
Mohammed Yunus, nacido en Chittagong, Bangladesh, el 28 de junio de 1940, está casado en segundas nupcias con una dama bengalí, quien es la madre de su segunda hija, Deena, estudiante universitaria en Dhaka, la capital de Bangladesh, donde se encuentra el edificio de 21 pisos que ocupa, en la actualidad, la sede central de Grameen Bank. Pero a Venezuela vino solo. Fue hospedado, lo mismo que Walcott, en el hotel Meliá y no exigió absolutamente ninguna atención especial. Comió lo que estaba disponible y, aunque no se le vio consumir carne, es un hecho que disfruta del pescado, como demostró en el restorán Urrutia durante el almuerzo que compartió con el ex embajador en la India, Walter Márquez, algunos amigos vestidos con túnicas anaranjadas y empresarios.
Fuera de esas ocasiones, en las que los condumios transcurrieron en medio de la jarana, Yunus prefirió comer solo en su habitación y en ningún momento pidió salir ni que lo llevaran a algún sitio de interés; de manera que en esta segunda visita a Caracas (había estado en 2000) debió conformarse con mirar el Ávila desde el ventanal de vidrio de un salón del Meliá dispuesto para recibir a la prensa. Tenía curiosidad por la majestuosa montaña… quiso saber por qué no estaba construido. Y preguntó, expresamente, si se tenía planificado construir viviendas ahí. Hay que tomar en cuenta que la República Popular de Bangladesh tiene 144.000 kilómetros cuadrados, donde viven 145 millones de habitantes, la mayoría en situación de pobreza crítica.
El viernes en la mañana, Yunus, -doctor de la Universidad Vanderbilt, a la que asistió gracias a una beca Fulbright, y profesor, posteriormente, en Tennessee-, salió del Meliá rumbo a Miraflores. Iba con Juan Carlos Escotet, en el carro de éste (y quién sabe si el bengalí haya aprovechado la encerrona para transmitirle al caraqueño su criterio frente a la cliente bancaria: “hay que fijarse en el futuro y no en el pasado de los aspirantes a un crédito”).
En el Palacio de Gobierno los dos banqueros fueron conducidos al Salón Ayacucho donde los recibió el presidente Chávez, quien le dio a Yunus el tratamiento de hermano y le concedió la orden del Libertador en su primera clase, honor que conlleva una medalla y una banda con los colores de la bandera venezolana.
No era la primera vez que Yunus recibía una distinción con el nombre del héroe caraqueño, puesto que en 1996 la UNESCO lo hizo receptor del premio Simón Bolívar. En la ceremonia estaban presentes el vicepresidente, Jorge Rodríguez, los ministros de Economía, Pedro Morejón; Cultura, Francisco Sesto, y Participación y Protección Social, David Velásquez, así como un grupo de dirigentes de consejos comunales quienes explicaron a Yunus la idea de los bancos comunales. Estos voceros han debido ser interrumpidos en algún momento puesto que el presidente Chávez consideró pertinente tomar la palabra para atacar al gobierno norteamericano, a la oposición venezolana y al capitalismo. Y le contó a Yunus que estaba muy entusiasmado con la creación de la organización de empresarios socialistas de Venezuela.
Antes de despedir al visitante, el presidente Chávez le dijo que le había asignado la condecoración porque, según aseguró, «Bolívar pensaba como tú en la armonía universal». Una afirmación sorprendente porque, lejos de dirigirse a Santa Marta con dos camisas y un gran fracaso, Yunus es, como escribió el periodista John Carli, “uno de los capitalistas más triunfadores del mundo, un hombre de negocios que hace 30 años puso en marcha un banco, el Grameen Bank, con tres empleados, incluido él; que hoy da trabajo a 20.000 personas, y que ha creado otras 18 empresas, entre ellas la mayor red de teléfonos móviles del sur de Asia”
Fervoroso partidario de la libre empresa y contrario a la caridad como estrategia a largo plazo para solventar las diferencias entre ricos y pobres, Yunus resume el argumento que mueve sus acciones así: «… cuando se dan limosnas, se impide que la gente tenga iniciativa. `Quédate como estás y yo cuidaré de ti’. Pero es la iniciativa lo que empuja a la gente a subir del primer nivel al segundo, y del segundo al tercero. Sin ella, no somos nada. Así que, en mi opinión, es mucho mejor recibir un préstamo que una limosna, porque con el préstamo el beneficiario asume una responsabilidad. El que vive de limosnas se queda en las limosnas. Fíjese en lo que pasa con muchos de los que viven de la ayuda estatal en Estados Unidos o Europa. No sólo viven de la beneficencia ellos, sino que sus hijos también, porque no han aprendido a hacer nada más».
Antes de despedirse de Yunus, Chávez pidió al vicepresidente Jorge Rodríguez, una recopilación de las leyes habilitantes para dársela al ilustre huésped. Total, que sumada la pesada estatuilla que viene conla Orden Libertador–y que se entrega en un voluminoso estuche de terciopelo-, con el mamotreto de las leyes en curso, los libros que recibió como regalo de varias personas y la hamaca tejida a mano en Cojedes que recibió de parte del personal de Banca Comunitaria de Banesco, Yunus se encontró con una cantidad de equipaje que no encontraba dónde meter. Y, con la austeridad que lo caracteriza, pidió unas bolsas donde meter los obsequios. Esa sobriedad se puso de manifiesto, por cierto, cuando le entregaron el cheque de un millón cien mil euros que viene con el Nobel y que el doctor Yunus destinó a obras de beneficencia. Ya en las puertas de Miraflores le entregaron un C.D. con fotografías tomadas durante el encuentro con el presidente Chávez y sus colaboradores. El envío de esas imágenes a su asistente en Bangladesh, a través del correo electrónico, fue el primer favor que pediría Yunus en Venezuela. El segundo, y último, sería un calmante para la fiebre y el dolor de huesos que lo atacó desde el viernes en la noche, muy probablemente por los súbitos cambios de temperatura.
Yunus detesta el aire acondicionado. Y el frío, en general. En Dhaka suele hacer un calor asfixiante y una humedad de ésas que pegan la ropa al cuerpo y parecen amenazar con impedir la respiración. Sin embargo, ningún ejecutivo de Graneen Bank tiene aire acondicionado en su despacho. Incluido el jefe, claro está. Acostumbrado a ventanas abiertas y a ventiladores de techo, Yunus pedía que se le bajara volumen al aire acondicionado de los carros nada más entrar a ellos. Y lo mismo haría con el de su habitación. Pero de todas maneras se resfrió. Y así llegó a la noche del sábado 12, cuando debía dirigir sus Palabras para Venezuela, en las instalaciones de Ciudad Banesco, en Bello Monte.
Desde luego, los anfitriones le ofrecieron llevarlo a una clínica o llamar a un médico pero él se negó (como también declinó suspender alguno de las actividades previstas en la agenda). Con una pastilla estaría bien. Lo parapetearon con un atamel y así llegó al día sábado, que comenzó para él a las nueve de la mañana cuando entró al auditorio de Ciudad Banesco donde lo esperaban más de 300 trabajadores de la institución que querían escuchar su exposición sobre banca comunitaria, incluidos todos los detalles operativos que pudiera suministrarles. La exposición de Yunus duró 45 minutos y otro tanto la ronda de preguntas, un palizón, dado su quebranto de salud, que el llamado Quijote musulmán solventó con tanta energía y gracia que dejó a la gente hechizada. “No sé cuántas veces”, dice Claudia Valladares, “escuché comentarios referidos a su elevación espiritual, a la singularidad de su personalidad, a la claridad de su expresión, a la fuerza que es capaz de transmitir. Fueron muchos quienes me dijeron que estaban convencidos de haber escuchado a un santo de nuestro tiempo. Y yo, que compartí unas cuantas horas con él, que lo vi, digamos, fuera del escenario, puedo confirmar que siempre es así, un hombre completamente fuera de serie. Su presencia en Venezuela y entre los trabajadores de Banesco fue una gran inyección de esperanza y de optimismo. La gente quedó muy inspirada y motivada, convencida de que los sueños se pueden realizar y que si él pudo hacerlo en Bangladesh, con tanta pobreza, por qué nosotros no lo vamos a hacer”.
En la noche del sábado, mientras los centenares de asistentes al gran evento se acomodaban en sus sillas, Yunus y Walcott aguardaban el momento de salir al estrado en una oficina que fue acondicionada para que estuvieran cómodos. Una de las pocas personas admitidas en el exclusivo recinto comentó después la sorpresa que le causó comprobar que los dos premios Nobel no sólo no intercambiaron autógrafos ni anécdotas acerca de la manera en que el legado de Alfred les ha cambiado la vida sino que ni siquiera se dirigieron la palabra. Yunus permaneció en un rincón meditando. Y Walcott se quedó en otro, ensayando el recital de sus poemas, que estaba a punto de dar.
El domingo, muy temprano, Yunus abandonó el país con destino a Tennessee donde pasaría unas pocas horas con su hija antes de tomar un vuelo de regreso a Bangladesh.
Publicado en la Revista Clímax, julio de 2007
Fui a esa presentación y quedé fascinada, depués leí lo del aire acondicionado y me sentí totalmente identificada.
Un par de años después, mi hija viajaba a Bangladesh para hacer su disertación de grado sobre un proyecto de alimentación allá. En el aeropuerto se encontraron con Yunus, lo invitaron a sentarse con ellos y se pasó una hora dándole recomendaciones para su tesis de grado. Sin duda es un tipo especial.