Un mediodía en Güiria

Milagros Socorro

La música que sale de los altoparlantes llena el salón y en ese mismo momento irrumpen las bailarinas formadas en dos filas. Tal como me temía, el espectáculo de las estudiantes es el mismo de toda la vida: falda para acá, falda para allá. El mar de tela parece haber atrapado a las hermosas niñas, que luchan con los faralaes con más gracia de la habitual en estos casos. Termina el número y viene otro, igual de soporífero. Las artistas del acto escolar en Güiria del Golfo Triste, península de Paria, estado Sucre, cumplen la misma rutina dancística que mis compañeros y yo en Machiques, pie de la Sierra de Perijá, estado Zulia. Pasan los años, pasan los kilómetros, pasan los gobiernos, las dictaduras van y vienen, y los actos de fin de curso permanecen impertérritos, como si no hubiera más nada en el repertorio musical de Venezuela. Como si no estuviéramos hartos de eso. Me pregunto cómo es posible que los maestros de estas talentosas bailarinas no hayan pensado en montar un steel band, un calypso de ésos que iluminan el mundo con el grito de ambacailá, o algún otro ritmo propio de Güiria (en vez de eso, han puesto a los alumnos a ensayar el eterno Pajarillo, la ubicua Alma Llanera y otros lugares comunes del show business  educativo). Me prometo que la próxima vez que escuche La lancha Nueva Esparta, Brisas del Zulia o Barlovento, en un escenario colegial, voy a sacar una pancarta de repudio al adocenamiento y a armar un escándalo. Siento como se abre paso el mal humor. Además, la temperatura no ayuda. Evoco la escritura del güireño Gustavo Díaz Solís: “Hace calor. El calor vive en la sombra como presencia metálica y humana.”

Vistos los hermosos rostros de las jóvenes bailarinas, comprobado el estoicismo y energía con que batallan con los metros de falda y reconocido interiormente el garbo con que ejecutan las viejas canciones, necesito un estímulo mental que me distraiga de los estragos causados por Yolanda Moreno en complicidad con Venevisión. Y hete aquí que a mi lado está una señora pequeña, tocada con un corto velo de blancura impecable lo mismo que su hábito de monja, que contempla a las bailarinas como si vinieran del Bolshoi. Está encantada. La miro mejor. Lo que está es henchida de orgullo. Claro, sabe algo que yo ignoro. Sabe mucho. Casi rozo mi cabeza con la tela de su velo para preguntarle la edad de los artistas. Con la vivacidad del rayo me suministra no sólo la edad sino la fecha de nacimiento, en promedio, del conjunto. Cuando viene un número que consiste en reproducir la coreografía y los movimientos gimnásticos de las porristas (o algo así, no me hagan caso, detesto los actos escolares –los míos, los de mis hermanos, los de mi hijo- y todo me parece espantoso), le pregunto quién cosió los trajes (porque son de lycra y se ven bien cortados y arreglados). Me señala una mujer que está detrás del público y aclara que se trata de una profesora. ¿Ella sola hizo todo?, me asombro. Efectivamente. Así ha sido. Y las telas, ¿las compraron los representantes de las muchachas? La religiosa mantiene su sonrisa de orgullo mientras me explica que estos muchachos vienen de familias muy pobres y que sus padres no podrían financiar ese vestuario. Compraron las telas con una donación de Pdvsa.

La monja me llega al pecho. Me doy cuenta de esto en cuanto termina el acto y nos ponemos de pie. Ya he visto con detenimiento su rostro. Lo analicé mientras algunos de los muchachos que acaban de graduarse de bachilleres en la Escuela Técnica Popular María Auxiliadora, de Güiria, donde nos encontramos, tomaban la palabra para agradecer a la señora Leonor Giménez de Mendoza el apoyo de Empresas Polar, que abrió varias plazas para que ellos hicieran sus pasantías en empresas del grupo emplazadas en la zona. Escuchando las estupendas exposiciones de las bachilleras y los bachilleres, notables por su capacidad de expresión y por la fuerza que le imprimían a sus palabras (llenas de esperanza, de alegría y de belleza), me voy haciendo el cuadro de la Escuela Técnica Popular María Auxiliadora en Güiria, que, tal como es criterio dela Red de Escuelas Técnicas de la congregación salesiana, imparte un bachillerato que contempla un ciclo diversificado de tres años –no dos, como suele ser- para capacitar a los muchachos en especialidades como tecnología de pesca, técnicas de alimentos, promoción social y de servicios de salud, de manera que egresen con un título de bachiller al tiempo que cuenten con una formación que les permita trabajar mientras siguen estudios superiores, de TSU o universitarios, o crear sus propias microempresas.

Durante el año escolar 2006/2007, esta Escuela atendió 624 alumnos, distribuidos de la siguiente manera: Educación Básica III etapa, 360 alumnos; Educación Técnica, 144 alumnos; y Capacitación Laboral, 120 alumnos. Mientras los escucho hablar, tomo nota mental de que todos tienen la edad propia de los graduandos de bachiller. Me refiero a que no hay allí viejones mezclados con muchachitos. No hay rezagados, pues. Y la monja me informará de que, en su mayoría, provienen del Municipio Valdez, y de toda la zona de Paria (Macuro, Río Salado, Las Salinas, Mapire, El Mango, Puerto Hierro, El Hoyo,La Toma, Guaraguarita, El Yoco, Soro, Punta de Piedra, Santa Rosa, Río de Güiria y Río Bautista).

La monja es rubia. Del cintillo de su velo escapan las puntas de una pertinaz pollina gris. Sus ojos son muy azules y la tez de su rostro muy blanca. Volvemos a quedar vecinas en la mesa donde se sirve el almuerzo. Se llama Ada Alvarado. Es larense. Tiene 70 años. Es la madre superiora del pequeño grupo de religiosas salesianas de Güiria y el alma dela Escuela.

Es la última en recibir las bandejas, de las que se sirve pequeñas porciones que come con gusto. Le gusta que le hagan preguntas sobre su trabajo. ¿Trabajo? Obsesión. Me entero de que la Escuela Técnica Popular María Auxiliadora es la única institución educativa en Güiria que ofrece menciones técnicas en Educación Media Profesional, lo que constituye un aporte inmenso a la comunidad puesto que la City del Golfo, cuya fecha oficial de fundación es el 8 de diciembre de 1767, tiene un solo liceo oficial.

Alguien ha considerado, arbitrariamente, que sor Ada no quiere vino. La han saltado en la ceremonia del escanciado, lo que la obliga a exigirlo con maneras educadas pero muy firmes. Hace señas para que cese el servicio cuando su copa está por la mitad de vino tinto. Resulta que el colegio donde estamos y que se ve tan espléndidamente organizado no pertenece a la congregación. Los espacios han sido cedidos en comodato y, además, ya son insuficientes para atender la alta demanda de cupos que reciben de las comunidades. En suma, están arrimados a un lugar demasiado pequeño para ellos. Se necesita una nueva sede. Claro que no tienen un cobre. Por suerte, tienen un magnífico terreno, “inversión solidaria” de la familia Ducharne Balliachi. Y cuentan también con el proyecto de arquitectura e ingeniería, aporte de Fundación Empresas Polar. Falta el dinero para construir la nueva sede. Sor Ada no puede ocultar su entusiasmo con el proyecto, del que habla como si fuera una realidad a la que sólo falta cortarle una cinta para instalarse en ella.

Explica que en la nueva sede –en verdad, un complejo de varios edificios- educarán, formarán y capacitarán más niños y jóvenes de los que atienden en la actualidad; y ofrecerán un espacio cultural y de desarrollo endógeno para las comunidades del municipio Valdez. La idea es impartir Educación Técnica Media en las siguientes disciplinas: Agropecuaria: Tecnología Pesquera,  Técnicas  de Alimentos; Industrial: Tecnología del Gas, Tecnología del Petróleo, Electricidad, Electrónica; Comercio y Servicios: Informática, Turismo, Mercadeo, Secretariado Ejecutivo; Salud: Promoción Social, Historia Médica, Laboratorio Clínico. Esto sin descartar otras menciones que se irán abriendo al ritmo de la demanda y necesidades de desarrollo local y regional.

El proyecto de la nueva sede es un sueño o un delirio, según se mire. Se trata, tal como pone el material informativo preparado por los salesianos, de una ciudad educacional con varias edificaciones independientes, separadas –o agrupadas- de acuerdo a su función.  En un terreno de31.123 metros cuadradosplanean construir11.687 m2, distribuidos en: área educativa; módulos de aulas, laboratorios y talleres; Módulo administrativo (incluida la biblioteca); área comunal; gimnasio de usos múltiple; gazebo (churuata de reuniones); tiendas, iglesia, comedor, casa de huéspedes; módulo residencial y urbanismo (incluye vialidad y paisajismo). Sin levantar la vista del plato, sor Ada asegura que todo eso se levantará en 18 meses, concluidos los cuales abrirán las puertas a 1800 alumnos.

-Qué chévere, digo, genuinamente maravillada por todo. ¿Y cuánto costará eso?

-Dieciséis millardos de bolívares –responde ella, atenta a un pedacito de tarkarí de pollo y con el tono de quien hubiera calculado la edad de Harry Potter cuando el malo le hizo la herida en la frente.

-¿De dónde van a sacar ese realero?

-En Venezuela hay mucha gente rica. Ya verás que todo el mundo va a colaborar y recogeremos el dinero.

¡Dieciséis millardos!, ¡vergueisius!, pienso. Ya me he volteado casi totalmente hacia ella, con todo y silla. ¿Estará loca?, llega el momento en que me conmuevo.

Con la piedad que suelen demostrar los verdaderos ricos cuando tienen al lado a un limpio que se ha quedado patidifuso al escuchar una suma inimaginable para su pobre cabeza de asalariado, la religiosa cambia el tema. “Siempre estoy diciendo que no se detengan a ver las cosas negativas, que si los jóvenes se emborrachan, que si los padres no colaboran lo suficiente con la educación de sus hijos… No hay que pararse en eso. Lo que hay es que procurar que tengan oportunidades”.

Miro su plato. La miro a ella. Miro un papelito donde está escrito su mail (ada_estela@hotmail.com) para que la contacten los interesados en echar una mano con la nueva sede. Necesita 16 millardos. En este momento no tiene ni un millón, está arrimada en un local, y expone su proyecto faraónico sin desviar la atención de los cuatro granos de arroz blanco que se ha servido. Aquí está pasando algo que no termino de entender.

-¿Por qué hace usted todo esto?

-Por amor a Dios.

Lo dice tan concentrada en el platico de postre que parece que lo está hipnotizando.

-… y en esos muchachos, que son mis hijos, y merecen la escuela que van a tener.

 

Publicado en la Revista Clímax, septiembre de 2007


3 comentarios en “Un mediodía en Güiria

  1. Asi caian antes las Bendiciones ,eso se decia asi :Bendiciones !,,,pero nuestras bendiciones pasaron de ser en especies para ser en retrogrado a lo menos cero ,es decir giordanizadas y con exponente.Opsss.Pronto! Regresaran las MUCHAS BENDICIONES, YA VIENEN EN CAMINO pero solo los que tiene ojos las veran……asi sea !amén !

  2. Estimada sra socorro leí con atención su relato realmente de muy buena factura, y leo con atención la esperanza de la madre superiora ellos construirán eso no importa si la madre fallece esa es la meta y la lograran tomo nota del correo de la madre y la ayudare a si sea con un granito de arena
    Quiero darle las gracias por dar a conocer esa bella obra además mi padre es de guiria. Los marcano battistini si quiere dele mi correo a la madre gracias saludos
    Gualberto marcano bigott

  3. Las hermanas,si se proponen algo, lo consiguen. Los actos escolares son fastidiosos, sobre todo, si son desconocidos quienes se graduan.

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