Milagros Socorro
Presidente de la empresa Datos I. R. (Information Resources, CA), especializada en estudios del consumidor y opinión pública, -que este año arribó a cincuenta años de operaciones en Venezuela-, Edmond Saade es el encuestador de confianza de los grandes empresarios y banqueros de Venezuela.
No es muy común verlo en la prensa ni participando en debates públicos. Y eso es quizá rasgo apreciado por sus clientes, quienes valoran muy altamente su discreción y apego a los hechos, virtudes que viene demostrando desde 1964, cuando ingresó a Datos, hasta hoy, cuando él y sus hijos son propietarios de la totalidad de las acciones de esa organización.
Economista graduado en la Universidad de Berkeley (California, Estados Unidos), donde hizo también el posgrado en la misma disciplina, Saade, que, por cierto, se distingue por la sencillez y refinamiento de su personalidad trato, fue elegido, en enero de 2006, presidente dela Cámara Venezolano-Americanade Comercio e Industria por un período de dos años.
-Este año –dice Saade sin asomo de titubeo- el país se fue de bruces: el consumo se siguió incrementando de una manera notable. Estamos hablando de que los mercados de productos de consumo masivo están subiendo entre 16% y 18%; y la misma carrera ascendente la siguen artículos como automóviles, televisores, línea blanca o línea marrón. Esto se debe a que tenemos una economía totalmente artificial, signada por controles de todo orden. Tenemos control de cambio y de precios, controles sobre el productor local y controles por parte de los invasores que afectan las propiedades privadas. Ante todo esto, el venezolano está experimentando la sensación de que la fiesta se está acabando porque la euforia del gasto público es indetenible y porque ante un crecimiento económico de cuatro años consecutivo se empieza a ver que el Gobierno no puede controlar la inflación. Ya se empiezan a ver grietas en el sistema. Poco a poco se está desincentivando al producto local, principalmente porque muchos de los precios sujetos a controles están por debajo de lo que a ellos les cuesta generar esos productos. Y, por otra parte, no hay ninguna seguridad para las actividades productivas ni para los productores. No hay ninguna iniciativa de protección para el sector y poco a poco sus inversiones se van secando. Un ejemplo: Estados Unidos invertía normalmente en Venezuela entre 300 y 400 millones de dólares al año, el año pasado bajó este monto a 19 millones de dólares. Esto es nada. Más, si se toma en cuenta que, en los últimos diez años, las inversiones de los Estados Unidos en Venezuela fluctuaban entre 700 y 800 millones de dólares.
-¿Qué pasó en 2007 en materia de inversión extranjera?
-Este año ha habido una desinversión de casi 8 millardos (8 mil millones) de dólares. En los tres primeros trimestres de 2007, la inversión extranjera directa, en general, (no sólo la proveniente de los Estados Unidos) cayó a sólo 317 millones de dólares, una cifra, como ya he dicho, inferior a la cantidad de divisas que Cadivi asigna en dos días. Se trata de un monto insignificante respecto a la economía de Venezuela y mucho más en el contexto continental. Piénsese que la inversión extranjera ha aportado a Colombia cinco mil millones de dólares entre enero y septiembre de este año; México recibió, solamente en el primer semestre, 13.244 millones de dólares; y en el mismo lapso, Costa Rica atrajo 819 millones.
Este año el Gobierno obtuvo el control de CANTV yla Electricidad de Caracas, adquiriéndolas de dos grandes empresas estadounidenses, Versión y AES Corporation, respectivamente. Asimismo, salió Exxon Mobil, Conoco Philips y unos diez o doce operadores petroleros más. Toda esa gente agarró sus equipos y se fue del país… llevándose su inversión. ¿Qué compensación tiene el Gobierno frente al efecto pernicioso que estas bajas tienen para la economía? Ninguna. El Gobierno está ocupado, principalmente, en la política y en mantener una economía al estilo socialista. Una economía, con ese estilo, en este siglo, y después del fracaso de unas 48 economías socialistas en el mundo, debería provocar una mínima reflexión acerca de lo que estamos haciendo en Venezuela en materia económica y de lo que cabe esperar.
-¿Qué diría usted que ha sucedido en materia económica durante el curso de este año?
-Ha habido un deterioro económico continuo contra el telón de fondo de una riqueza súbita provocada por unos precios petroleros, que han llegado al precio récord de cien dólares el barril. Lo que ha ocurrido es la antítesis del crecimiento económico y de la planificación. Estamos mandando señales negativas para el inversionista. No estamos invirtiendo lo suficiente en nuestra producción interna, tanto agropecuaria como petrolera. Estamos proclamando que nosotros sabemos hacer las cosas sin asistencia de expertos, de empresas o, en suma, de expertos en la materia. Esta es la fórmula que garantiza el fracaso. Y los indicios que ya vamos viendo son inflación, desabastecimiento, corrupción, un proceso de manipulación política, un populismo sin límites, con muchos elementos de demagogia.
-Este es el año, también, de la irrupción del movimiento estudiantil y de importantes fisuras en el oficialismo.
-Como decía Newton: “para cada acción hay una reacción igual y opuesta”. Hay fuerzas que están manifestándose en el país. El estudiantado irrumpió en la palestra pública porque el sistema que llegó a su quiebre a comienzos de los años 90 concluyó con la disolución del stablishment político del país, que había llegado a su cúspide en los años 60 y comienzos de los 70. Este sistema sucumbió a un proceso de deterioro entre otras cosas porque el liderazgo de los partidos tradicionales no buscó ni permitió una generación de relevo. Y, segundo, porque el país quedó enceguecido por la facilidad de los aumentos de los precios petroleros y nunca procuró nada parecido a una verdadera planificación, ni siquiera a corto plazo. Todo esto alimentó un déficit social que se fue acumulando hasta resultar insoportable.
-¿Ese déficit social fue solventado?
-No. Persiste pero está mucho mejor porque hubo alguien que se ocupó de esto y mandó a transmitir el mensaje del salvador del pueblo en materia de exclusión social y ayuda a los pobres. En alguna medida, se subsanó ese déficit social… pero, como cualquier ciclo, está llegando a su fin, porque normalmente el populismo, que se basa en repartir dádivas, tiene un límite en el tiempo. Mucho más, cuando esto se produce en el marco de una economía totalmente artificial como es la venezolana: monoproductora y dependiente de la producción petrolera. Se pretende que el petróleo cubra todas las necesidades del país pero por abundante que sea y por altos que estén los precios, el petróleo por sí solo cubrir las necesidades del país. Ni aunque el barril llegue a los 200 dólares. En fin, decía que en los años 90 desaparecieron, literalmente, los partidos del stablishment, vino Chávez como redentor con la aceptación de una buena parte de la sociedad y ahora, por primera vez, en el año 2007, el país está buscando alternativas, formas, fórmulas, para plantearse qué vamos a ser como país. En este marco, los estudiantes son un factor sumamente importantes. Las universidades, la gente pensante, la inteligentzia de Venezuela, están empezando a tantear otros modelos. Y es así como hemos llegado a una etapa de transición, en la cual el estudiantado está marcando la pauta.
-Da la impresión de que el presidente Chávez está determinado a imponer su proyecto a como dé lugar. ¿Podríamos estar en la inminencia de un evento desastroso?
-Yo no estoy de acuerdo nunca con esas percepciones de la realidad signadas por eventos y por catástrofes repentinas. Las cosas no son así. Los procesos de transición son secuenciales. Y los procesos políticos tienen un desenlace momentáneo pero lo más importante es el impacto que causan en la realidad y cómo este impacto va a penetrar el inconciente colectivo. Los países necesitan entender que cada uno de ellos pasa por procesos formativos, que suelen producir crecimiento y, a la vez, sufrimiento; que éstos son de la misma fuente y que sin sufrir no van a poder crecer. El sufrimiento enseña a dotar de valores básicos el crecimiento. Da la impresión de que Venezuela no ha aprendido a crecer como país, como sociedad; y parece que, por primera vez, está buscando concientizarse internamente. Ahora Venezuela quiere crecer y hay muchas manifestaciones que evidencian esta inclinación, esta necesidad.
-¿En qué usted ve esa necesidad de crecimiento que detecta en el país?
-La veo en el actual movimiento estudiantil. La veo también en la firme manifestación de las academias, que, por cierto, el país debería escuchar y valorar, porque es muy valiente e importante. En la posición dela Iglesia. Yno solamente en las posiciones políticas, vemos que hay, digamos, actitudes vivenciales, manifestaciones de valores, movimientos hacia la búsqueda de antecedentes históricos… la gente se está planteando muy seriamente si no será que el país perdió el norte, perdió su rumbo y no tiene ninguna dirección. ¿Será que los venezolanos no quieren a su país?, se preguntan muchos. Todos estos cuestionamientos, que están sobre el tapete en este momento, son progresistas, son difíciles en la coyuntura inmediata pero son positivos y serán curativos a corto plazo.
-¿Cree usted que este festín de consumo, al que se ha referido, pueda mantenerse en el año 2008?
-No. Todos los procesos, tanto los económicos como los sociales, tienen un comienzo, un apogeo, un plató [una meseta] y un declive. No es la primera vez que se produce esta fiesta de consumo en Venezuela. Nosotros siempre nos hemos vuelto locos cuando hay un alza notable de los precios del petróleo. Éste es el quinto ciclo petrolero que yo he visto, desde mediados de los años 50, cuando empecé a estudiar la economía de América Latina. A grandes rasgos, ha pasado lo mimo. La diferencia ahora es que la locura consumista se da en presencia de un mesías.
-Para resumir y concluir: usted diría que la marca más visible del año 2007 es el consumo desbocado y su correlato, la desinversión.
-Sí. No sólo este año. Han sido dos años de festín de Baltasar [alude a un relato del Antiguo Testamento en el que el profeta Daniel relacionó la caída de Babilonia con una bacanal celebrada por el virrey Baltasar, nieto de Nabucodonosor, en cuyo curso una mano invisible escribió en un muro un mensaje de difícil desciframiento que terminó significando la ruina de Baltasar y la pérdida de su reino]. Y mientras duran los festines, la gente se olvida de la realidad, de la esencia de su ser. Y esto es natural al ser humano, no se aplica sólo a Venezuela. La particularidad es que Venezuela ha sido un país de periódicos festines. En cada década se ha producido uno de esos festines; pero nuestra memoria colectiva es muy corta. Y nuestro espacio de atención a los problemas también es reducido. Así como la moda, la apariencia física, verse bien, son asuntos tan importantes en Venezuela, del mismo modo el involucramiento con el día a día de lo que ocurre en el país parece ser un asunto de modas. Me temo que Venezuela es un país muy superficial. Nosotros creemos que Dios es venezolano y que, en el último momento de nuestro sufrimiento, Dios vendrá a salvarnos, a resolver nuestros problemas.
-¿A qué atribuye semejante distorsión de la realidad?
-Al papá petróleo, quien nos ha enseñado eso. Cuando estamos en la carraplana y con el agua al cuello, sube el precio del petróleo y la cosa se parapetea. Hace unos años, un amigo mío me hizo ver que, cuando hay poca gente en los restorantes, hay una actitud sana en Venezuela, pero cuando empieza a fluir la caña, es señal de que algo pernicioso está en marcha. Eso es cierto. Lo que ocurre es que en esos festines se nos olvida el país.
-El 2007, ¿será un año perdido?
-No. Será el año en que, por primera vez en mucho tiempo, estamos viendo pequeñas luces al final del camino.
-¿Y qué ve en el futuro inmediato?
-Tengo la impresión de que la gran mayoría de los venezolanos se detendrá a considerar su rol y a preguntarse qué está haciendo por su país. En estos momentos tan cruciales, Venezuela está exigiendo a sus hijos acción y compromiso con el destino del país.
Publicado en la Revista Clímax, enero de 2008