Milagros Socorro
1. Carmen Victoria Pérez: no es asunto de tecnología sino de glamour
Emblema de sobriedad, elegancia y profesionalismo, Carmen Victoria Pérez imprimió su sello a una época de la televisión venezolana, en su rol de presentadora de grandes espectáculos musicales. Conocida como “La Flaca”, su voz, ronca y entrañable, es el sonido más cabal de un país que aspiraba a la modernidad y tenía en la decencia un valor fundamental.
-¿Cuál cree que ha sido el momento estelar de la televisión venezolana ?
-El de sus inicios, aunque parezca increíble. Esa mística y respeto por parte de todos los involucrados en la imagen que se difundía a través de la pequeña pantalla nos llevó a muchos a soñar con formar parte de ese staff. Estoy hablando de la época en que se transmitía Valores humanos, con un Arturo Uslar Pietri que nos enseñaba el valor de la ilustración; un teleteatro que nos traía obras maravillosas; una Paula Bellini que cantaba El Ballón de Ana, era la animadora del momento y nos marcaba el camino del espectáculo; una Radio Rochela verdaderamente graciosa, incluso edificante, gracias a la producción de Tito Martínez del Box, quien enseñaba que el crimen puede no ser una vulgaridad, pero la vulgaridad siempre es un crimen. El irrepetible Renny Ottolina, el ciclo galleguiano (serie de dramáticos unitarios basados en adaptaciones de relatos escritos por Rómulo Gallegos); un José Ignacio Cabrujas, un Salvador Garmendia… Todo esto y todos éstos son parte de esa época.
-¿Podría precisar en qué años se produjo esa etapa de oro?
-Estamos hablando de los 60 y algo, pero claro, hubo la etapa entre 52, año en que llega la televisión a Venezuela, y el 58, un periodo en el que yo solo era espectadoras del maravilloso Invento. No formaba parte de él.
-¿Considera que Venezuela tiene condiciones propicias para una televisión de calidad?
-Talento artístico, al menos, ha sobrado en todas las épocas. No olvidemos que en los años 80 se produjo una importante exportación de telenovelas venezolanas, realizadas por Radio Caracas y Venevisión. Sólo en 1986, Radio Caracas obtuvo 12 millones de dólares por sus ventas en el extranjero. Ahora somos importadores de dramáticos. Y no porque no tengamos escritores, actores y, en general, talento. Si no se está haciendo televisión de calidad la culpa no es de los artistas, actores, presentadores y locutores profesionales.
-¿Cuál ha sido su época dorada en la televisión?
-Puedo afirmar que mi gran momento no fue aislado sino que se prolongó desde mis inicios, en 1962, cuando entré a Radio Caracas Television, de la mano de Alfredo Ferrara, gerente de Producción de esa planta. Mi primer trabajo fue en la oficina de Renny Ottolina, un auténtico mito para mí y para todo el país. Yo había conocido a Renny antes, cuando yo tenía 17 años y asistí a un casting para ingresar al grupo de baile de su show, pero mis padres me lo prohibieron. Así que tuve que esperar hasta los 21, cuando recibí esa llamada de Ferrara que cambiaría mi vida. Llegué a la oficina de Renny como secretaria y terminé compartiendo con él la animación del premio Ronda. No puedo expresar con palabras lo que eso significó para mí (y hubiera significado para cualquier venezolano). Mi gran etapa la marcó también Aldemaro Romero, quien insistió en que mi lugar era la animación de grandes espectáculos; y Joaquín Riviera, quien me dio la oportunidad de animar al evento más esperado del año, que presenté por diez años consecutivos: el Miss Venezuela. En 1978 fui la presentadora del festival dela OTI, visto por donde 68 millones de espectadores. Esa noche fui la mujer más vista en el mundo. Poco después viajé a Madrid y, al entrar a la tienda Loewe, la vendedora me dijo: “Oiga, ¿no es usted la chica OTI? “.
Tuve la suerte de mantenerme centrada en lo mío. Alguna vez hice modelaje de pasarela pero mi carrera estuvo siempre focalizada en la animación. Un día bajé a la gerencia de Producción de RCTV a conversar Alfredo Ferrara y comentarle de mis aspiraciones de convertirme en actriz. “Cuando se tiene una voz como la suya”, me dijo tras escucharme con atención, “lo que hay es que estudiar y prepararse para ser locutora y animadora”.
¿Cómo definiría el actual momento venezolano en televisión?
-Deplorable, patético, vergonzoso. Con una sociedad de cómplices que pone, en manos de cualquiera, un micrófono, incluso para que exhale bocanadas de estiércol. Claro, todavía quedan excepciones.
-La época de oro de la televisión nacional se produjo, entonces, cuando se contaba con menos posibilidades tecnológicas. ¿Cómo es posible que, teniendo a su disposición tantos adelantos técnicos, la TV sea, a su juicio, inferior a la del pasado?
-Porque no se trata de tener lo más avanzado en tecnología. Se trata de fusionar eso con la mística, la creatividad, el glamour, la inventiva, en suma, la decencia y el respeto que merecen quienes nos permiten entrar a su casas y dirigir mensajes a sus familias.
2. Simón Alberto Consalvi: 1936, el gran año de transición
Simón Alberto Consalvi, escritor, historiador, director de El Nacional, ex canciller de Venezuela
-¿Cuál fue la edad de oro de Venezuela en el siglo XX?
–Si pensamos en las diferencias abismales entre despotismo y democracia, no abrigo dudas: lo más cercano a “una época dorada” fue 1936, el gran año de transición, cuando por primera vez en el siglo Venezuela respiró aires de libertad. Regresaron los desterrados, entre ellos los estudiantes del 28; nunca se había llevado a cabo un debate político de tanta diversidad y riqueza como entonces. Cuando hubo amagos de censura, la reacción de la sociedad fue unánime, y los periódicos fueron a la huelga; el 14 de febrero fue una de las grandes jornadas de afirmación democrática de que se tenga memoria. Con todos los problemas imaginables en un país que venía de 35 años de dictadura, el cambio no tuvo paralelo. López Contreras se esmeró en convencer al país de que venía a gobernar como un magistrado que creía en la democracia. Para demostrarlo, decidió reducir su periodo presidencial de siete a cinco años. Aun en medio de turbulencias, y por coincidencia del gobierno y oposición, se echaron las bases (imperfectas) del régimen democrático.
-¿Las épocas doradas dependen de los líderes o de las masas?
–Como lo demuestra la historia, y sobre todo la europea, son los líderes los que influyen y mueven las masas, o las enloquecen como Hitler y Mussolini; de ahí que piense que es a los líderes a quienes debemos los buenos y malos momentos. Cuando Churchill ofreció a los ingleses “sangre, sudor y lágrimas”, fue uno de los mejores momentos de Inglaterra, aunque no de los más felices. Así son los líderes. Es Rómulo Betancourt, con el rostro quemado, los labios sangrantes y las manos envueltas en gasas blancas, quien marca un momento estelar de la democracia venezolana tras el atentado de Los Próceres, cuando pide a los venezolanos tranquilidad y confianza.
-Cuando los países atraviesan una buena época, ¿es evidente para las masas o éstas no lo perciben?
–Cuando se atraviesan épocas de bonanza, la gente no piensa sino en el disfrute. La consigna de campaña de Herbert Hoover en Estados Unidos, en un momento de afluencia, fue: “Todos seremos ricos como Hoover”. Era el más grande millonario del mundo. La bonanza enloqueció a la gente, y al poco tiempo vino el Gran Crash de 1929, y todo el mundo se arruinó. En Venezuela hemos tenido buenas épocas, pero las hemos dilapidado.
-Usted, ¿ha tenido como político un momento estelar?
–No, en lo personal; creo que lo de estelar va más allá de lo individual, a menos que uno sea el protagonista. Sí los he tenido en lo colectivo, vinculado naturalmente a mis sentimientos, a mis ideas, y a mis idealismos. La elección de Rómulo Gallegos fue uno de esos momentos. Yo era muy joven, pero consideré aquello como algo extraordinario para un país de historia cuartelaria. Su caída nos remitió a la realidad, a la verdadera Venezuela. De la euforia civil pasamos a la resistencia clandestina. Al aprendizaje brutal, al rescate del país, a un momento estelar prolongado que se extendió desde el 24 de noviembre de 1948 hasta el 23 de enero de 1958. Fue una batalla estelar prolongada, y en ese sentido, sí, participé en la resistencia, la cárcel y el exilio.
-¿Cómo definiría el actual momento venezolano?
-Soy un lector de Pocaterra. De Las memorias de un venezolano de la decadencia. Me sé de memoria algunos capítulos de esas Memorias. Con esto quiero decir que he descendido a los infiernos de las dictaduras de Cipriano Castro y de Juan Vicente Gómez. Que parto de ese conocimiento para decir que prefiero a Castro y a Gómez frente a Hugo Chávez Frías. Aquellos eran dictadores como Dios manda. Eran dictadores “autónomos”: no trataron de importar un sistema totalitario anacrónico e imponerlo en Venezuela. Gómez hizo esfuerzos por organizar la hacienda pública. Chávez destruyó lo que se edificó en un siglo. Gómez consideraba que el petróleo era de él, y Chávez también, con la diferencia de que ahora los ingresos son millones de millones, cuando Gómez era unos cientos de millones. Gómez simulaba entregar cuentas, Chávez no lo hace. Venezuela vuelve a ser administrada como una hacienda personal. En diez años, Chávez ha malversado un millón de millones de dólares. Controla los poderes del Estado como no lo hizo Gómez. Quiere ser el libertador de América Latina. Quiere proclamarse, como Castro y Gómez, presidente vitalicio.
-¿Con qué otro momento venezolano compararía usted el actual?
–Con ninguno. Quizás en la época dinástica del monagato se dieron síntomas como los actuales, pero en su versión rural y decimonónica. Ahora atravesamos la peor etapa de la historia venezolana. Vivimos el tiempo del desprecio. Desde el poder se denigra de todos los venezolanos. Desde el poder se aniquila al adversario, o al que sin serlo exactamente, se atreve a disentir. Desde el poder se expropian los recursos del Estado, Chávez los privatiza, es el gran privatizador de todos los tiempos. Ha arruinado a todala Nación. Hoyel Estado venezolano se llama Hugo Chávez Frías.
3. Enrique Larrañaga: para construir hay que proyectar
Arquitecto, graduado en 1977 enla Universidad SimónBolívar, donde ejerció como profesor por más de 28 años, hasta su retiro en 2006. Tiene una Maestría en Diseño Ambiental de Yale University (1983) y mantiene una intensa actividad como profesor invitado y conferencista en distintas universidades de Venezuela y el exterior.
-¿Cuál ha sido el momento estelar de la arquitectura en Venezuela?
-Me luce inapropiado hablar de un momento estelar dela Arquitectura en Venezuela. En su lugar, nombraré cinco:
– El guzmancismo, con su muy provinciano rechazo a lo provinciano, marca la primera inflexión notable en la arquitectura de Caracas, que abre la puerta a eventos que luego tomarán otras formas, como la dispersión urbana (inaugurada con El Paraíso, convertido hoy en un infierno…), el puente de entrada a El Callao o el Mercado de Maracaibo.
– El postgomecismo, con “El Silencio” como la manifestación más clara de pensar la ciudad en términos distintos y cohesivos, pero también con el programa de Escuelas Públicas, que produjo varios de los más bellos edificios con que todavía contamos y, sobre todo, introdujo la noción de edificio público como algo más que edificio del Gobierno, es un período fundamental que ha sido injustificablemente menospreciado.
– Lo que llamamos “los años50”, que en realidad van como del 48 al 63, son de una importancia tan determinante y obvia que ha terminado por opacar los otros períodos que menciono.
– La fase que podríamos llamar del desarrollismo o de la obsesión infraestructural produce obras de ingeniería que yo reclamaría para el universo arquitectónico por su fuerza icónica en el espacio urbano, como el grácil puente de Angostura, los ceremoniales pórticos del Puente Rafael Urdaneta y la montaña rusa del distribuidorLa Araña.
– Un período, quizá aún muy cercano y hoy teñido por manipulaciones, que llamaría el “post-Fundayacucho temprano”, no sólo en la arquitectura (lo hecho en esos años en arquitectura interior me parece más importante que sus edificios) sino por la sofisticación general (moda, diseño gráfico, gastronomía, etc.) que, de la mano del consumismo desenfrenado, penetra nuestra sociedad de modo determinante.
-¿Cuál cree que es el factor de mayor influencia para que se produzca un edad de oro en la arquitectura?
-Cada uno de los períodos que he listado tenía su propia y muy marcada ilusión de futuro, alguna forma de proyecto compartido de país posible, sin el cual es impensable embarcarse en la complejidad (social, física, económica, temporal, operativa e multidisciplinar) de un proyecto. Para construir hay que proyectar, que es una forma de soñar; y es imposible hacerlo sin una convicción casi ingenua sobre la posibilidad de un futuro mejor y aún más pasión por hacerlo real.
-¿Considera que alguna región del país tiene condiciones especialmente proclives para que se desarrolle una arquitectura ejemplar?
-Que me perdone el resto de mis compatriotas, pero creo que el clima, luz, geografía, vegetación, multiplicidad y sensualidad de Caracas son insuperables.
-¿Podría mencionar sus edificios favoritos en Venezuela?
-Anoto doce de mis edificios favoritos, en orden (creo) cronológico, no de preferencia:
• Cuadra de Bolívar, por la riqueza de su sencillez.
• Las galerías de Ciudad Bolívar al borde del Paseo Orinoco, por su frágil contundencia.
• El Capitolio Nacional, por su pomposidad desenfadada y su academicismo tan poco riguroso.
• El Silencio, por su importancia ciudadana.
• El Centro Simón Bolívar, por su voluntad metropolitana.
• El Conjunto Central dela Ciudad Universitaria, por la alegría de estar vivo que inspira cada rincón.
• Residencias Palic (Altamira), por su sereno manejo del oficio.
• Edificio Atlantic (Los Palos Grandes), por la seductora belleza de las utopías que convoca.
• Residencias Altolar/Loma Verde (Bello Monte), por su transformación de componentes funcionales en oportunidades poéticas.
• Banco Central de Venezuela, por la sensibilidad contextual de su presencia institucional.
• Corporación Venezolana de Guayana (Puerto Ordaz), por su sugerente entonación entre monumentalidad y ligereza.
• Las nuevas aceras dela Avenida Miranda, por la calidad de su diseño y la pertinencia de su propósito.
-¿Cómo definiría el actual momento venezolano en materia de arquitectura y urbanismo?
-La arquitectura y el urbanismo venezolano actuales viven un momento “sí, pero”: hemos ganado en conciencia sobre la importancia cívica de la ciudad pero la agredimos con saña repotenciada. Hemos rescatado la importancia de lo vecinal y su organización, pero a veces parece que a costa de olvidar lo ciudadano y su complejidad. Contamos con más profesionales de formación más completa pero pocos resultados concretos lo demuestran; disponibilidades técnicas insospechadas derrochadas en pedanterías inanes; arcas públicas repletas y obra gubernamental inexistente o muy pobre; y, quizá lo peor, conciencia compartida de la gravedad del momento que parece traducirse en una urgencia de escapar de nuestros espacios en lugar de hacer algo por ellos….
Publicado en la Revista Clímax, noviembre de 2008