Milagros Socorro
Pocas oficinas del país son tan amplias y elegantes como la del titular del rectorado dela Universidad Centralde Venezuela. No es de descartar que haya alguna más grande o revestida de mármoles y granitos arrancados de hermosas vetas, pero probablemente ningún despacho venezolano combina como éste la generosidad de las dimensiones con la nobleza de los materiales de construcción y decoración, así como la luminosidad natural y un aire que rebasa el refinamiento en el diseño arquitectónico para ingresar en el ámbito del arte.
La “oficina del rector”, -como era llamada hasta que se convirtió en “oficina de la rectora”, con la llegada a ese cargo de su actual ocupante, la profesora Cecilia García Arocha (Caracas, 1953), quien se posesionó el 4 de agosto de 2008- se encuentra en el primer piso del Edificio del Rectorado, emplazado, desde el plano de Carlos Raúl Villanueva, en un lugar de dominio sobre el campus. En la actualidad, esa primera planta es compartida por la principal autoridad dela Universidadconla Secretaría, mientras en la planta baja se encuentran las dependencias técnicas (como Control de Estudios); el segundo piso alberga a los vicerrectorados Académico y Administrativo; y el tercero es sede dela Consultoría Jurídicay el departamento de Recursos Humanos. Esa es su densidad: un edificio de tres plantas., de aproximadamente mil metros cuadrados cada una.
Para llegar hasta la oficina de la rectora se discurre junto a muros recubiertos de cuadrados de vidrio italiano, pintados, en cada piso, de un color diferente. El despacho, diseñado, como todo, por Villanueva, ocupa unos180 metros cuadradosen los que se han hecho pocas intervenciones desde su inauguración en los primeros años 50.La Ciudad Universitariafue construida según el proyecto del arquitecto venezolano Carlos Raúl Villanueva, entre 1943 y 1960, en los terrenos de la hacienda Ibarra, propiedad donada por Simón Bolívar a la antigua Real y Pontificia Universidad de Caracas, luego de su reorganización bajo los estatutos republicanos que la convirtieron enla Universidad Centralde Venezuela.
Los estudios para la realización del nuevo proyecto comenzaron en 1942, bajo la presidencia de Isaías Medina Angarita. Tras considerar varios lugares, se escogieron los terrenos de la hacienda Ibarra con la idea de que sería el sitio ideal para conectar al nuevo centro geográfico de Caracas alrededor dela Plaza Venezuela.En octubre de 1943, el general Medina decretó la creación del Instituto Autónomo dela Ciudad Universitaria, organismo adscrito al Ministerio de Obras Públicas, encargado de coordinar la construcción del campus universitario; y delegó en Villanueva la tarea de ser el único arquitecto del conjunto, lo que implicaba la oportunidad aplicar sus ideas de integración del arte con arquitecturas en gran escala. Fue así como el notable caraqueño, formado enla Escuelade Bellas Artes de París, inició una fructífera colaboración con los artistas que se sumaron al desarrollo de su obra, que sería supervisada por el propio Villanueva hasta fines de los 60, cuando su menguada salud le impuso el alejamiento del proyecto, que aún contaba con algunos edificios en fase de diseño.
El 2 de marzo de 1954, se inauguró parcialmentela Ciudad Universitaria, que debía reunir en un solo complejo a la facultades, escuelas e institutos, entonces regados por toda la ciudad debido a que la población estudiantil había desbordado la capacidad del Convento de San Francisco, (actual Palacio de las Academias), sede dela UCVpor casi 100 años. Aquella inauguración, coincidente con la celebración dela X ConferenciaIberoamericana en Caracas, dejó instaladasla Plaza Cubierta, el Aula Magna yla Biblioteca Central.Todavía falta algún tiempo para la terminación del Edificio del Rectora. Y ésa es la razón por la que el primer rector que se instaló en el flamante espacio fue Emilio Spósito Jiménez, cuyo mandato transcurrió entre 1956 y 58.
No tocar: era de Vargas
Después del doctor Spósito Jiménez, el despacho rectoral sería ocupado por 14 catedráticos, incluyendo a la doctora García Arocha. Y ninguno hizo intervenciones en la soberbia arquitectura del lugar (alguna vez se dijo que Edmundo Chirinos, rector entre 1984 y 88, había introducido cambios con el objeto de instalar un jacuzzi en el baño, pero no hay trazas de este cambio). Las remodelaciones han sido periféricas, de manera que la estructura permanece intacta. Al entrar a la oficina, se percibe la impactante apertura de sus espacios y su refinada iluminación. Tanto las paredes como el piso están recubiertos de madera.
El despacho del Rectorado tiene varios espacios: el más singular es el conformado por el escritorio (y la silla) de José María Vargas, rector de 1827 al 29. Estos muebles están aislados por un cordón dorado, que impide el acercamiento de los visitantes a las reliquias, al tiempo que dota al rincón un aire teatral. Es bueno recordar que José María Vargas fue el redactor, con Simón Bolívar y José Rafael Revenga, de los Estatutos Republicanos dela Universidadde Caracas, que la dotaban de plena autonomía, carácter secular, rentas y democracia. Este documento fue escrito el 24 de junio de 1827, durante la última visita del Libertador a Caracas, ocasión que aprovechó para donar las haciendas de Chuao, Cata y Tácata ala Universidadpara que le sirvieran de sustento económico. Inspirado por semejante ejemplo, Vargas legaría posteriormente dos casas para quela Universidadlas alquilara y usara el producto del arriendo para premiar a los mejores estudiantes y estimular la investigación. Asimismo, legó su escritorio, en el que destaca la primorosa talla en madera; y la silla, acompañante un poco basto, que no parece corresponder con el escritorio, y que podría describirse como un mueble de paleta con líneas curvas. No luce muy ergonómico que digamos.
Detrás del escritorio y la silla se encuentra una vitrina, desprovista de interés en sí misma, donde reposan varios libros y medallas. Entre los tomos puede mencionarse el Libro de Claustro (libro de actas del Consejo Universitario) y una donación de Bolívar, cual es el libro “Opere”, (sobre operaciones militares), de Raimondo Montucuccoli, Tomo Primero, Milano, Por Luigi Mossi, 1807. Carente de iluminación, lo más importante de este anaquel es la escribanía de Vargas, un juego de tintero de plata y cristal , que ha debido ser muy costoso. También se atesora allí la toga del doctor Francisco de Venanzi, rector entre 1958 y 63. El gabinete del doctor Vargas está flanqueado por dos aparadores (muebles cuadrados con paredes y puerta de vidrio), pintados de dorado y de indescriptible mal gusto, que nadie sabe cómo fueron a parar allí. En una esquina, muy cerca del grupo descrito, está el reloj de péndulo o reloj campanario, que estaba en la sede de San Francisco, una bonita pieza, estupendamente bien conservada, hecha por Gathmann Hermanos, en Caracas.
Frente al recodo vargasiano, alguien con mucha iniciativa –y ningún control del Consejo de Preservación y Desarrollo dela UCV(COPRED) dependencia encargada de velar por la preservación de su patrimonio edificado- mandó a poner un juego de recibo, compuesto por tres sofás (dos laterales, de tres puestos; y uno central, de cuatro), color ratón, confeccionado en semicuero acolchado, tachonado de botones. La escogencia de este mobiliario es tan arbitraria, tomando en cuenta la solera del recinto, que para describirlo baste decir que parece sacado de la escenografía de una película de Román Chalbaud. Los sofás están flanqueados por dos mesas de mármol; una de ellas, atestada de figuras del Quijote hechas con tornillos y tuercas, que serían muy feas en cualquier parte, pero en la obra de Villanueva, a decir dela UNESCO, «ejemplo sobresaliente de la realización coherente de los ideales urbanos, arquitectónicos y artísticos de principios del siglo XX”, resultan pavorosas. Nadie pudo decirnos cómo se colaron las adocenadas figuras en la oficina del rectorado. Lo único seguro es que ya estaban allí cuando entró por esa puerta Ceilia García Arocha, una de cuyas prioridades como rectora es la de revertir “el lamentable deterioro físico dela Ciudad Universitaria”, como declaró a pocas semanas de iniciado su mandato. No está demás traer a colación el hecho de que en 2010 vendrá una comisión dela UNESCOa hacer una inspección de rutina, dada la condición dela Ciudad Universitariade Patrimonio Cultural dela Humanidad, concedido en 2002, año, por cierto, del centenario del nacimiento de Villanueva.La UCVes el primer campus en América Latina en recibir esa distinción.
Como amontonados por un naufragio
Otro elemento de fuerte atracción es la galería de retratos de los rectores que ha tenidola UCVdesde 1725, fecha de su fundación, cuando su destino era regido por el presbítero doctor Francisco Martínez de Porras. Han sido, en total, 115 titulares. Pero no todos están representados en el inventario pictórico. Hay 39 cuadros (y tres más, de Bolívar, Andrés Bello y José Gregorio Hernández, así como un busto de Bello), con las figuras de rectores del siglo XIX hasta ahora, aunque Cecilia García Arocha todavía no integra la pinacoteca. Los 22 primeros fueron pintados por E. Wolterbeck, a partir de fotografías; los siguientes nueve son obra de Alfredo Rodríguez; uno (Luis Fuenmayor Toro) fue pintado por Galeandro; tres, por Blasco; y los dos últimos, Giuseppe Giannetto Pace y Antonio París, fueron captados por Primi Manteiga, quien no destaca por su talento, su sobriedad o su sentido de la ocasión. El visitante se pregunta, ¿por qué persistirán en el hábito de encargar sus retratos a pintores, sobre todo cuando son de medio pelo, habiendo en Venezuela tan buenos fotógrafos?
La sucesión de pinturas termina en los altos de la pared sobre la que se recorta lo que constituye propiamente el lugar de trabajo de la rectora. En este punto, García Arocha tampoco ha añadido absolutamente nada, salvo las numerosas fotografías de familia que ha distribuido en dos de las mesas. Los muebles de los rectores dela UCVdan la impresión de haberse amontonado a consecuencia de un naufragio, tan escasa es la planificación que se adivina en su acopio. El escritorio es una especie de camastrón con superficie de mármol veteado. Con más ínfulas que diseño, el pesado mueble tiene, eso sí, un par de gaveteros de cierta gracia, con cajones delgados y dotados de cerraduras. A la izquierda de la rectora hay un mueble cuadrado, que ocupa mucho puesto y no se sabe muy bien para qué puede servir. A la derecha, un mueble cuyo pariente más cercano podría ser un ceibó, que también debe estar destinado al archivo de papeles; es poco funcional, pero bonito y modesto, podría provenir de Decodibo. Los tres muebles no tienen ninguna relación entre sí, de manera que no hay forma de saber cuál fue el criterio para ponerlos en convivencia. Sobre el mueble graciosillo, el que tiene un remoto aire de familia con Bauhaus, está un televisor.
La silla de la rectora podría hallarse en cualquier otra oficina. De hecho, creo haber visto una igual en la presidencia de Gadema (Ganaderos de Machiques). Es una silla pomposa y muy probablemente enemiga de la columna. Sobre ella está colgado un retrato del Libertador empuñando un bastón de mando, que seguramente es alegórico de aquel último Bolívar que recorriera las calles de Caracas, el de 1827 que dijimos antes. Lo firma Ramón Campos. Está escoltado por dos banderas: la de la república y la de la casa que vence la sombra (con el sello dela Universidaden raso amarillo, el color de medicina, facultad de la que ha salido la mayoría de los rectores). Ante el escritorio, como dispuestas para la visita, hay unas hermosas sillas de madera y mimbre. Tienen toda la pinta de Capuy.
Y, para completar el cuadro, el cuarto ambiente. Pegado al ventanal hay una mesa de juntas, compuesta por cuatro grandes rectángulos de madera pegados. Y, sobre ellos, igual número de paneles de vidrio. A su alrededor, sillas de madera con asiento y espaldar de cuero, de aspecto común. Ningún decorador intervino en su escogencia. En la pared izquierda, conforme la rectora se sienta de cara al espaldar, se despliega una obra de Héctor Poleo. Se trata de un mural al fresco de colores suaves. Figurativo, de inspiración simbólica, alude a los diferentes oficios.
Los techos conservan el plafond original, hecho con un material sintético, liviano, agujereado como una criba, muy estético. Está bordado con veinte lámparas de neón, de absoluta pertinencia. Un techo minimalista, impoluto, como imparcial. Muy bello en su sencillez.
La oficina de la rectora dela UCV, como todala Ciudad Universitaria, es un monumento vivo y latente, cualidad a la que puede atribuirse esa suerte como de tumulto sin concierto con que se han ido llenando sus espacios. Ese batiburrillo estaba allí cuando llegó la ex decana de Odontología y ex Secretaria dela UCV, a quien puede acreditarse la pulcritud que reina en el lugar.
La tropa masculina que ocupó ese sitial durante casi tres siglos antes que ella, ¿mantendría esa oficina tan limpia y reluciente?
Publicado en la Revista Clímax, abril de 2009
Me suena a pura envidia, que perdida de tiempo!
Faltó una foto de ese despacho de nuestra querida Rectora. No lo conozco.
Excelente y detallada descripción .Soy egresada de la UCV y trabajé alli durante 30 años.Tuve la oportunidad de conocer ese imponente recinto y me dejó tan impactada su solemnidad que no apreciar en ese momento
todos los detalles.
Muy buena la descripción. Pero una imagen dice mas que mil palabras.