Risitas en el gabinete / El Nacional, 25 de octubre 2009

Risitas en el gabinete

 Milagros Socorro

 El gesto, cuando es fallido, puede producir mucha desazón: abrir el grifo y que no salga más que un silbido lejano o esa especie de crujido en las resecas tuberías. Es desesperante. Se ha regresado a casa tras la agotadora lidia con la cotidianidad venezolana, la violencia, el caos, la inflación, la ausencia de la institucionalidad y del Estado (como no sea para reprimir), el calor; se acude al lavamanos como si de allí brotara un filtro reparador. Y no sale nada. Pero lo peor es que no habrá agua hasta mañana. O no llegará en varias días. Puede producirse un mínimo suministro que no alcance para nada. En fin, estamos ante un problema muy grave, que acogota a la población, demuele su calidad de vida, asedia su salud, disminuye su productividad y, en general, su rendimiento. Es un auténtico azote, que va a estallar contra las espaldas de las clases medias y populares. ¿Y cuál es la respuesta del gobierno para este mal que, en los once años de su nefasta hegemonía, se ha acentuado hasta el constituir un drama que ni el propio régimen puede negar o atribuir al relato de los medios? Pues, lo de siempre: improvisación, insensibilidad para el sufrimiento de las masas venezolanas, ineptitud, los estúpidos comentarios de Chávez –reveladores de su ignorancia del problema e indolencia frente a quienes lo padecen-, y las manifestaciones de celebración de los ministros.

 El miércoles vimos la apoteosis de esta conducta habitual. Ante el país sediento, concurre el mandón a hacer chistes con su acento cubano, llevando al paroxismo lo que Miguel Ángel Bastenier, editorialista del diario El País, de Madrid, alude como “el aspecto apayasado y folklórico del personaje”. Y, desde luego, todo gira en torno a él, al tiempo que emplea en sus abluciones, para las que nunca falta el agua, por cierto. Y la solución que ofrece a un pueblo urgido de atención, de respuestas, en suma, de respeto, es crear otro ministerio, el de Energía Eléctrica. ¡Esto, al tiempo que deplora del derroche y habla de dar ejemplo de ahorro! Como si alguno de los despachos montados sobre la marcha, sin planificación, sin estudio y sin contraloría hubieran contribuido a solucionar uno solo de nuestros problemas. Como si hubiera hoy en Venezuela un ministerio que no estuviera plagado de patiquines, uniformados de rojo o disfraces del che guevara, presumiendo de asesorías, bonos y blackberries pagados por el Estado.

Mucho ha circulado el video que recoge la imagen de Chávez, en “consejo de ministros”, haciendo chistes de vergonzosa puerilidad e imitando los modales de la morralla habanera que lo rodea (y terminará abandonándolo cuando la conga tuerza hacia los tribunales). Todo esto con el paisaje de fondo de un país sin agua, con apagones constantes, librado a una crisis sanitaria de portentosas dimensiones y literalmente acosado por el hampa.

 Y ahí están grabadas también las risas de los ministros en forzada reacción a las ocurrencias del jefe. Si el video es patético, esas risitas, falsas, deshilachadas, como desafinadas, rayan en lo trágico. La escena es un tópico al que el cine suele acudir: el capo se las da de gracioso y sus lugartenientes están obligados a celebrar sus salidas. E igual que Chávez, montando su show de a locha a costa de las necesidades de los venezolanos, la mayoría de las burlas del capo se ceban contra las víctimas. “Lo hubieran visto”, dicen los padrinos cinematográficos, “chillaba como un cochino”, “después de enterrado sacó una mano, la vi por el retrovisor del carro, en la mitad del camino”. Cada comentario seguido por un coro de carcajadas. Con ese tono, Chávez hizo mofa de los pobres venezolanos que pretenden cantar en la ducha.

En medio del jolgorio, la imagen televisiva se amplía para que el país contemple a los ministros en alegre cumbre; y en el fondo puede verse uno, vestido de rojo, dando cabezazos de la risa. Los aprovechados sacando fiesta al memo. Ahítos de negociados, rebosantes de plata súbita, los incapaces lo son para todo menos para adular al necio que reparte privilegios y cobra en moneda de sumisión y lisonja.

Chávez hablando de cómo se lava la boca fue nauseabundo, pero las risas de los ministros, esos resuellos de hiena, eso fue peor: es escandalosa evidencia de la deriva en la que andamos y la calaña de quienes empuñan nuestro destino.

 El Nacional, 25 de octubre de 2009

 

 

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