Asuntos nacionales
Hemos desarrollado un erótica de la vergüenza ajena; porque lo cierto es que ante cada salida del Babieca de la gorra experimentamos desesperación y angustia punzante, al tiempo que nos damos golpes en las rodillas para celebrar ruidosamente el logro en materia de bufonería. Mientras tanto, los problemas siguen allí, arrinconados y desatendidos, porque los funcionarios del gobierno están sacándole rizos a la macolla de necedades para enmendarle la plana al jefe y el interés colectivo se entretiene en hacer chistes del material segregado por el bobo solemne. La polarización ejerce una letal imantación de los puntos de vista y los desactiva. Las risitas, la joda, la mamaderita de gallo es infinitamente menos riesgosa que el debate y el examen de los problemas.
A finales de octubre, el Gobierno admitió por fin que estamos ante un grave déficit de agua y energía eléctrica. ¿Cuál fue la opción de Chávez ante el descalabro?, como siempre, eludió el conflicto y lo banalizó proponiendo el “baño comunista”, acudió al expediente del centrar el mundo en su persona explicando cómo se baña él para terminar sacando a la pasarela su acento Luyanó al asegurar que con su método, supuestamente muy ahorrativo, no queda “hediondo”. Sí, la mentecatez propiamente dicha, pero el país se quedó enmarañado en esto y no procedió, como era –es- lo que correspondía: diseñar un plan de emergencia, detectar dónde están las fugas de agua y energía por derroche y/o por mal estado de la infraestructura y, sobre todo, proceder a un vasto programa educativo que involucre a la familia, la escuela, la academia, las comunidades, los centros de trabajo, en fin, el país en su conjunto. No fue así. Chávez despachó la cuestión culpando a los centros comerciales y a “los ricos”, desde luego, para evadir su propia, absoluta, responsabilidad; y siguió malgastando él mismo los recursos. Y el país lo alcahueteó, como siempre, pasándose las siguientes semanas haciendo chistes de a locha sobre las totumas, los jacuzzis, el comunismo jabonoso… no ocurrió, como era menester, que se emplazara al Gobierno a demostrar que son los ricos quienes malgastan el agua y la energía (mañita paradójica, puesto que es ese sector el que afronta las facturas más elevadas, así como las consecuencias de los cortes, mientra hay muchos “pobres” abonados a la electricidad gratis porque están “colgados” por las trochas al tendido eléctrico); a revisar los hábitos de consumo de los organismos públicos y los sistemas de iluminación de calles, avenidas y plazas públicas; y a que presentara un plan serio de ahorro, sustitución de redes defectuosas, inversiones y, sobre todo, de voluntad de unir los esfuerzos de todos para impulsar una administración racional de recursos a todas las escalas, puesto que mal puede solucionarse un problema tan monumental con un país dividido. La polarización es causa, también, de la falta de agua y de electricidad.
Exactamente lo mismo pasó con el asesinato del bachiller Jesús Eduardo Ramírez Bello, estudiante de la (UNET), muerto en circunstancias confusas y arrojado luego al molinillo perverso de la polarización. Nadie, mucho menos las autoridades, parece interesado en esclarecer los hechos y castigar a los culpables. El cadáver del muchacho venezolano, caído ante la mirada distraída de los adultos que debieron protegerlo, se ha convertido en fardo que unos se lanzan a otros. Basta ya de esta ignominia. Si el desesperante racionamiento de agua y electricidad es minucia atorada en la frivolidad nacional, la vida de nuestros hijos debe ser considerada un asunto nacional, a salvo de este enfrentamiento que no ha dejado sino sangre, destrucción y dolor.
El Nacional, 20 / 12 / 2009
Han transcurrido 8 años desde que fue escrito este artículo (2009 y hoy estamos en Agosto 2016) y es triste constatar lo poco que ha cambiado la situación. El personaje cambió por un imitador con menos cualidades histriónicas, pero con los mismos métodos para distraer.