Mi personaje del 2009
Milagros Socorro
Al final de la mañana de agosto, la luz de Maracaibo es dorada y con destellos verdosos. Para aprovechar este prodigio, Luis Brito, premio nacional de Fotografía 1997, saca la modelo al porche de su casa. El fotógrafo ha pegado con tirro un pedazo de tela en la pared para que sirva de fondo a la imagen. La tela tiene el color del musgo y un brillo fatigado como el de una mujer trasnochada; en contraste, Mariela Guillén lleva una blusa color pastel, el largo cabello suelto en la espalda y una sonrisa incipiente. Muy pronto estará riendo a carcajadas, con la cara cubierta por una fina capa de sudor, el flequillo pegado a la frente y toda la vida que le ha arrebatado al infortunio asomada a los ojos: Luis Brito, también conocido como El Gusano (inexplicable sobrenombre que le puso Iván Feo), ha estado dirigiéndola con su estilo habitual, que consiste, básicamente, en traer el alma al rostro de sus fotografiados, apelándolos a gritos por sus nombres, jaleándolos, instándolos a que comparezcan, llenos de plante y alegría de vivir, a ese segundo en el que se va a producir la foto.
Los dos metros que separan la sala de su casa de la fachada, donde El Gusano quiere retratarla, sentada en medio del sol, flotando en el astro, le toman mucho tiempo a Mariela, que se apoya en muletas para andar. Se comunica perfectamente, pero al principio cuesta entender lo que dice. En junio de 2008 escribió un libro, que tituló “Momentos”, y publicó con sus propios medios, donde cuenta su biografía, una peripecia que comienza el 5 de septiembre de 1963, en la parroquia Manuel Dagnino, en Maracaibo, donde nace y crece; se va desarrollando mientras ayuda a su padre en el puesto de hortalizas que tiene en el mercado; va al colegio; se gradúa de bachiller en Trabajo Social, en 1981; comienza a trabajar en la Lotería del Zulia cuyo blasón defiende en el concurso de Miss Zulia; ingresa en la Escuela de Comunicación Social de LUZ y está cercana a graduarse; tiene un novio cheverísimo; se va a casar… y el 20 de mayo de 1988, cuando esperaba al volante de su chevette azul a que el semáforo cambiara a verde, mientras cantaba a todo gañote una canción de Kiara, la música del mundo cesó. Y ella estuvo un mes en Cuidados Intensivos en la clínica Falcón. Una camioneta se la había llevado por delante.
De vuelta a casa, debió recuperar el habla, el control de esfínteres y el movimiento de algo más que los párpados, para poner en venta sus vestidos, (cada centavo era necesario). Un día el novio, seguramente horrorizado por la traqueotomía, dejó de venir y poco después se supo que se había casado con otra. Una tarde tocó a la puerta el cartero y le dejó, junto a la bombona de oxígeno, una carta de cesantía (claro que contaría con una módica “pensión por incapacidad”, pero, desde luego, nunca más sería la reina de la Lotería del Zulia ni su imagen en las vallas publicitarias). “Entonces, me suicidé” dice, en alusión al frasco de pastillas que escondió entre las sábanas en cuanto recobró la movilidad de las manos y que se tragó en cuanto la dejaron sola. Traerla de vuelta supuso para los médicos una lidia de una semana con el toro de la inconsciencia. En esta ocasión, Mariela concluyó su retozo en el cercado de la muerte con una decisión tomada: enfrentaría su situación, sí, era cuadrapléjica, solo podía mover la cabeza. Comenzaría la rehabilitación y en algún momento dejaría la sonda nasogástrica y las compotas como único alimento. Así iba a ser.
Todo fue difícil. Ver en el espejo su hermoso rostro deforme por la parálisis facial fue un trago tan amargo como saberse retirada de la Universidad por su ausencia de varios semestres. Pero se fajó. “Terapia, voluntad, fe en Dios”, resume. Ahora su meta es comprarse una silla de ruedas de tecnología avanzada porque está “perdiendo facultades”.
El Gusano y yo fuimos a recoger su testimonio para incluirlo en un libro que publicará la Fundación Seguros Caracas con el objetivo de dar una idea de la tragedia que constituyen los accidentes viales en Venezuela. El año que se fue me deja la bella estampa de Mariela Guillén, -escritora, periodista graduada, profesional independiente que vive sola-, al estallar en risas porque, en medio de un aparatoso ataque de tos, El Gusano, a la oferta de ella de darle agua, logró preguntarle: “¿y no habrá un quesito frito?”.
El Nacional / 3 de enero de 2010
No sabía que tenías un blog, que buen hallazgo, lo pondré en mis links, sino te importa!
Milagros que historia tan conmovedora y auspiciante para empezar el año, gracias y un 2010 lleno de logros
….el entusiasmo de seguir viviendo ….!!…….encontro la luz y por alli se metió……jajajaj