Entrevista con Michaelle Ascensio

Michaelle Ascencio

 “El racismo aquí es tan sutil que sólo lo siente el agraviado”

 En Venezuela ha ocurrido algo muy importante para toda la hispanidad. Bajo el sello de Biblioteca Ayacucho, que por primera vez incluye en su catálogo al Caribe angloparlante, acaba de publicarse el libro “Gobernadores del rocío y otros textos”, del escritor haitiano Jacques Roumain, gracias a la selección de textos realizada por Michaelle Ascencio, quien también hizo la magistral traducción y un prólogo memorable que desde el primer párrafo predispone al lector al descubrimiento de una obra asombrosa y lo emplaza a descubrir la cultura de un país percibido sólo como problema pero cuyos altos logros literarios hemos ignorado tercamente.

 Milagros Socorro

 

Ya sabíamos que en el arte no hay subdesarrollo pero muchos de nosotros ignorábamos que en el subdesarrollo –el de Haití, concretamente- pudiera haber un arte tan elevado (hermoso como el que más). Y este trabajo de selección de textos y traducción de la obra de Jacques Roumain (Haití, 1907 – 1940), que ha hecho Michaelle Ascencio, nos revela un mundo complejo, muy singular, donde los descendientes de esclavos, que componen la inmensa mayoría de la población, narran y poetizan sus conflictos, su mirada del mundo, con un lenguaje monumental. Desde luego, es el lenguaje de Roumain, un ser excepcional, por su formación, su militancia política, su sensibilidad, su talante de escritor, su determinación de convertir la literatura en factor de liberación para su país, pero, sobre todo, de liberación desde el alma de cada haitiano, que desde su nacimiento deben lidiar con la muesca de la colonia y la internalización del colonialismo y el racismo.

Ahora que ha llegado al puerto del castellano, Jacques Roumain –invocado por Michaelle Ascencio- vivirá por siempre en el recodo de la imaginación donde resuenan los versos que nos habitan, como éstos, que dan inicio a su clásico poema titulado “Sucios negros”: “Y bien aquí estamos: / nosotros / los negros / los niggers / los sucios negros / no aceptamos más / está claro / se acabó / ser en África / ser en América / sus negros / sus niggers / sus sucios negros…

-¿Por qué nos hemos tardado tanto en editar la obra de Jacques Roumain en América Latina?

-El interés por la cultura del Caribe es reciente, se inicia en los años 60. Y dentro de lo reciente de ese interés se privilegia lo que puede ser absorbido más fácilmente: música, comida. El merengue dominicano y el calipso los conocemos de hace más tiempo. La música, ya se sabe, es un lenguaje universal y la gastronomía sólo tienes que comerla, pero la literatura hay que leerla. Y ahí aparece la barrera lingüística. Por eso se conoce la literatura cubana o puertorriqueña, mientras que la de las islas antillanas que no son hispánicas, como Martinica, Guadalupe (en francés), Curazao, Aruba (holandés), Jamaica, Trinidad y Tobago, Santa Lucía (inglés), necesitan buenas traducciones. Fíjate que no digo sólo traducciones sino una que tome en cuenta la cultura y la sensibilidad de estas islas; porque hay unos poemas traducidos en forma tan literal que no se entiende nada. Ha ayudado la celebridad de figuras como Jean Rhys, Aimé Césaire, Derek Walcott y Naipaul, quienes hicieron que el mundo advirtiera que esas islas no eran sólo cocoteros, baile y dictadura.

-¿Cómo llegamos a esta edición de Biblioteca Ayacucho?

-La idea de la edición fue de Oswaldo Trejo [escritor ya fallecido, quien fuera directivo de Biblioteca Ayacucho]; y luego recibiría gran impulso de Oscar Rodríguez Ortiz. De esto hace más de diez años. Entonces yo presenté a B. A. el proyecto de traducir y publicar la obra literaria de Roumain, fundador del Partido Comunista Haitiano y precursor del movimiento de la Negritud, luchador social y gran escritor; etnólogo, el primero que una visión global de lo que es Haití, que explica cómo es esa sociedad, qué es el vodú, cuáles son los problemas del país, sin entonar un lamento ni unos golpes de pecho. Yo entregué el original del libro en 1995; y un tiempo después terminé el prólogo. He esperado mucho la salida de este libro.

-En su prólogo usted aborda el asunto de “el colono que todo descendiente de esclavos lleva dentro” y alude al hecho de que Roumain emplaza a su sociedad a encarar esa realidad y hacerle frente desde dentro de cada uno. ¿De qué estrategias se vale Roumain para que su literatura cumpla con esta operación?

-La primera estrategia, la más visible, es el uso de la lengua que hace Roumain. Todo escritor tiene un estilo propio dentro de una lengua pero Roumain, podría decirse, crea una lengua: escribe en francés (en su momento todavía no se escribía en créole) las emociones y vivencias que su país experimenta en créole. Como diría otro novelista haitiano, Jacques S. Alexis, para leer novelas se necesita algo más que saber leer; entonces, si Roumain hubiera escrito en créole creyendo que llegaría a mayor cantidad de población, es posible que no lo hubieran entendido porque para leer novelas se necesita algo más… De manera que él optó por un francés que no era standard, que no era el francés de Francia sino el francés antillano, con términos locales, pero además, y esto es lo más importante, pasará al francés las imágenes del créole.

-¿Podría dar un ejemplo de ese “paso” de imágenes del créole al francés?

-En la novela “Gobernadores del rocío”, para describir la cabeza de una muchacha, Roumain usa la expresión “los cabellos como granos de pimienta”. Ésa es una expresión del créole para referir un tipo de cabello que al enroscarse parece un grano, dejando ver el cráneo.

-Volviendo a nuestro asunto, ¿de qué se vale Roumain para poner a su sociedad frente a un espejo que refleje ese colono que llevan dentro? Estoy pensando en nuestra propia sociedad, donde todos llevamos el autoritarismo dentro.

-Se vale de sutilezas como el uso del pronombre “nous”, que es más que el nosotros inclusivo: es un “nosotros, los haitianos”. O usa un recurso como el de poner a hablar a un personaje en primera persona y, de pronto, pasa a hablar en una forma inclusiva para abarcar a los haitianos. Y, luego, en sus novelas, Romain no traza una línea que divida a buenos y malos; el lector termina por entender las razones que tiene cada personaje para actuar como lo hace. Lo más importante es haber logrado que el créole se escuche a través del francés. Haití tiene esa complejidad, es bilingüe. A nosotros, en Venezuela, nos cuesta captar este asunto porque usamos la misma lengua para todo pero en Haití hay dos, el créole, que se usa en la casa, con los hijos, en los sentimientos, en la rabia, en el amor, y el francés, para la academia, las instituciones, para las ‘cosas importantes’. Jacques Roumain tuvo el don de unir las dos lenguas. Con respecto al autoritarismo, efectivamente, con el autoritarismo ocurre lo mismo que con la colonización, se lleva adentro. La sociedad haitiana, que era enteramente una población, no ha superado el estadio de la esclavitud. Por extensión, cuando hablamos de autoritarismo en el Caribe, no hablamos de cualquier cosa: es una herencia que tenemos muy profundamente impresa desde la Colonia. Eso explica las dictaduras de las Antillas, ¡imagínate, Cuba!, el autoritarismo venezolano, que está en toda la sociedad, no es solamente un problema de Venezuela, es histórico y es regional.

-Otro gran tema de su prólogo es el racismo. Permítame que lleve esta noción al terreno venezolano. ¿Cree usted que el presidente Chávez inventó que aquí hay racismo para dividirnos y manipularnos?

-En Venezuela siempre ha habido racismo, contra los indios y contra los negros, fundamentalmente. El presidente Chávez lo que hizo fue destapar eso y utilizarlo como bandera, que, de hecho, nos ha dividido y enfrentado. Pero el caso es que los venezolanos estamos empeñados en repetir que somos un país mestizo –que lo somos, biológicamente hablando- y que por eso no hay conflicto entre las razas, que somos armoniosos y no tenemos racismo. Y no vemos que, como toda sociedad (más las caribeñas, donde los índices de pobreza son mayores), tenemos una serie de contradicciones que no hemos resuelto ni tampoco hemos querido ver. Estamos mezclados sí, pero eso no quiere decir que esa mezcla haya sido consentida por las dos partes ni mucho menos idílica; el mestizaje puede ser un indicador de violencia. El racismo es una actitud ante ciertas personas por sus características físicas; y en Venezuela, muchas veces, esa actitud es de rechazo. Pero ha habido desde el siglo XIX un discurso empeñado en negar las tensiones entre los diversos grupos que conforman la sociedad venezolana. Y como el racismo local no es como el de los Estados Unidos, por ejemplo, eso ha servido de coartada para seguir negándolo porque como en Venezuela no matan a nadie directamente por ser negro… usan el barómetro de una situación de extrema violencia para minimizar la violencia que vivimos nosotros. En realidad, la violencia es la misma pero se expresa de manera más sutil entre nosotros: ese mirarte de arriba abajo; esa boca torcida; ese decirme el mensajero, cuando le abro la puerta de mi casa, que, por favor, le llame a la señora.

 

——MATERIAL DE RECUADRO———

 

Hasta que suene como Roumain

 

En la mañana Michaelle Ascencio Chancy me cuenta que cada vez que traía un texto de Jacques Raoumain al español, sentaba a su padre y se lo leía. Su padre, haitiano residenciado en Venezuela desde que la propia Michaelle tenía siete años, la escuchaba y, por lo general, le decía: “No es Roumain”. Entonces la instaba a que leyera el poema al ritmo de un tam tam que él hacía sonar sobre la mesa. Y Michaelle tenía que hacer correcciones, cambiar la puntuación, sustituir una palabra, hasta que el tañido del padre, conocedor de Roumain y de la música secreta de su literatura, coincidía con la versión en español hecha por su hija, la escritora.

Más tarde, al mediodía, Michaelle acepta mi invitación. Entra a mi casa y encuentra el ejemplar del libro de Roumain, de Biblioteca Ayacucho, de ella, pues. Y se arroja sobre él. Hasta entonces no lo ha visto. Tiene noticias de su salida de la imprenta pero no lo ha tenido delante. Lo coge en sus brazos, se lo acerca al pecho. Y se pone a llorar. Con la cara llena de lágrimas intenta decirme lo que este libro significa para ella, quien fuera una niña haitiana, que inició su escolaridad en francés y luego ha hecho una vida venezolana, de profesora universitaria, investigadora y escritora en castellano. Creo que siente que ha cumplido una misión con sus países, con sus dos lenguas. Desde luego, es así. Cualquiera en su lugar lloraría de alivio y de satisfacción.

 Michaelle nació en Puerto Príncipe, Haití. Es profesora de la UCV, de donde egresó como licenciada en Letras (1969). Licenciada en Etnología de la Université d´Etat d´Haiti (1975). En 1994, obtuvo el doctorado en Etnología y Antropología Social de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París.

Premio Municipal de Literatura 1985 (Mención Investigación social) por su obra “Del nombre de los esclavos”, ha publicado también “Lecturas antillanas”, en la Colección El Libro menor de la Academia de la Historia, 1990; “Entre Santa Bárbara y Shangó”, en la Editorial Tropykos, 2001 y “El Viaje a la inversa”, Fondo Editorial de Humanidades, U.C.V.,2004. “Amargo y dulzón”, su primera novela, le ganó el premio de la Bienal de Literatura Latinoamericana “José Rafael Pocaterra”, 1998, y fue publicada por la Casa de las Letras en el año 2002. 

 

——–CITAS——-

 

“Lo más importante es haber logrado que el créole se escuche a través del francés. Haití tiene esa complejidad, es bilingüe. El créole se usa en la casa, en los sentimientos, en la rabia, en el amor, y el francés para las ‘cosas importantes’”.

 

Estamos mezclados sí, pero eso no quiere decir que esa mezcla haya sido consentida por las dos partes ni mucho menos idílica; el mestizaje puede ser un indicador de violencia.”

 

2 comentarios en “Entrevista con Michaelle Ascensio

  1. Hermoso y reflexivo artículo. Pienso en los haitianos pobres que tenemos en nuestro país. A esos "negros importados" (lo de negro lo digo sin connotaciones racistas, ¡ojo!) que se los ve en las calles como vendedores de helados. Pero que se hacen ajenos al resto de este país.

    A los que ya tienen años en Venezuela y han hecho a este pedazo de tierra su casa. Pero la mitad de su corazón anhela una mejor Haití, tan latina como el resto de Latinoamérica.

    Saludos

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