En el año 1965, Margot Benacerraf, con el apoyo del Inciba, diseñó y puso en marcha el Plan Piloto Amazonas, que “se trataba básicamente de una penetración cultural utilizando material audiovisual”, como ella misma ha dicho.
Que se sepa, fue su único episodio como actriz. Pero la unció para siempre al carro del cine, que Benacerraf prefirió estudiar en París, nada menos que en el Instituto de Altos Estudios Cinematográficos (IDHEC, por su sigla en francés). Fue en esa época cuando se aficionó a la Cinemateca Francesa, “y creo que aprendí más ahí que en las clases teóricas de la escuela. Muchas veces he contado cómo nos encontrábamos también en las colas de la Cinemateca con Truffaut, Godard y otros cinéfilos que pasaron después a la historia del cine francés contemporáneo como ‘los hijos de la Cinemateca’”.
El escritor y crítico Julio Miranda lo expresaría así: “La historia hubiera podido comenzar, quizás, con Araya (1959). El documental venezolano, entonces, por no decir el propio cine […] se iniciaría con el descubrimiento de esas ‘tierras lejanas’, más a la manera lírica de un Flaherty que a la inquisitiva de Chris Marker o Joris Ivens. Pero el bello y denso largometraje de Margot Benacerraf no fue visto en Venezuela hasta 1977: premiado en Cannes, mencionado por Sadoul en su Diccionario, fue una flor exótica, propiamente de invernadero; un mito más que un film.”
Efectivamente, George Sadoul, que en 1959 había augurado que “Tarde o temprano Araya se impondrá como una gran obra al público que ama y comprende el cine”; en 1967 iría más allá para pregonar que Araya “se ha convertido en una película histórica, en un clásico de la historia del cine.”
Margot Benacerraf se convirtió en una figura del jet set intelectual de la época, cuyos miembros más conspicuos frecuentó como amiga y par. Es tributario de su leyenda el hecho aceptado de que Margot conoce a todo el mundo. Y cuando dice: “Me comentaba Pablo…”, no se sabe si se está refiriendo a Pablo Picasso, Pablo Casals, Pablo Antillano o Pablo Neruda (este último realizó una traducción al castellano del guión de Araya, originalmente escrito en francés, que no satisfizo las expectativas de la cineasta).
El 4 de mayo de 1966 –hace ahora 35 años- se inauguró la Cinemateca Nacional, creación de Margot Benacerraf quien la impulsó y la dirigió en sus primeros tres años de existencia. “…la fundé como una cinemateca poco ortodoxa”, declaró en una ocasión. “Teníamos que llenar el vacío total que existía. La Cinemateca tenía que ser ante todo la casa del cine, de los cinéfilos y la de todos los amantes de ese arte del siglo XX. Por otra parte, esta Cinemateca tenía además una clara intención pedagógica, de formación y orientación. Como se me reclamaba incesantemente la fundación de una escuela de cine, yo insistía en que no creía en ellas (quizá por mi propia experiencia). Y es que creo que el cine es antes que todo, más que un problema técnico, un problema de cultura general, y es importante que la gente lo entienda así. Para mí era fundamental educarse viendo películas en la Cinemateca. Eso significaba que la Cinemateca era una escuela viva.”
El mismo día de la inauguración, en el discurso que pronunció para dejar instalada la Cinemateca Nacional, Benacerraf declaró que el mayor logro de esa casa sería el de “reunir el interés vivo de la futura industria venezolana”.
Tres décadas más tarde, y como en diálogo con aquella idea fundacional, el cineasta venezolano Jacobo Penzo escribiría: “En 1966 y con la proyección de Barbarroja, de Akira Kurosawa, se inaugura la Cinemateca Nacional. El hecho reviste enorme importancia para todos aquellos que nos iniciaríamos años después en la realización cinematográfica. En la sala de la Cinemateca Nacional y gracias a la extraordinaria programación que su fundadora, Margot Benacerraf, logra con la colaboración del mítico Henri Langlois, director en aquel momento de la Cinemateca Francesa, quienes nos acercábamos al cine tuvimos la posibilidad de conocer los clásicos del cine mundial.”
-La visión de las obras de Eisenstein, Pudovkin, Dovjenko, -continúa Penso- los grandes maestros del expresionismo alemán, Griffith y la Nouvelle Vague francesa, estamos seguros de que contribuyó a afirmar más de una vocación en la que hasta ahora ha sido nuestra mejor escuela de cine. Más tarde pudimos ver allí todo el documental latinoamericano y el Cinema Novo brasileño, al igual que el estallido visual y temático del Cine Cubano de los 60 y 70. Todo ese legado fue puesto a nuestro alcance por nuestra siempre abierta y querida Cinemateca Nacional, que bajo la dirección de Rodolfo Izaguirre continuó siendo un centro de un estímulo para los cineastas, la crítica y el público interesado. […] Muchos de nosotros guardamos una enorme deuda de gratitud a esta modesta sala de Los Caobos que nos animaba, al poner a nuestro alcance los grandes logros de los autores más audaces, a echar adelante nuestros incipientes proyectos fílmicos que encontraban un oasis solidario en la sala y las oficinas de la Cinemateca en medio de la aridez del resto del cine accesible en las salas comerciales.
Y una biografía suya, con toda seguridad, ofrecerá el recuento pormenorizado de su delirante búsqueda de una criatura que encarnara a la Cándida Eréndira, personaje de Gabriel García Márquez, uno de sus tempranos admiradores, quien la eligió para realizar la versión cinematográfica de esa historia, que nunca llegó a filmarse. La pasión por el oficio volvía a rondarla con el fervor de otros tiempos. Y tras ese llamado ella, marcada por el signo de Leo con una impresionante fuerza interior, dejó la dirección de la Cinemateca Nacional. Dejó todo, en verdad. El relato de su peripecia se detendrá en esta estación, a no dudarlo.
El mito la retendrá, encandilada y obstinada, sola con un camarógrafo, metida por aquellos imposibles andurriales de Araya, realizando el asombroso hallazgo: ¡estos compatriotas siguen trabajando igual que en los tiempos de la Colonia! Y percibiendo, con una sensibilidad irrepetida, la masculina danza de la sal, la femenina alfarería de una fatiga sin fin… el humano tañido de una vivencia única.
En su leyenda, ella estará rodeada de famosos pero se verá distraída, llevándose la mano a la frente para enjugar los sudores de unas fiebres que contrajo en Araya y de las que se ignora si alguna vez llegó a curarse.
Soy estudiante de Comunicación Audiovisual Multimedial en una U. Colombiana. En una asigantura conocí el trabajo de Margoth y desaría poder contactarla… ¿es posible?