Sembrar un animal
Milagros Socorro
Una nota de Armando Avellaneda, publicada en El Nacional de hoy, informa de los planes del gobierno de usar el Hato Piñero, ubicado en el estado Cojedes y confiscado tras su intervención por el INTI en 2005, para “desarrollar” esa finca junto con Libia.
El régimen encabezado por Hugo Chávez despojó a la familia Branger, propietaria del hato Piñero, donde producían carne leche, semillas y pastos, además de ofrecer un interesante polo turístico, para entregarlo a un gobierno extranjero. Si esto no se llama traición a la patria, ¿cómo se llamará? Cuál puede ser el argumento para expulsar unos venezolanos de su propiedad y luego entregar ésta a la camarilla libia.
Parece que han regresado los tiempos en que los hacendados llaneros veían correr los linderos de sus fincas a medianoche. Sitiados por los bandoleros que violaban los límites de las propiedades para hacerse de cercados mayores a costa de los vecinos, aquellos granjeros, inermes y abandonados por la autoridad, debieron apelar a la superstición para detener a los bandoleros.
El propio Andrés Eloy Blanco contó que, tras graduarse de abogado en 1920, comenzó a ejercer en San Fernando de Apure, donde se convertiría en apoderado de Francisca Vásquez de Carrillo, víctima de los invasores. Como estaba sola frente a tanto facineroso, doña Pancha Vásquez hizo correr la fama de que tenía poderes ocultos y comercios con fuerzas sobrenaturales, a ver si con eso intimidaba a los delincuentes.
En el Tomo II de las Obras Completas de Andrés Eloy Blanco, Ediciones del Congreso de la República (Caracas, 1973), leemos: «Cazadora o devoradora, como el tremedal, como la brujería, como la tragedia, como las hondas leyendas que en torno al sitio y a su dueña tejieron las gentes y acendraron los miedos. Ya desde San Fernando me decían que era cosa valiente el dormir una noche en la casa del hato, a dos pasos de la alcoba en que dormía Doña Pancha. Y que era cosa de pavor el salir, al caer la media noche al gran corral de ‘palo a pique’ que se extiende al frente de la casa; porque allí está enterrado el toro negro de Mata de Totumo, que doña Pancha sepultara allí una noche de conjuros y rezos y exorcismos, para que fuera su fantasma el guardián de las puertas, el astado sereno de los sueños».
Doña Pancha sería la referencia real en la que se basaría Rómulo Gallegos, quien escuchó el cuento del poeta cumanés, para escribir Doña Bárbara (1929). Quién sabe si es el modelo para que los venezolanos del siglo XXI sembremos de cochinos las fincas ultrajadas por la planta vil del extranjero y su cómplice local. Sangre de cerdo regada con asperjadores de medianoche ahuyentaría unos cuantos.
Código Venezuela 22 – 11- 2010