En La Guairita opera un estafador
Milagros Socorro
En una hora nos llamarán para darnos el resultado.
De momento, la única certeza que tengo es que un rufián trajo a mi vida una criatura preciosa.
El viernes 18 de marzo, víspera de mi cumpleaños, mi hijo tuvo la repentina certeza de que el mejor regalo sería una cachorra. Ya habían transcurrido unos tres años de la muerte de Mambo, de manera que estábamos listos para tener otro perrito en casa.
Por ignorancia, por ingenuidad, por apuro, en vez de adoptar una mascota en alguna de las recomendables instituciones que acogen animales, fue a La Guairita, Macaracuay, sureste de Caracas, frente al restaurant Vista Arroyo, donde un tal Juan Carlos Pacheco tiene una venta ambulante de perros.
Fue así como Paquita llegó a casa. Traía un “certificado” firmado por Dr. Manuel Molina, Médico Veterinario, Nº M.S.A.S. 1188 C.M.V.E.M 131, según el cual su raza es Lhasa Apso, es hembra, color arena, nacida el 5 de enero de este año. El papel tenía adheridas dos calcomanías que supuestamente daban fe de que había sido vacunada.
A la mañana siguiente yo estaba cautivada por la gracia, nobleza y elegancia innata de Paquita. Nos mirábamos largamente a los ojos. La dejaba dormirse sobre mi pecho en espera del momento en que sus músculos cedían a la relajación del sueño. Y entonces se desmadejaba sobre mí con el peso tibio de una cuajada recién hecha.
Muy pronto notaríamos que algo no andaba bien. El primer veterinario sugirió que la devolviéramos. No entendió que yo estaba luchando para que ella no me abandonara a mí. Que haría lo que fuera para sanar y retener conmigo a mi rosa del Tíbet.
El segundo y el tercero la atendieron en consultorios donde no se tomaba ninguna medida de asepsia entre un paciente y el siguiente. Las cuentas eran absurdamente altas: cobraban por medicamentos que yo había comprado el día anterior y las facturas registraban varias veces la misma prestación. Paquita no mejoraba. Sus ataques de disnea se hacían más frecuentes y ruidosos. Dejó de mover la colita.
El jueves presentó movimientos incontrolados de la cabeza. El viernes en la mañana comenzó a quejarse. Acudimos a un cuarto veterinario que nada más verla dictaminó su percepción de tener delante un caso de moquillo. “Eso no tiene remedio”, me dijo. Y agregó que estaba seguro en un 99%. Aferrados a ese 1% de posibilidades de que Paquita tenga otra cosa, curable, acordamos hacerle un examen de sangre que debió extraerse de su yugular. “Si es moquillo, sus sufrimientos irán en aumento”.
Así ha sido. A media mañana del viernes sus patas traseras dejaron de responderle y a mediodía las delanteras habían perdido firmeza. Al recostarla en mi hombro para hacerle suaves masajes la oigo gemir.
Con mucho sufrimiento hemos comprobado que fuimos estafados por un tipo inescrupuloso, que ya ha robado a mucha gente, según nos hemos enterado. Es un miserable. Pero su fechoría puso en mis brazos a Paquita, compendio de todas las maravillas propias de los cachorros; y, encima, dueña de una mirada profunda, negra y sabia (en un instante supo de las sombras que cruzan mi corazón como un ciclista nocturno).
El médico nos despidió en la puerta enfatizando que, si tiene moquillo, lo mejor sería hacerla dormir.
Suena el teléfono…
P.D. Paquita tenía moquillo.
Código Venezuela 31.03.2011
Caramba…sigo diciendo lo mismo, usted escribe divinamente bien, sólo eso puedo decir despues de darme cuenta que una historia tan triste, puede contarse con elegancia. Senti como mio su dolor por Paquita, lo siento mucho; pero, que gusto leerla.
Juan Carlos Liendo
http://wwwlosdeentonces.blogspot.com
Sencillamente sublime, palabras que cautivan y llegan al alma, una manera muy hermosa de contar una realidad existente, felicitaciones por su talento…
Ese estafador de Juan Carlos Pacheco sigue vendiendfo peros enfermos y para como cunado una esta alertada no regresa ni el dineo ni mucho menos el `perro al cual se le ha tomado carno por dias…. debe ir preso!!!!!
Esta armado y sigue haciendo de las suyas…. es un malandro que merece ir preso
Tu relato me ha conmovido profundamente, hace unos meses adoptamos un perrito callejero, que fue rescatado por una Sociedad Proteccionista: Paco. No era guapo, le habían operado de un tumor enorme en el lomo, y nadie lo quería adoptar, tenía seis meses hospedado en una clínica veterinaria distinta a la que fue operado, y nos enamoramos de su nobleza. Nos dijeron que estaba sano, y lo llevamos con una amiga veterinaria que siempre atendió a nuestros perros, no hubo mayor alarma. Al cabo de un mes, empecé a ver sangre en la orina, especialmente la última antes de culminar sus paseos diarios. Mi amiga le colocó varios tratamientos sin resultados.
Tres meses después se trancó de la orina, regresamos a la clínica que estuvo pensionado, lo dejamos dos días, y el diagnóstico fue cáncer de vejiga. La doctora que nos atendió, nos dijo que «le encantaría llevar el caso, porque así podía estudiar». Tan amablemente como pude, le dije, que si se volvía a poner muy mal lo justo era ponerlo a dormir, porque no merecía un sufrimiento por otra operación, para luego un tratamiento que probablemente no le daría calidad de vida.
Pasó mes y medio y se volvió a agravar, yo no estaba en casa, y mi hijo al verlo tan mal, lo montó en el carro y lo llevó a la clínica, lo atendió la doctora que necesitaba estudiar a mi pobre perro, y por supuesto convenció a mi hijo, que saldría bien, mi hijo lo autorizó y pagó los 10.000,00 que cobraron.
Paco salió bien, con unos dolores atroces, duró 30 días, de los cuales apenas una semana pareció estar mejor, finalmente una tarde empezó a tener dificultades para caminar y a la mañana siguiente no se levantó más y tuvimos que ponerlo a dormir.
Debo decir que el cirujano, nos hizo hacerle la biopsia, y todavía estamos esperando que nos dijera cuál sería el tratamiento a aplicar. Obviamente no lo hizo, porque sabía que no tenía sentido y que era mejor dejarlo sufrir hasta el final.
Jamás en mi vida había practicado el hacer sentir mal deliberadamente a alguien. Pero lo hice, le dije a esa mujercita, insensible y ambiciosa, que los gemidos de dolor de mi perro la acompañarán hasta el final de sus días y otras cosas más, no paré hasta verla asustada. No me sentí mejor, pero sentí que al menos, cada vez que esos «doctores» vean en el sufrimiento de un animal dinero, se acuerden que alguien estará por ahí publicando sus actos.
Lamento lo de tu paquita, espero que esté con mi paco, en el cielo de los perros jugando sin sufrimiento.
PD. Si quieres te digo en privado el nombre de la clínica y de los médicos, no lo hago público porque tienen muchos animales rescatados (es un negoción para ellos), y no quisiera que tomen represalias y los echen a la calle).
Hola Carmen. Tu relato me ha conmovido, así como el de Socorro y de tanta gente que ha sido estafada en el alma, porque cuando uno quiere un compañero lo hace de corazón y está dispuesto a hacer por él lo necesario, ahí es cuando entran los estafadores y se aprovechan de nuestra nobleza. Estoy en busca de un perrito y he pensado en buscar en estas sociedades protectoras, quisiera que me dijeras cuál es el nombre de ésa que los engañó, no quisiera caer en manos inescrupulosas. Gracias de antemano.
Tuve el mismo problema , con el mismo personaje compre una dalmata hace alrededor de 4 años ya, la mía venía con parvovirosis y casi muere la atendió un gran veterinario del Hatillo El Dr. Otto y la logró salvar, ese tipo debería estar preso
Comprar animales en La Guarita es una lotería. He escuchado muchos casos parecidos a éste, con igual doloroso desenlace. También hay cuentos con final feliz, como el de una sobrina que compró un estupendo Husky y es uno de los perros más vivaces que conozco. Lamento mucho tu padecimiento, quienes tenemos animales sabemos lo que llegan a significar.