Los falsos tejedores de chinchorros
Milagros Socorro
Ya no se molestan en armar parapetos de corrupción y ponerles el nombre de misiones. Ahora el procedimiento es más expedito: tú me presentas un “proyecto” y yo te tiro algo. Una transacción sin contraloría. Nadie preguntará qué pasó con esos recursos, cómo fueron administrados. Nada de eso. El gobierno te enchufa en un trajín y, cuando toque, tú votas por Chávez, gran jefe de los chanchulleros.
Venezuela es un país destrozado, con un gobierno multimillonario. El régimen tiene las arcas llenas y sigue acumulando dinero para repartir, no ya en programas de inversión social, ni siquiera en eso que antes se llamaba dádivas. Ahora es corrupción pura y dura. El modus operandi consiste en constituir una inmensa red de operadores que garantice presencia del gobierno en todo el territorio, perpetre acciones de sabotaje a las autoridades de oposición y amarre lealtades, esto a cambio de una transferencia inmediata de recursos.
A ese plan de corrupción generalizada irán muchos de los 45.000 millones de bolívares de endeudamiento adicional que Chávez acaba de pedirle a la Asamblea Nacional. Una suma, por lo demás, que vendría a sumarse a los caudales aprobados en la ley de endeudamiento para este año (de hasta 52.201 millones de bolívares). Se trata de lanzar dinero a la calle, dar becas sin pasar por un aula. De allí que la explicación para solicitar más recursos sea tan endeble: …5.000 millones serán para atender la emergencia de las lluvias en el país. Bueno, sí, pero en qué se van a gastar esos reales. Concretamente. No hay explicación. Las lluvias sirvieron de coartada para que el Ejecutivo castrara al Legislativo y servirán también para que Chávez asalte al país.
La misma sociedad que, en buen porcentaje, toleró la felonía de los golpistas del 92 con la excusa de que serían vengadores de la corrupción pervertidora de la democracia, trompica para recoger el dinero que el régimen le quita a la república y usa en sus corruptelas.
Hemos sido obligados a ser testigos de un gran cinismo. Los corruptos grandes y medianos exhiben sus riquezas; y los pequeños hacen cola para coger sobres con un montoncito de billetes. En el Zulia, Arias Cárdenas ha montado una estructura para atraerle gente al PSUV (sin el Zulia, Chávez está perdido). ¿Y cómo lo hace? ¿Con el liderazgo del candidato que aseguró que Chávez se guindaba a hablar con Bolívar, a quien le reservaba una silla vacía? ¿Con esa aura de credibilidad que se desprende de aquel a quien todos los bandos reconocen como traidor? No. Lo hace con su proverbial falta de escrúpulos y con los recursos de Venezuela, de los hospitales, de las carreteras, de la educación… todo apostado a la compra de votos.
El PPG (Plan Panchito, el de la Gallina) consiste en entregar 10 mil bolos a cada dirigente del chavismo que presente un “proyecto socioproductivo”. Puede ser, les dicen, una empresita de artesanías, para hacer chinchorros, por ejemplo, total, nadie va a hacer preguntas. Con la misma lasitud, asignan dinero a ciertos consejos comunales para que hagan “algunas casas”. Desde luego, los cobres son acaparados por los jefecitos. Estamos hablando de centenares de personas: cada parroquia tiene más de 100 “dirigentes”; y solo en Maracaibo hay 18 parroquias. Con un papelito mal pergeñado justifican la cesión de recursos a la gente. Y esa gente les echa garra. A sabiendas del trasfondo delictivo.
La corrupción ya no es percibida por esta gente como un cáncer social. Ha devenido el costo que implica la instalación del socialismo y la perpetuación de Chávez en el poder. Si es para eso, la corrupción es buena. Es asombrosa la tolerancia del chavismo con la corrupción, su alcahuetería ante los fraudes que muchos caciques cometen contra las comunidades. El hecho de que Chávez haya puesto a Arias a cuidar plata no ha despertado el más mínimo comentario de los “revolucionarios”. Si es Chávez el que manda a robar, chévere.
Pero no todo está perdido. No es cierto que el nuestro sea un pueblo de corruptos. Hay un gobierno corruptor y unos desgraciados corrompidos. La mayoría sabe que contra el país no hay malandro grande o pequeño. Quien se apodere de los recursos de Venezuela, a cuenta de negociados, comisiones, sobreprecios o falsos proyectos socioeconómicos, es un ladrón. Un corrupto. Y merece la execración del país decente, que lo hay, en todos los bandos, como rateros hay en todas partes.
El Nacional, 5. 06. 2011
Lo que queda es rezar por la conversión de los pecadores y dar testimonio de vida de nuestra fe.