Las señoras veían al pequeño Chaplin de la cabeza a los pies y esbozaban una sonrisa breve y dejaban caer la mirada en medio de un batir de pestañas. El émulo de Charlot, de tres años y una vivacidad excepcional, era una de las caracterizaciones más encantadoras en aquella fiesta de disfraces donde la mayoría de los invitados reproducía la traza de algún super héroe, pero tenía un defecto imperdonable: ¡no tenía bigote!
Al arremolinarse alrededor de la torta, una joven mamá le señaló a la señora Chataing en susurros el ominoso olvido. La madre del pequeño Chaplin lampiño hizo ademán de hurgar en su cartera a ver si encontraba un lápiz de cejas o algo con qué corregir el desaguisado, pero ya era tarde. Los fotógrafos habían captado la imagen de un diminuto Carlitos con sombrero, bastón y zapatos (ortopédicos) gastados en la punta… pero carente del mostacho característico del gran cómico y, paradójicamente, también de Hitler. Orgullosa del efecto que había logrado con el disfraz escogido para su hijo y determinada a evitar que el error afeara el conjunto en el futuro, en cuanto le entregaron la fotografía, la madre peló por un bolígrafo e intervino la imagen rayando con trazos cortos y nerviosos una parcelita de pelos negros debajo de la nariz.
La fotografía estuvo siempre a la vista de la familia. Y, según puede deducirse de los hechos, hizo su trabajo en la psique del muchachito, que llegó a convertirse en uno de los más exitosos humoristas en un país que puede ufanarse de contar con una brillante nómina en esa disciplina.
En alguna ocasión, siendo todavía un niño, Luis Eduardo Chataing Zambrano le preguntó a su madre por qué había escogido aquel disfraz, que para el año 70 ya era una excentricidad; y ella le dio una razón que consideraba de una lógica aplastante: porque Chaplin también había nacido en abril. Efectivamente, el cómico más célebre del siglo XX había nacido el 16 de abril de 1889 en Londres (por cierto, cuatro días antes que Hitler, quien vino al mundo en el Imperio Austrohúngaro, el 20 de abril de 1889). Y Luis Chataing nació en el Centro Médico de Caracas, el 8 de abril de 1967. Los tres comparten, además del mes natal y el bigotico que al menos en la fotografía Chataing lleva también, el hecho de ser zurdos.
Pero mientras Chaplin provenía de una familia de actores de poca fortuna, Luis desciende de una estirpe de notables arquitectos. Es hijo Alejandro Chataing Roncajolo; nieto de Luis Eduardo Chataing, proyectista, entre otros, del liceo Andrés Bello, el Hospital Militar Carlos Arvelo, el Hospital Oncológico, la Escuela de Enfermeras y la Aduana de La Guaira); y biznieto Alejandro Chataing Poleo, diseñador del Nuevo Circo de Caracas, el Museo Histórico Militar, el Arco de Carabobo, la Academia de Bellas Artes y el Concejo Municipal de Caracas. Mientras del lado materno tiene linaje militar, puesto que su madre es hija del oficial tachirense José Victoriano Zambrano, general de brigada del Ejército.
Todos esos abuelos y un montón de tíos corrieron a su cuna a saludar su nacimiento. Fue el mayor de cuatro hermanos y el objeto de un alud de cariño, como puede comprobarse en los álbumes de fotografías, donde se le ve de bebé pequeñito en brazos de todos esos arquitectos célebres, héroes civiles de Venezuela. En casi todas las instantáneas se le ve feliz, mirando la cámara como si fuera una mascota apasionante. Y es evidente que la cámara es su cómplice porque en todas las imágenes sale buenmocito, reilón y como pillado en un instante de divertidas elucubraciones.
En la actualidad, Chataing tiene el aspecto de un actor de carácter. Guapo sin dar el tipo de galán envuelto en una nube de laca. Mide 1,82 mts. y pesa 90 kilos, que intenta mantener ejercitándose “en ciertas temporadas”, en una cinta caminadora instalada en el estudio de su casa, donde trabaja varias horas al día (hay que decir que en el mismo recinto acumula bolsa de galletas Susy). Tiene estampa muy varonil, cara cuadrada, barba cerrada, cabello de muchacho, oscuro (con canas incipientes), abundante y cortado de manera que siempre está un poco levantado. Es hombre de temperamento, a un tiempo concentrado e inquieto, controlado y nervioso. Se aburre muy fácilmente y no ha desarrollado ardides para disimularlo; por eso, aunque cuenta con el favor de las multitudes, procura la soledad, donde nadie le da la lata y puede recluirse para trabajar sin distracciones. Aunque es imaginativo, audaz, creativo, innovador y confiado en sus propias posibilidades no se confía ni deja nada al azar.
Es posible que estemos frente a una historia con tintes mágicos: al caracterizar a Chaplin se impregnó no solo de la prodigiosa vis cómica del maestro inglés, sino de su espíritu obsesivo, su talante controlador, perfeccionista, autoritario en el ámbito laboral y profundo conocedor del medio en que se expresaba. Chaplin ensayaba minuciosamente esas escenas que parecían haber brotado de manera espontánea frente a las cámaras; y Chataing se recluye en su estudio para escribir todos los chistes y retruécanos que dirá al aire la mañana siguiente. No deja nada librado al azar. Cultiva la espontaneidad pero rechaza la improvisación. Sobre todo, por encima de todo, le resulta insoportable la idea de transitar caminos trillados por otros. No es que se haya propuesto ser el mejor ni el más ingenioso, es simplemente que no apoya su planta sobre huella ajena. Lo que ya está hecho no cuenta para él. Solo se involucra en proyectos cuya viabilidad está por verse. En la práctica.
Comparte con Chaplin la ternura por la madre y el horror que le produce verla sufrir. Esto explica que conserve, fresco como una rosa, el rencor hacia el director del Colegio Champagnat que firmó su boleta de expulsión “por mala conducta” y el recuerdo del momento en que su madre salió de la Dirección llorando porque la medida, que ambos consideraron injusta, era irrevocable. “Me marcó”, dice “ver a mi mamá sufrir de esa forma, nunca había derramado lágrimas por algo que yo hubiera hecho. Fue la primera vez que me quisieron ver la cara de gafo… la primera de una lista que se extiende hasta nuestros días”.
Cuando Chaplin tenía 12 años se unió al grupo de bailarines Los ocho muchachos de Lancashire. Luis Chataing tenía 16 cuando se convirtió en socio de una miniteca con Pablo Dagnino, el baterista Alberto Cabello, y otros compañeros. En esa época, las minitecas consistían, básicamente, en un tipo poniendo discos. Chataing ponía videos. Grababa imágenes del televisor y los editaba de betamax a betamax. Era un proceso tremendamente laborioso al que se sometía arrastrado por su necesidad de experimentar nuevas formas de comunicación. Hacía un collage de imágenes hasta lograr una secuencia de lo que él pensaba que calzaba con la música. Esa miniteca se acabó para dar paso a Sentimiento Muerto, donde Chataing no encontró cabida. Pero ya se había ganado el primer dinerito de su vida. No podía volver a las mesadas asignadas por sus padres.
Al terminar el bachillerato se inscribió en Administración de Empresas, en la Universidad Metropolitana. Era el año 84. Mientras cursaba estudios superiores –que no terminaría- creó la firma de franelas And & And. “Busqué hacer franelas que nadie tuviera, las que no conseguía en las tiendas. Yo me encargaba de la parte organizativa de la empresa, pero también intervenía en lo creativo. Diseñé una línea de hormigas, que ilustraba cómo los insectos veían a los humanos y su mundo. Ese fue mi primera prueba ante un público masivo. Empecé a hacer estas franelas con 2 mil bolos que me prestó el esposo de mi mamá, Marcos Gambús, y creció tanto que llegó a ser una empresa que hacía decenas de miles de franelas al mes, además de varios productos, como boxers, cuadernos, carpetas. Se convirtió en un gran negocio. Llegó un momento en que el trabajo administrativo se me hizo abrumador. Era horrible. Me estaba matando. Hasta que lo dejé. Luego hice la radio que no escuchaba y la tv que no veía”.
Un día escuchó a Ely Bravo y se le ocurrió que podía hacer un segmento en su programa. Tenía la vaga idea de convertir las ya célebres hormigas en una historia seriada. Se sentó en su escritorio a pergeñar notas y cuando completó el diseño del segmento, se preguntó que por qué le iba a dar eso a Ely si podía hacer su propio programa. “Lo decidí desde el mismo lugar de mi mente donde decidí que podía diseñar ropa, crear una gran empresa, hacer radio, luego hacer televisión y ahora hacer cine. Y en un futuro, política. Y no voy a ser alcalde ni diputado…”.
Premisa básica en la vida de Luis Chataing: con mi esfuerzo hacer los intentos necesarios para ser lo mejor que pueda en lo que ha decidido ser. “Cuando mi abuelo materno murió, yo tenía 17 años. En el momento de levantar la urna en la funeraria, mi madre me dijo: ‘no defraudes a tu abuelo’. Yo había sido su primer nieto y siempre me quiso mucho. Tenía ese aire tachirense y una severidad afectuosa. He hecho lo posible por no defraudarlo. He tenido múltiples oportunidades de venderme, de tomar caminos que traicionaban mis convicciones, y no los he seguido. He tomado mis decisiones sin titubeos. No he sido complaciente. Eso me llevó a poner el doble del empeño, a trabajar como trabajo y a obtener los resultados que obtengo sin recibir favores, lo que no significa que no haya recibido ayuda y solidaridad de personas generosas”.
La primera oportunidad se la dieron en la 92.9 FM, donde Fernando Ces le ofreció el espacio de 12 a 2 de la medianoche. Era febrero del 92. El programa se llamaba Primera y última. “Mi primer guión era como un tomo de enciclopedia donde anoté todo lo que narraría y lo acompañé con los efectos sonoros. Buscaba traducir todo lo gráfico y visual a la radio. Desde entonces trabajo muchas horas en la concepción y escritura de mi programa como si fuera el primero. Dejaba grabando el programa y al día siguiente mientras montaba bicicleta por el Cafetal lo escuchaba con los audífonos. Corregía: estoy hablando lento, estoy hablando pistoladas, fui cambiando, desechando, decantando. Entonces no hablaba de política. Quería ser una isla donde la gente pudiera acudir a escuchar algo distinto. Pero en la medida en que la política se fue volviendo un tema prohibido para sus espacios naturales, me sentí en las responsabilidad de abordarlo yo a través del humor y sin desligarme de los fines que me han llevado a los medios, que se enraízan en el entretenimiento”.
A los 8 meses, le propusieron pasar a las 6 de la tarde. El programa se llamaba Tarde o temprano. Y no pasaría mucho tiempo para que le ofrecieran el premio mayor de la radio: el horario matutino. Ely Bravo era el rey indiscutible de la radio juvenil en ese espacio, pero se había retirado para viajar por el mundo. Cuando decidió volver se dio contra un muro llamado El monstruo de la mañana, que conducía Chataing de 6 a 10 a.m. No quedó para nadie.
Luego vino un episodio amargo, del que Chataing prefiere no hablar. La (emisora) Mega, que había sido, por cierto, la primera puerta que tocó y de donde se marchó furioso porque le dieron una cita y lo dejaron esperando tres horas, lo contrató. Y la 92.9 FM lo demandó, lo que acarreó su salida del aire por varios meses y un sinfín de incordios que le hicieron la vida difícil. La 92.9 FM forma parte de las empresas 1 Broadcasting Caracas, también conocido como Grupo 1BC o Grupo Phelps, propietario también de RCTV, cuya pantalla quedó vedada para el díscolo. (Siempre se ha dicho que la salida del programa Ni tan tarde del aire, que llevaron Erika de La Vega y Chataing en Televen, desde el año 99 hasta 2002, se debió a una llamada de los ejecutivos de 1 BC). Pero cuando el régimen de Chávez cerró Radio Caracas TV, en mayo de 2007, Chataing salió en defensa del canal. Hizo declaraciones públicas y la noche de la clausura se encontraba al lado de los trabajadores y ejecutivos de la planta. “Los estaba defendiendo a ellos y estaba defendiendo la libertad de expresión, el derecho de la gente a ver lo que quiera”.
Al verse fuera de Televen, aceptó la oferta de Univisión, en Miami. Se estableció fuera del país entre 2003 y 2005. Transmitía su programa de radio desde Miami y Acapulco para Venezuela. Con parte del material que escribía para la radio en esos años escribió dos libros, que publicó Ediciones B.
En 2008 escribió el texto de su primer stand up comedy, Ahora me toca a mí. Tuvo un éxito estruendoso que se prolongó por casi dos años y 150 presentaciones incluidas 3 en España, 2 en Estados Unidos, una en Canadá, otra en Panamá. Su nuevo espectáculo unipersonal, Si me permiten, empezó en marzo de 2011 y en seis meses ha llenado casi cien funciones, en todo el país, y algunas en Bogotá (en octubre estará en Miami). “Encontré un lugar donde no respondo a nadie por lo que digo, salvo a mí mismo”.
Desde luego, el sino de Chaplin no lo suelta. A sus 45 años, está escribiendo una película en clave de comedia. La dirigirá Héctor Palma y él mismo será el protagonista. Por cierto, el inglés tuvo cuatro matrimonios. Chataing lleva tres. Y dice con toda seriedad que ya no habrá más.
Milagros Socorro
Revista Clímax, octubre de 2011
Saludos Señora Socorro. Me encanta lo que escribe y los temas que aborda en sus publicaciones.
Humildemente le sugiero que busque en youtube los videos del webshow de Luis Chataing: «Sí, Luis», y lo compare, con los (que también puede conseguir en youtube) del webshow del comediante Zach Galifianakis: «Between Two Ferns» para que saque sus propias conclusiones en cuanto a esta parte de su artículo:
» Sobre todo, por encima de todo, le resulta insoportable la idea de transitar caminos trillados por otros. No es que se haya propuesto ser el mejor ni el más ingenioso, es simplemente que no apoya su planta sobre huella ajena. Lo que ya está hecho no cuenta para él. Solo se involucra en proyectos cuya viabilidad está por verse. En la práctica.»
Probablemente esta crítica pueda generar suspicacias del tipo: ¿Quién se cree este tipo para criticar al Chaplin venezolano?, y la verdad es que la comparación de Chataing con Cháplin ya me resulta incómoda y exageradísima. La respuesta es simple: Esta crítica proviene de un total y absoluto don nadie, a diferencia de Sr. Chataing.