Sobre palo, pedrada / El Nacional 30. 10. 2011

Sobre palo, pedrada

Milagros Socorro

Hasta el más irracional admite que el aumento de salario para los militares es necesario. Más aún, hay consenso alrededor del hecho de que, a pesar del alto porcentaje (50%) y de que supone una irresponsabilidad fiscal, se queda, no obstante, corto en un país tan gravemente castigado por la inflación. Todo el mundo piensa, pues, que los militares, como trabajadores que son, víctimas de la galopante devaluación de la moneda y expuestos a súbitos traslados cuyos gastos nadie más que ellos sufraga, merecen ese incremento.

Y, sin embargo, desde el miércoles, cuando Chávez hizo el anuncio, los uniformados han sido blanco de venablos que han recorrido toda la escala, desde el reproche hasta la franca descalificación. ¿Cómo se explica esto? Muy simple, porque ese aumento debería corresponder a todos los empleados públicos y no solamente a quienes detentan las armas. ¿Era previsible para el régimen que la exclusión caería muy mal en la sociedad? Claro que sí. Cualquiera hubiera podido prever que la delimitación de una comarca de privilegiados iba a enfurecer a los olvidados y a encerrar a los favorecidos en un círculo de reticencias. (Y ya no digamos la oferta estrafalaria de eliminar para el sector castrense el pago de cuotas iniciales en la compra de viviendas y carros, solo faltó que se decretara el uso de tratamientos nobiliarios a quien use gorra y botas).

Y, entonces, ¿por qué Chávez hace esto? ¿Tan enfermo está? Enfermo está, a no dudarlo; y mentalmente lo ha estado siempre (como estableció el doctor Navarrete, quien no solo habló del sarcoma sino también de los periódicos estados de disociación). Pero hizo esta jugada con toda premeditación para generar la reacción que en efecto ha logrado: aislar a los militares y reforzar la impresión -que Chávez siempre ha atizado- de que los civiles desconfiamos de ellos y les dispensamos el mismo desprecio que él despierta en la mitad de la población.

Con esta operación, no solo humilla al PSUV, a quienes ha expresado con toda nitidez que su partido son las fuerzas armadas y nadie más, sino que intenta sobornar a unas filas que cada cierto tiempo elevan un murmullo de descontento ante su desmedrado poder adquisitivo al tiempo que ven pavonearse al grupito de oficiales que les pasan delante con camionetas imposibles de comprar sin corromperse.

Pero, ¿por qué un presidente necesita poner bozal de arepa a las fuerzas armadas? ¿Acaso su lealtad está en entredicho? ¿Las fuerzas armadas no han demostrado lo suficiente su adhesión a la Constitución en estos años? Si Chávez se ha propuesto comprar la voluntad de las fuerzas armadas es porque espera recibir mercancía de cohecho; esto es, está abonando a plazos un asalto a la legalidad. Quiere unos militares convertidos en estamento solitario y odiado, a quienes no quede más opción que seguirlo en una aventura contra la Constitución.

El guión de la ruindad ya está escrito. ¿Por qué el régimen adelantó las elecciones presidenciales de 2012, de diciembre a octubre? ¿Tiene esto que ver con el mal que sufre el Presidente? En absoluto: dos meses no cambian para nada el devenir de esa enfermedad. Las fechas se movieron con el proyecto de que Chávez salga triunfador en octubre (para eso las rectoras del CNE obedientes al mandón han desplegado trampas que están siendo enfrentadas por la Unidad); y que inmediatamente convoque una reforma integral de la Constitución para instaurar la dictadura comunista en Venezuela.

Entre los cambios a imponerse estaría la eliminación de gobernaciones y alcaldías. Por eso los comicios de estas instancias fueron pautados para diciembre de 2012 y abril de 2013, respectivamente. El punto, entonces, no era tanto adelantar la presidencial como desgajarla de las otras… que con Chávez en el poder no tendrían lugar.

Para todo eso el régimen necesita unas tropas mercenarias, que sirvan al régimen y no a la república. Unos militares alcahuetas, que apoyen una maquinación fraguada en la bacinilla de Fidel Castro, donde caen sus excrecencias y las evidencias de su degradación.

Para terminar de destruir el país sería indispensable la complicidad de esos militares venezolanos que hoy son condenados y apedreados… como si no fuera suficiente con haber recibido el palazo de ser involucrados en la ruin intriga del perverso moribundo.

 El Nacional, 30. 10. 2011

 

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