Milagros Socorro
Al lado del escritorio de Boris Izaguirre, en su apartamento de Madrid, hay un árbol enano cuajado de naranjas. Es una criatura asombrosa. Probablemente es un bonsái, pero las frutas que echa no son tan pequeñas como las ramas que la sostienen. Esta falta de armonía no le resta encanto. Es un hermoso naranjo que cabe en un matero. Y no debe descartarse que sea el auténtico testigo del Boris Izaguirre secreto, ese que se mantiene oculto pese a su afán exhibicionista. Solo el naranjo lo acompaña en las horas de soledad que supone la escritura; y fue él quien lo vio llorar en varias oportunidades mientras evocaba las situaciones y circunstancias asociadas a este conjunto de fotografías de su infancia.
No por nada, el arbolito aparece mencionado en el epígrafe que abre la más reciente novela de Boris Izaguirre, Dos monstruos juntos (Editorial Planeta, Madrid, 2011). “Para Pedro, por el naranjo siempre en flor“, leemos al abrir el ejemplar. Se refiere al cineasta español Pedro Almodóvar, quien escogió la planta como regalo por el segundo aniversario de bodas del caraqueño con su compañero, Rubén Nogueira, con quien se casó en febrero de 2006.
La foto la tomó Rodolfo Izaguirre y ha debido ser en agosto de 1967, unos días después del terremoto de Caracas, que se produjo el 29 de julio de ese año. Boris, nacido el 29 de septiembre de 1965, no ha cumplido todavía los dos años. La familia, -compuesta por el escritor, crítico e historiador del cine venezolano, Rodolfo Izaguirre, la bailarina de ballet Belén Lobo y el primer hijo de esta, Rhazil-, vive en el edificio Nueva Andalucía, El Bosque, Caracas, al lado de la sede de Fedecámaras.
–Yo lo llamaba “Bambalucía“ -recuerda el novelista-. Nosotros vivíamos en la planta baja y, unos pisos más arriba, vivían Adriano González León y Mary Ferrero. Por miedo a que se repitiera el sismo, estos vecinos y otros amigos, también residenciados en apartamentos altos, se mudaron temporalmente al nuestro, que tenía salida expedita a la calle. Instalaron una especie de campamento por cuatro días, una comuna cuya principal actividad era echarse en el piso a conversar.
“Esa imagen me gusta mucho porque se ven los zapatos ortopédicos. Está esa lucha contra la naturaleza mía: siempre he tenido problemas de motricidad, soy disléxico, confundo las letras leyendo y escribiendo. Nunca he logrado aprender a poner acentos, pero sé muy bien poner comas y puntos. Siempre conduje carros automáticos, porque nunca logré pasar de la primera en la caja de velocidades. Atribuyo a estas dificultades el hecho de que nunca aprendí a jugar beisbol, porque es demasiado complicado, mucho más para alguien tan descoordinado.
Yo no puedo seguir una receta de cocina, por ejemplo, y creo que todo eso tiene que ver con la dislexia“.
Los zapatos ortopédicos que lleva el pequeño Izaguirre en la foto los hacían en el Hospital de Niños de San Bernardino. “Los usé como hasta los 5 o 6 años, hasta que los tiré porque eran muy antiestéticos, parecían los zapatos de Frankenstein. Sin embargo, creo que me adelanté al movimiento punk, que usaban ese tipo de zapatos“.
Al pedirle que analice su propia imagen en esta instantánea, el autor de Morir de glamour (Espasa, Madrid, 2000) dice: “Es un niñito en una situación de estrés por los damnificados que estaban en casa, (por donde me movía había gente, cosa que no era habitual para nada). El caso es que estaba estresado pero siempre con un punto sexy, incluso provocador. Me encanta el interior que llevo. La correíta, insólita, por encima del calzoncillo. Yo tenía un sentido del accesorio innato. La camiseta es lo máximo porque es como de un club de algo. El atuendo es excepcional: botines ortopédicos, calcetines pulcros y convenientemente doblados, calzoncillos. Piernas bellísimas, ya se ve que van a ser unas piernas bonitas. Es un cuerpo bien proporcionado para un muchachito. Siempre he tenido ese conflicto si soy guapo o no, pero creo que lo soy , porque ya lo era de muchachito. Y estoy parado perfecto, pese a que estaba llorando. Cerca de las flores como para garantizar una buena foto. Se ve que esas cosas las tenía presente desde bebé. El gusto de agregarle melodrama a la vida. Era muy teatrero. Estaba siempre haciendo escenas. He sido muy exhibicionista desde niño“.
“Me gusta esta foto porque estoy con los periódicos. Siempre tuve una fascinación inmensa por la prensa. A medida que fui creciendo, para mí se hizo fundamental el hecho de que mi papá escribiera en un periódico. Cuando era niño, lo acompañaba al centro de Caracas a llevar su columna a El Nacional, donde yo mismo empecé a escribir cuando tenía 15 años y me vi entonces en el deber de llevar mi propia columna, que escribía en la máquina de mi papá“.
“Esa foto me recuerda que yo era tan obsesivo con la prensa que olía el periódico antes de poder leerlo. Y, cuando pude hacerlo, adquirí inmediatamente el hábito de ir primero al cuerpo D, donde estaban los Sucesos, y luego al B, donde estaban los Sociales: crimen y fama mezclados. También me hace recordar que yo tenía una relación amor-odio con esos zapatos ortopédicos (aunque los detestaba, en cuanto me levantaba por las mañanas volaba a ponérmelos), que ha derivado en una obsesión creciente con los zapatos“.
“Mi mamá me ha querido tanto. Siempre me he sentido muy especial para ella. Ella detectó desde muy temprano que yo tenía este conflicto psicomotriz. Se pasaba horas conmigo enseñándome a escribir las letras. Eso estableció un nexo muy potente entre los dos. Ella nunca fue ni amenazante ni ansiosa al respeto. Siempre muy paciente. Es un amor muy grande. Una bellísima relación. Hasta los 8 años yo no me sabía amarrar las trenzas. Ella me enseñó, pero sin aspaviento. No había presión ni desmayos. Siempre todo muy fluido“.
“Si yo hubiera caído en otro hogar, no hubiera aprendido a leer. Hubiera sido una persona complicada. Ellos percibieron muy rápidamente esta especie de hueco entre mi cabeza y el movimiento. Mi mamá tiene una explicación porque yo nací cianótico y se irrigó mal el cerebro. Y que esa puede ser la explicación del desfase entre la mente y el habla. Yo bailo muy bien pero no podría seguir una coreografía. Y tampoco puedo memorizar un parlamento“.
La foto se tomó en el edificio Nueva Andalucía. Rodolfo Izaguirre está parado en la rampa que conduce al estacionamiento del edificio. Es 1967, año en que ganó el premio José Rafael Pocaterra, con su novela Alacranes.
“Mi nacimiento trajo suerte a mi padre. Se ganó ese premio, fue nombrado director de la Cinemateca Nacional… Yo soy el primer hijo de mi papá. Ahí estamos todos como encantados. Era una familia perfecta. Ellos eran muy jóvenes, se gustaban mucho, se amaban. Habían tenido este hijo que les había salido sensacional“.
“Rodolfo había sido ciclista, a eso se debe, quizá, que tenga las manos fuertes que exhibe en la fotografía. Siempre he visto a mi papá como una persona muy atlética, muy esbelta y muy masculinamente sexy. Es un señor espléndido. Y me tranquiliza mucho saber que me parezco mucho a él, porque ha tenido muy buena madurez. En esa foto está en el mejor momento de su vida: tiene un bebé, y, por fin, un trabajo estable. Ya se veía que no iba a regresar a Europa. Está como muy pleno. Tendrá unos 35 años“.
“La foto haba de Caracas en ese momento. La ciudad ha zanjado el conflicto con la guerrilla. Se ha superado también las dificultades que le creó el hecho de pasar a trabajar con una dependencia del Estado (estaría en la Cinemateca Nacional los siguientes 25 años). Esta imagen demuestra que hay un país con espíritu emprendedor, unas personas trabajando en lo que saben hacer y por lo que tienen pasión. Ves un varón venezolano, intelectual, perfectamente insertado en una estructura de país“.
“Por lo demás, el reloj tiene mucho estilo. Los 60 tuvieron mucho estilo para todo el mundo, pero especialmente para el hombre. Pocos años después vendrán las camisas de algodón hindú. Y el reloj va a desaparecer por ser un símbolo de stablishment. Aunque mis padres han sido austeros y sobrios, siempre han estado bien vestidos. Y siempre han tenido piezas a la moda. Es algo a lo que le han prestado importancia“.
“En esa foto, él me pone a su altura. Es lo que ha hecho siempre. Mi papá nunca ha establecido una diferencia entre nosotros. Desde luego, en algún momento me ha tenido que explicar el mundo, pero nunca me ha dejado sin una explicación. Jamás me ha dicho eso te lo explicaré más tarde. Me ha hablado como a un niño, naturalmente, pero nunca como a un idiota. Él siempre ha entendido que yo percibo muchas cosas y no ha querido reducir la gama, que ha sido muy pero muy amplia en esa casa. Así, me estimularon mi fascinación por la danza, el ballet, el cine, y luego por la moda y las celebridades, sobre todo por las damas de sociedad. Esto para mi papá ha sido un aprendizaje. Y yo hablo igualito a mi papá, los gestos, la risa“.
“Esa foto es como una carátula de The Human League (grupo inglés de música pop de gran popularidad en 80). Mi adolescencia padece el trauma de tener una cultura y una orientación (literatura, revistas, lenguaje música, personalidades) hacia lo anglosajón, siendo latinoamericano. Paradójicamente, hablo muy bien inglés porque soy venezolano y crecí viendo las películas subtituladas (y no dobladas, como en España)“.
La foto fue tomada por Alessandro Rosselini, nieto del cineasta italiano Roberto Rosselini, que era su compañero de cuarto en el college Solebury Schooll, en New Hope, Pennsylvania, donde Boris estudió entre 1982 y 84. Boris posó con la novia de él, Sue Nezi, ahora fotógrafa famosa, pero al romper la relación, él la sacó de la foto.
“Cuando me fui estudiar a los Estados Unidos, ya era colaborador de El Nacional, con mi columna Animal de frivolidad. Esos años fueron muy rápidos. Fue un golpe de fama tremendo. Yo me sentía Brooke Shields, una celebridad. El truco era cómo alguien de esa edad podía estar en tantos lugares al mismo tiempo. Fue empezar a publicar y empezar a construirme un personaje, una vida que acompañara esas columnas, pero había responsabilidades, había que terminar el bachillerato. Ya había algo que siempre ha estado en mí y que tiene mucho que ver con mis padres: tenía una disciplina. Nunca me he dejado llevar porque siempre, al día siguiente, he tenido que entregar una columna o grabar un programa de radio o de televisión“.
“Esta foto se tomó en el 82. Falta muy poquito para que explote el sida. Y para que ese estadio de imaginación, de creación y exploración se frenase por la irrupción de la muerte. Todo va a cambiar. Va a cambiar la moda y el color se va a disolver en el negro, que es la marca de la moda de los 80. Yo había sido criado en un clima de libertad y amplitud con respecto al sexo y la enfermedad frenó en seco todo eso. Convirtió el goce en miedo“.
“Para este momento ya estaba ya conformado Boris Izaguirre. Faltaban muchos años para conseguir todo lo que entonces me había propuesto, pero allí estaba ya perfectamente hecha la imagen, el tipo, la persona. Ya estaba fuera de Caracas, que para mí era esencial; y, aunque tuviera que volver dos años después (en 1984), ya allí estaba quien iba a ser“.
“La chaqueta que llevo es de Fiorucci, la había comprado en la tienda de esa firma en Nueva York en la calle 56. Yo vivía en esa tienda, me pasaba horas hasta me echaban. Me lo probaba todo. Más, aún, todo lo que llevo en esa foto es de Fiorucci. Fui el mejor vestido de mi colegio en los dos años que estuve“.
“El peinado era, naturalmente, influencia del de Philip Oakey. Ya yo había experimentando mucho con mi pelo, me lo había teñido en una sesión con María Alejandra Martín y me había quedado naranja. Me ponía enjuague Conzil y me lo dejaba para que se viera rizado. O me ponía huevo y me lo dejaba mientras cenaba para aclarar el tono. Tras muchos experimentos en Caracas, encontré en New Hope, lugar de recreación de los gays ricos de Nueva York, donde Andy Warhol tenía una casa, una peluquería que era de una muchacha que estaba de vuelta de Londres. Ella me hizo ese corte. Fue un hit. Cuando no lo peinaba era un afro descompuesto. Pero al peinarlo se arreglaba de medio lado de forma que tapara un ojo. Los bucles eran naturales“.
“Pero no hay que confundirse, ya en ese momento yo era un muchachito trabajador. Poco después de regresar, empecé a escribir telenovelas con José Ignacio Cabrujas. De hecho, cumplí 20 años escribiendo La dama de rosa. 1982, cuando se tomó esa foto, es el año en que empiezo a ser yo. Después de ese momento todo se vuelve más claro. Ya sabía que solo quería escribir, que sería ser escritor”.
Publicado en la revista Climar en mayo de 2012
Divino! Me encanta este irreverente…me encanta que su superficialidad y frivolidad sean tan profundas! Me encanta su visión de mi amada Caracas y su gente. Gracias.
Extraordinario trabajo sobre tan excepcional y valiente personalidad de la Venezuela que es y seguirá siendo en nuestros corazones. Milagros Socorro a ti mi admiración y gratitud eterna por tus luminosos articulos. La Prensa contigo es un lujo.
Buenas querida, soy estudiante de derecho y tengo una exposición sobre su biografía pero resulta que no encuentro ni pizca de información sobre ud. Habrá alguna pag.?
Me encanta Boris. Orgullosa de un venezolano tan espectacular. Inteligente. Simplemente brillante escritor
Es un venezolano culto, experimentado y extravagante. Creo que de alguna manera todos lo quieren, o quisieran ser él porque ha sabido encontrar su lugar _el que lo hace feliz sin ofender a nadie_. Lo felicito por eso, aunque su apoyo a eventos como el Miss Venezuela no sean tanto de mi agrado (en fin)… pero se lo vacila; lo entiendo y eso es muy venezolano… es Boris… Gracias por la nota…
Me encanta, es un personaje divino, es autentico lo felicito sabe fluir con todo.
Exquisito el artículo, como siempre. Exquisito el protagonista,como siempre. Siento solo que las fotos no abren en el enlace y ellas hacen vida en y para el artículo. Igual, es la pluma de Milagros, las palabras de Boris, nos imaginamos y «vimos» las fotos. Y, disfrutamos, como siempre.