El último cuplé

Milagros Socorro

El reciente fallecimiento de Sarita Montiel, ocurrido en Madrid este 8 de abril, es asunto de sobremesa. “Las dictaduras tradicionales”, comenta alguien, “dejaban siempre una ventana al entretenimiento, un espacio para la distracción y la fantasía. Chávez, en cambio, obturó todo, rodeó el país de un muro espeso y dentro solo quedó él. No dejó margen para nada que no fuera él, hablando día y noche, tapizando las ciudades con su foto. En los tiempos de Chávez no hubo más cantante que él, más actor que él, más rostro que el suyo”.

Sarita Montiel, nacida en 1928 en la España profunda, fue el primer mito erótico del franquismo, una posición que alcanzó por su impactante belleza, su gracias personal y el expediente de enseñar un poquito el ombligo. “En una España gris condicionada por la dictadura y las limitaciones económicas”, dice la Wikipedia, “Sara Montiel fue la cara más barroca y sensual del espectáculo, gracias a sus papeles de mujer fatal y a sugerentes vestidos que tentaban la censura”.

Una de sus películas más exitosas fue El último cuplé (Juan de Orduña, 1957), una cinta de escaso presupuesto, que la estrella rodó durante unas vacaciones en España, (entonces estaba residenciada en Hollywood), más por amistad con Orduña cuya carrera venía palo abajo que por cualquier otra motivación. Y, sin embargo, el film se convirtió en un gran éxito de taquilla, quizá porque el folletín musical, que cuenta la historia de una cantante que evoca sus pasadas glorias, propuso, como escribió Manuel Vásquez Montalbán, en su Crónica sentimental de España (1971), una huida metafórica del franquismo, una forma de escapar de “la angustia por aquella hora presente”. Cuando la cupletista venida a menos rememora sus grandes momentos, su nostalgia se convierte en un cortijo para guarecerse de la opresiva realidad que instauran los regímenes autoritarios.

En Venezuela no hemos tenido ese pequeño alivio, que también permitió Pérez Jiménez cuyos carnavales eran la espita de la lápida de cemento que echó sobre la sociedad venezolana; y en cuyos años de tiranía florecieron las orquestas de música popular.

Esta determinación de asfixiar al país, y no dejarle la mas mínima rendija para ver algo distinto al panorama hegemónico, se ha puesto de manifiesto con peligrosa saña en la negativa del alto gobierno de reconocer la existencia de un adversario que, aún contra los vientos más bravos y frente al grotesco ventajismo desplegado por el oficialismo en la campaña electoral y el día mismo de las elecciones, obtuvo la mitad exacta de los votos. ¡Y eso, según cifras oficiales! Cuáles serán las que se afanan en ocultar…

El chavismo nació de la antipolítica, de la felonía, del golpe de Estado como manera de dirimir las tensiones que debían resolverse en las arenas institucionales. No es extrañar que para ellos esté siempre pospuesta la hora de la política. Ya vimos a Maduro en su discurso del domingo en la noche, cómo distorsionó la llamada que había recibido de Capriles, mintiendo con respecto a su contenido y burlándose de su contendor de manera aviesa y baja. En un momento que ha debido aprovechar para ahorrarle angustias al país y para demostrar algún rasgo de autonomía personal, Maduro optó por el insulto y la profundización de las diferencias. No es de extrañar en un hombre cuyo único mérito es el de haber sido ungido por el presidente moribundo (los más informados aseguran que fue encargo de los Castro), pero no hay duda de que desperdició la ocasión de iniciar una gestión con sello propio e, insisto, demostrar un poco de piedad con un pueblo abrumado por la crispación y los flagelos que los tiempos de Chávez le acarrearon.

En las recientes horas hemos visto la represión a la protesta convocada por Henrique Capriles, como líder de la oposición victoriosa en las urnas; hemos sido testigos de la operación simbólica por la que el régimen quiere travestir los golpes a las cacerolas en un golpe de Estado; hemos topado nuevamente con el empeño aislante de unos gobernantes que no admiten nada distinto a su propaganda y sus letanías.

Y también hemos visto una Unidad Democrática crecida en su madurez, en su estrategia y en su disposición a ofrecer una resistencia larga, inteligenciada, pacífica y hondamente arraigada en la vocación democrática venezolana. Por larga que nos parezca su actuación, la autocracia balbucea su último cuplé.

 

Publicado en El Carabobeño, el 18 de abril de 2013



2 comentarios en “El último cuplé

  1. ….y no dejó mas margen para nada , que no fuera él, ni mas cantante,ni actor,ni mas rostro que el suyo.Por eso casi ni mas couplé tampoco.¿Porqué, a veces casi segura de que utilizó de manera maligna ,sobre nosotros como pais y personas, los estudios del padre de la psicologia S.Freud, pero traspolada totalmente e invertida ,o sea pues la receta de fidel castro, donde aquel le pasó a éste la chuleta para destruirnos casi…………..asi es y casi que ni couplé!!!

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