La calculadora de Rivero

Milagros Socorro

Caracas no se vació. Maracaibo mantuvo su bullicio. Las carreteras no colapsaron con el éxodo de temporadistas ni las regiones más secas del territorio –algunas de las cuales son, a la vez, polos turísticos- registraron carencias críticas de agua. Pero, según el coronel Antonio Rivero, director nacional de Protección Civil, durante la Semana Santa se movilizó exactamente la mitad de la población de Venezuela.

A pocas horas de concluir el reciente asueto, el coronel Rivera tenía listas las cifras de temporadistas que, según su despacho, se desplazaron en esa semana: “2.716.878 temporadistas se movilizaron por los terminales terrestres; 379.105 personas viajaron por terminales aéreos; 192.428, por los acuáticos y 9.819 mil 492, en vehículos particulares. Un total de13.109.903”.

Cómo se allegó Rivero a esas cifras es asunto interesante y todavía no explicado. ¿Cómo lo supo con tanta minuciosidad y tan rápidamente? ¿Qué tecnología le permitió detectar, con tal precisión, cuántas personas viajaron en autobús y cuántas, en carros particulares?

Sabemos que el coronel Rivero estuvo muy diligente en esos días y que, incluso, hizo un recorrido aéreo, con un equipo de VTV, sobre las arterias viales que comunican a Caracas con el oriente, occidente y sur del país, pero eso no es suficiente para determinar cuántos pasajeros iban en cada una de las unidades avistadas desde las alturas. Tiene que haber otro procedimiento, más terrenal, un poco más científico. Quisiéramos saberlo.

Una investigación hemerográfica –porque otra no es posible para la prensa venezolana, puesto que las autoridades no nos dan información- nos indica la siguiente distribución de los viajeros: a Margarita fueron 144 mil visitantes; a Aragua acudieron 303 mil 812 temporadistas, según el subdirector de operaciones de Protección Civil en la entidad, Eliú Rodríguez, quien aseguró que la zona más visitada corresponde al litoral aragüeño (según Rodríguez, las playas de Ocumare de la Costa fueron visitadas por 115 mil 638 temporadistas, mientras que Choroní recibió 55 mil personas, Camatagua 51 mil 68, Colonia Tovar 58 mil 687 y parques y ríos 23 mil 410), una información que contrasta con la suministrada por el gerente del Terminal de Maracay, Antonio Giménez, quien dijo que hacia el litoral aragüeño se habían movilizado 28 mil 393 personas. Bueno, supongamos que el resto lo hizo en vehículos privados. Sigamos.

Mérida recibió 234.000 turistas, según la presidenta de la Corporación Merideña de Turismo; Sucre, según las autoridades regionales 549.000; Puerto La Cruz, según el alcalde del municipio Sotillo, Nelson Moreno, 330.000; en Lara se esperaban 240.000; Falcón fue invadido por 707.000 temporadistas, según el director de Protección Civil, Alexis Dónquiz, (cabe preguntarse cómo fue que Falcón acogió el doble de visitantes del campeón turístico anzoatiguense, que se regocijó de haber tenido una ocupación hotelera del cien por ciento). Pero demos por bueno el dato. Lo mismo que el aportado por el alcalde del municipio Vargas, quien se jactó de haber atendido cómodamente ¡un millón 500 mil viajeros!

Esto arroja un total de 4.007.812 turistas. ¿Adónde fueron los demás? ¿Es posible que se hayan distribuido entre el Zulia, -cuyos voceros hablan de los excursionistas que salieron pero no de los que entraron-, Trujillo y el sur del país? Estaríamos hablando de nueve millones de veraneantes distribuidos entre las zonas de menor capacidad turística.

Por otra parte, asombra comparar los 13 millones de turistas venezolanos con los dos millones y medio de argentinos que se movieron en esos mismos días; a pesar de que Argentina nos supera por unos 14 millones de habitantes. O saber que España, país turístico por excelencia y con 44.708.964 habitantes, ignora cuántas personas se movilizaron y apenas llega a puntualizar que tenía previsto, antes de las vacaciones, 15,5 millones de desplazamientos de largo recorrido en automóvil; lo que incluye todas las idas y venidas por sus vías. Pero no se aventuran a decir cuántas personas se desplazaron.

El Gobierno debe explicar cómo obtuvo sus cálculos. Y, de paso decirnos si contamos con la infraestructura y servicios para permitir este masivo desplazamiento. Si las rutas ofrecen baños suficientes para servir a la mitad de la población en desbandada. Lo cierto es que una movilización de tales dimensiones es inverosímil, como también lo es que las autoridades puedan garantizar su seguridad. Eso para no detenernos en el excepcional repunte del consumo de gasolina que tal volumen de tránsito habría requerido, y que no ha merecido ni una sola mención por ninguna parte.

También quisiéramos saber si la mitad de los venezolanos pueden costearse unas vacaciones, por precarias que sean las circunstancias en que las disfrutan. Y qué tan solvente es la explicación «psicosocial», según la cual la gente, furiosa por la ley seca, hundió el acelerador y fundó la cultura del suicidio.

 

Publicado en El Nacional, semana santa de 2007

 

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