Milagros Socorro
“¿A usted no le parece?”, le preguntaba El Nacional a Tibisay Lucena, en su editorial del 19 de marzo de 2013, que “¿convertirse en cómplice de alguna maniobra que oscurezca las próximas elecciones presidenciales es la peor manera de terminar su carrera en el aparato burocrático?”.
En la referida nota, el diario señalaba a quien preside el Consejo Nacional Electoral desde 2006 de muy graves faltas, como la de convertir al CNE en apéndice del Ejecutivo y presidirlo en la época en que “ha recibido la mayor cantidad de acusaciones de fraude”. Pero esto no era todo, El Nacional la acusaba de sobreactuar su furia con la secretaria de Estado adjunta de los EEUU para Latinoamérica, Roberta Jacobson (quien había declarado que Venezuela “merece unas elecciones abiertas, justas y transparentes”), mientras se hacía de la vista gorda ante el irregular traslado de Maduro como votante de Carabobo a Caracas.
En vez de enfrentar tan serias recriminaciones, Lucena dejó el asunto en manos del partido de gobierno, que optó por un show de poca monta inculpando al diario de desear la muerte de la funcionaria (porque en el editorial se le recuerda que “La prensa ha sido con ella “lo suficientemente discreta y honesta para no hablar de sus condiciones de salud y de asistir a su restablecimiento con respeto y respaldo pleno”). Ni una palabra al hecho de que el diario estaba aludiendo de forma directa a la muerte moral de la figura de Tibisay Lucena, que siempre ha querido dárselas de académica y parece vivir en la fantasía de que, pese a haber degradado su cargo y hecho grandes contribuciones a la crispación y a la violencia, puede aún tener algún respeto.
Que Tibisay Lucena está enferma es asunto que se comenta sin tapujos. Y que el destino humano es la muerte es cosa que no admite discusión. Nada de esto tiene relevancia para la cuestión que nos convoca. Como tampoco debería inquietar a un gobierno si alguien fantasea con la muerte de otro; se da en este régimen la extraña circunstancia de que a sus jerarcas les indigna la mera suposición de que un ciudadano desee la muerte de alguien, pero les deja sin cuidado el comprobable fallecimiento de miles de víctimas por violencia ciudadana. Lo que sí debería estar entre sus prioridades es la confiabilidad y transparencia del Consejo Nacional Electoral, que hete aquí que está en manos de alguien a quien los periódicos tildan de doña Mentira… sin que nadie salga en su defensa, salvo para darle el trato condescendiente de enferma a la que no se debería importunar.
Corto se quedaba El Nacional. Tres semanas después doña Poca Vergüenza asistía al funeral de Chávez luciendo el brazalete del 4F, que el jefe del Comando Estratégico Operacional de las FAN, Wilmer Barrientos, había mandado a usar.
“Que Dios la perdone, doña Lucena”, remataba el editorialista, “porque ya sabemos su destino”. Estaba clarísimo que el destino aludido es el de devenir sinónimo de indignidad, una fatalidad que ella se ha labrado a pulso.
A quince días de las elecciones, a Lucena le llueven inculpaciones de mentirosa.
Gerardo Blyde, generalmente comedido y hasta piadoso, le enrostró: “Manipulas y mientes en cadena nacional” (al tratar de asimilar petición de auditoría con impugnación), “los anexos presentados en el informe fueron ejemplos de irregularidades que justifican la auditoría completa para verificar esos hechos y muchos más”.
Este lunes, el Comando Simón Bolívar también la desmintió sin consideración.
“No es verdad”, la enfrentó Ramón José Medina, “que Henrique Capriles haya introducido un recurso de impugnación ante dicho ente comicial. La doctora Lucena manipula a nuestro pueblo. Según ella, se venció el plazo para introducir el proceso de impugnación; sin embargo, es bueno recordar que tenemos 20 días a partir de la proclamación del presidente ilegítimo para impugnar las elecciones. Y para hacerlo ante el TSJ deben pasar 15 días, que no han trascurrido”.
Pero todo esto no pasa de ser una llovizna de flechas si lo comparamos con la imputaciones hechas por los técnicos. Baste consignar que Alfredo Weil, directivo de Esdata, ha declarado que todas las votaciones, a partir del 2004, “han estado signadas por la sombra del fraude” y que “Capriles ganó el 14 de abril con una diferencia de cuatro puntos”.
Frente a eso, doña Mentira es un cumplido.
Publicado en El Carabobeño, el 1 de mayo de 2013
Creo que el país experimenta una gran frustración tan sólo de pensar por cuánto tiempo hemos sido engañados y al mismo tiempo sentir que no estás protegido sino por el contrario la desconfianza aumenta constantemente.No quiero irme nunca de mi país y, sueño con tener un país con justicia plena para todos y que aprendamos a quererlo y que jamás olvidemos esta trágica lección.NO A LA IGNORANCIA.NO A LOS COMPLEJOS.NO AL ODIO.NUNCA MÁS.
Realmente si hay una gran frustraciòn en el pueblo Venezolano, todos los dìas me levanto con la esperanza de que todo esto no ha sido mas que una pesadilla, es increible ver como todas las instituciones legales del paìs esten parcializadas en un ideal politico cuando no debe ser asi. Todos los atropellos e la AN son terribles , ellos incitan la violencia , a nivel general el paìs esta lleno de asesinos y delincuentes . Quien l eda un alto a ellos? nadie porque este gobierno no le importa el pueblo , con todos los fraudes que hicieron en las elecciones , esa sra sabe que va morir y le importa poco dejar el pais hecho un desatre, con mandar la familia fuera a disfrutar los dolres que tienen en ocean bank.
Yo respiro de alivio porque la justicia divina es oportuna.
SI, ELLA NO PUEDE EXIGIR RESPETO, PORQUE SE HA BURLADO, DEL PUEBLO VENEZOLANO, HA ABUSADO DEL PODER QUE LE DIERON Y JAMÁS HA MOSTRADO NI EL MÁS MÍNIMO RESPETO HACIA VENEZUELA. SÓLO LUCHA POR UNA REVOLUCIÓN QUE SÓLO ELLA CONOCE DE SU OBJETIVO Y SIGNIFICADO