Milagros Socorro
Carente de legitimidad, porque su elección está teñida de sospechas muy fundadas y documentadas, Nicolás Maduro se ha pasado los primeros meses de su llegada al poder buscándola afanosamente. A estas alturas, está claro que nunca la conseguirá: las pruebas de las manipulaciones del Consejo Nacional Electoral para favorecerlo, así como del ventajismo del Ejecutivo, crecen diariamente; por lo que parece haber transado por una parodia de legitimidad que no se cimenta en el ejercicio de la Presidencia ni mucho menos en el fortalecimiento de las instituciones sino, por el contrario, en un simulacro de legitimidad puesto en escena en los medios de comunicación.
Ya que no es Presidente, Maduro se conforma con parecerlo. De momento, le basta. Cuenta para ello con muchas complicidades, incluida la de unas masas que han aceptado ser gobernadas sin proyecto, sin responsabilidad y sin visión de futuro, pero con mucha tarima y manipulación sensiblera. Y les han aceptado a sus gobernantes toda clase de desmanes, que van desde la demolición de los marcos democráticos y la intervención humillante de Cuba, hasta la destrucción del aparato productivo nacional, pasando por la exhibición grotesca de la corrupción y el dispendio de los recursos de la república.
Maduro cuenta, además, con los medios de comunicación, que le sirven para dar una apariencia de estar al frente del gobierno, de estar al tanto de los problemas y en contacto con el pueblo. No importa que este tenga constancia de que el único objetivo de Maduro, como lo fue antes de Chávez, es mantenerse en el poder (y no el de aplicar programas eficaces para corregir los muchos males que nos agobian).
Chávez fracasó en su oferta populista de dispensar un asistencialismo directo, sin intermediación de las instituciones, él solo con el pueblo, uno repartiendo billetes y el otro de rodillas recibiendo. Este modelo naufragó, los pobres no fueron redimidos por Chávez, pero este se legitimaba cada día en su omnipresencia farandulera.
Esa es la escuela de Maduro… con el agravante de que no emociona ni convence. No le queda más que subir la apuesta de Chávez. Posponer aún más los logros. Gritar más. Insultar y amenazar más. Su prédica, igual que la canasta básica, ha sido pasto de la inflación, de manera que sus intimidaciones han tenido que aumentar a maldiciones. A esta estrategia obedecen sus recientes declaraciones en San Fernando de Apure, donde, en el acto de cierre del llamado gobierno de calle, se permitió decir que sus oponentes “no tienen alma. No tienen sentimiento”.
Nadie salió a contradecirlo. No hubo reclamos ni recordatorios de los aportes de Bartolomé de Las Casas hace tres siglos, ni de los destrozos de Hitler basado en la misma tesis, hace setenta años. Nadie denunció el plan de deshumanizar a los demócratas venezolanos hasta el punto de que su aniquilamiento no sea un crimen, ni siquiera una falta grave (puesto que suprimir un ser sin alma y, por tanto, sin esencia humana, no pasa de ser un ataque de mal humor). Mucho más en uno de los tres países más violentos del mundo, como lo es Venezuela. El agresivo juramento recibió la misma prioridad que se le dispensa a un perro que ladra en un camino polvoriento.
Probablemente, el insulto de Maduro no sea tal, precisamente porque proviene de él, mata de burradas y compromisos incumplidos, epítome del deshonor. Pero el caso es que cada vez tendrá que aumentar los hierros a su show. ¿Hasta dónde será capaz de llegar? ¿Tendrá límites?
Lo otro es que su pantomima de Presidente se basa en una rutina de efectos mediáticos dirigidos a profundizar el resentimiento y la necesidad de revancha social. Ya que es incapaz de proveer un ambiente de desarrollo, empleo y ahorro, opta por reforzar la baja autoestima de su audiencia.
En esa operación, a quien agravia es al pueblo al que dice amar, puesto que le atribuye sentimientos de envidia y deseos de ver al otro reducido y aplastado como un gusano (Fidel Castro dixit). Así, arrastra a sus seguidores a un pacto inmoral. El punto es, ¿cuándo se detendrá? ¿Qué hará cuando también esta acusación se la haya tragado la inflación de los ultrajes?
Publicado en El Carabobeño, el 17 de julio de 2013
Como siempre muy acertada en sus comentarios. Que falta hace gente como ud, para verse retratado en el respeto y consideración al referirse a otra persona, que a pesar de saberse contrario lo trata con cortesia en el lenguaje.
Saludos y admiración.