El cuento del cuartel

Milagros Socorro

Crecimos escuchando una zoquetada según la cual Simón Bolívar habría dicho que Ecuador sería un convento, Colombia una universidad y Venezuela un cuartel. Ignoro si es veraz la cita, pero no creo, francamente, que Bolívar hubiera expresado semejante idiotez, puesto que aún si pensara que el triste destino de Quito sería la capitalidad de un claustro, y que Bogotá devendría un inmenso rectorado, es cuesta arriba concebir que el Libertador tuviera tan pobre opinión de su país natal (donde, por cierto, dispuso en su testamento que reposaran sus restos mortales y a cuya Universidad Central legó algunas de sus posesiones).

El niño Simón había sido alumno de Andrés Bello y de Simón Rodríguez, de quienes no puede decirse precisamente que fueran figuras cuarteleras y que, muy por el contrario, contribuyeron para que la Caracas de fines del siglo XVIII y principios del XIX, fuera tenida entre las ciudades más cultas del imperio español. El propio Simón José Antonio de la Santísima Trinidad destacó en su tiempo por su formación intelectual y su extraordinaria escritura, dones que no adquirió en tierra distinta a Venezuela.

Sin embargo, como tantas otras cosas, la denigrante afirmación no ha sido sometida a examen y ha circulado por décadas, reforzando dos terribles tendencias: la baja autoestima venezolana y el embeleco de que nuestro destino está amarrado al militarismo.

Pregunte usted a cualquier venezolano cuál es su consideración del habla local. De seguro, más de la mitad le dirá que nosotros nos expresamos malísimo y que, en cambio, Colombia… Eso se repite sin ningún análisis y, tengo para mí, sin ninguna justificación. Pero el hecho es que, mientras nosotros tenemos vergüenza del castellano de Venezuela e ignoramos a nuestros escritores con una tenacidad que quizás ningún país de la tierra iguales, los vecinos están a tal punto orgullosos del de ellos, que Colombia se ha propuesto como alternativa para la enseñanza del español a extranjeros.

No es una fantasía. El 31 de julio pasado se presentó muy formalmente el programa Spanish in Colombia, “una estrategia de promoción que se gesta desde el Gobierno” y ha sido formulada por el Instituto Caro y Cuervo. El propósito es proyectar a Colombia como “el lugar ideal para aprender español”. De hecho, el lema es “Aprenda el mejor español del mundo” y ya han desplegado un plan de participación en ferias universitarias de Brasil, Jamaica y la costa este de los Estados Unidos. La iniciativa involucra una red de universidades y tiene el apoyo de los ministerios de Relaciones Exteriores, Educación y Cultura, pero lo más importante es que se sustenta en la convicción de que Colombia tiene en su habla un tesoro y que ese patrimonio puede generarles riqueza y reconocimiento.

Asimismo, en el caso tradicional de la ciudad de Panamá, un ejemplo precioso de arquitectura y urbanismo caribeños, por cierto, puede verse anuncios que ofrecen “Spanish school”. Y es en ese país centroamericano donde se celebrará el VI Congreso Internacional de la Lengua Española, en abril de 2014. Los anteriores tuvieron lugar, entre 1997 y 2010, en Zacatecas, México; Valladolid, España; Rosario, Argentina; Cartagena de Indias; y Valparaíso, Chile. De paso, entre los escritores que se han anunciado como conferencistas en Panamá 2014 no hay uno solo venezolano.

Debe incluirse, pues, entre las mil tareas de la reconstrucción nacional, la de la valoración del castellano de Venezuela. Hijos, como somos, de Andrés Bello, quien se fajó en la confección de una gramática que sirviera de partitura para el castellano de América y garantizara su unidad, estamos en perfecta capacidad para ser vector de nuestra lengua para las próximas generaciones y para los extranjeros que quieran aprenderla.

Venezuela no es un cuartel ni está condenado a serlo. La persistente oposición que ha encontrado el régimen autoritario y corrupto instaurado por el golpista del 92 es muestra de la profunda vocación democrática y civil que palpita en nuestra cultura, lo mismo que el rico léxico venezolano.

Sería necio entrar en una competencia para ver quién ostenta la posición ideal para la divulgación del español en ámbitos diversos. No digo que Venezuela sea el mejor lugar. Lo que sí afirmo con toda certeza es que ninguno es superior a Venezuela. Por la ubicación geográfica, por el legado de nuestros mayores y por la alta expresión de nuestros poetas, novelistas, dramaturgos y periodistas, Venezuela es una Spanish school secreta, que también florecerá cuando se fracture la lápida que nos oprime.

 

Publicado en El Carabobeño, octubre 2013

 

2 comentarios en “El cuento del cuartel

  1. suscribo cada palabra de su artículo y celebro su optimismo. La tierra que dió inspiración a Bello, Gerbasi, Andres Eloi Blanco, Gallegos, Uslar Pietri y tantos otros, aún esperan la reivindicación de sus esfuerzos por dar a conocer la venezolanidad. Este es un gran aporte.

  2. Es cierto lo que expresa nuestra admirada periodista, sufrimos de minusvalía intelectual, esa autoestima baja y que en muchos momentos repetimos inconscientemente cuando regresamos desde Colombia y hemos recibido un trato de diáfanas sonoridades hispanas, atenciones formales y demostraciones de mucha cortesía en calles e instituciones. Deploramos nuestro castellano,»ordinario» que se «come» las eses y que adjunta permanentemente el «bicho», «la cosa» a falta del esfuercito por utilizar el vocablo adecuado. Nos quejamos de la ordinariez y aspereza del funcionario y el público de a pie, en fin, de todos. Por allá, por los Andes nos reconciliamos un poco con el buen hablar reposado y ceremonioso propio de quien lleva un tempo interior sin prisas. Me sumo a la reflexión que la tocaya plantea. Es deber de reconstrucción pedagógica tomar esta sugerencia y emprenderla nuevamente a favor de la venezolanidad expresada con el sencillo y saleroso lenguaje popular; y también destacar los aportes universales de Bello y Bolívar, Gallegos, Cadenas, Briceño Guerrero , Balza y tantos otros que por el lenguaje y desde el lenguaje nos nombran en la más ejemplar de las tradiciones . Emprender una gesta de «emancipación» a propósito de tanto maltrato y tanto denuesto, desde las esferas del poder y de poder interno que manejamos nosotros mismos para ponernos en niveles inferiores en cuanto a cultura general se refiere. Manos a la obra!

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