Milagros Socorro
Por fin el gobierno tiene la primera fotografía de un agente ¿de la CIA? saboteando la producción de alimentos en Venezuela: disfrazado de humilde peón, el pérfido infiltrado gira una válvula y un río de leche se derrama sin contención.
Es posible que, en el momento en que Maduro leía el discurso que le mandaron a dar, un chorro de leche borbotara por la salida de vaciado del tanque de enfriamiento de la hacienda El Capitán, en Machiques, confín fronterizo del Zulia, para desparramarse en el piso. Leche fresca en febril carrera para convertirse en fango. Alimento producido en Venezuela, que nunca llegará a los estantes de los supermercados ni a los labios del escolar.
A la fecha de escribir estas líneas (jueves 10), se han perdido unos 60.000 litros de leche en El Capitán, por el mismo designio: vaciar con rumbo extraviado el tanque rebosante. No olvidar que, pase lo que pase, las vacas no se pueden dejar de ordeñar. De manera que si alguien impide el flujo del producto hacia los lactuarios, como está ocurriendo en esa finca, la leche se sigue acumulando en la tina de acero inoxidable; y si, al verse colmado el depósito, es imposible arrimar el avío a las plantas, pues no queda otra opción que botarlo. Y eso es lo que ha ocurrido varias veces, desde el lunes 23 de septiembre, cuando un grupo de indígenas de la nación yucpa (Sierra de Perijá), invadió El Capitán e impidió el ingreso de los trabajadores y la salida de la leche.
No es, desde luego, el comienzo de los problemas en El Capitán, finca modelo, entre las más productivas del país desde su fundación en 1886 por el tatarabuelo de Diego García, el propietario actual; pionera en técnicas reproductivas, así como en desarrollo de infraestructura rural e instalaciones confortables para los trabajadores y para su faena (allí se hicieron las primeras vaqueras techadas con piso de cemento en el Zulia y baños de inmersión para el ganado). Mediante la técnica de transferencia de embriones allí se logró, desde 1980, una selecta ganadería de doble propósito. De manera que en 1998 producía más de 3 millones de leche al año y aportaba 500 novillos gordos al mercado cárnico nacional. En la actualidad, la producción de leche ha descendido a una cuarta parte. Y no hay carne ni novillas para el incremento de otros rebaños cuyos dueños venían de todo el país a comprarlas, porque El Capitán fue incluida entre las 49 fincas expropiadas en 2010; y el gobierno le fue confiscando pedazos hasta despojarla de 2.100 hectáreas, que quedaron dentro de la llamada Zona de Demarcación, de lo que fueran 3.261,6 hectáreas de la hacienda. El área expropiada fue entregada a los yucpas, quienes todavía dicen que no es suficiente. De paso, los dueños no han sido indemnizados por el despojo.
Otra imagen se suma a la del espía al servicio de la guerra económica. Es la de un camión 350 que se abre paso en la línea de yucpas plantados para impedir todo tránsito en El Capitán. El vehículo tiene paso libre porque va a recoger madera talada en la finca. Para eso la invadieron.
Mientras, el gobernador del Zulia, Francisco Arias Cárdenas, el presidente del Instituto Nacional de Tierras, William Gudiño, y la representante de los pueblos indígenas, Nohelí Pocaterra, balbucean excusas. Un galimatías que apunta a establecer que las 1.200 hectáreas de lo queda de El Capitán no pueden ser tomadas, pues no están en la demarcación, así que “los yucpas deben entrar en razón”.
Como en todo, el régimen creó un monstruo que ha echado a andar sin control. Los yucpas arrasaron las tierras que les entregaron. No siembran. No crían. Matan el ganado, serruchan los árboles, tumban monte para hacer barbacoas. Y así hasta que no queda nada. Chávez mintió, otra vez, en agosto de 2008, cuando dijo: “Los indios yucpa durante mucho tiempo han estado produciendo ganado, carne y leche, y fueron echados de ahí (…) hace 30 años, a plomo limpio los echaron de ahí, con apoyo de policía, Fuerza Armada, ahora aquí hay una revolución. La Fuerza Armada, los cuerpos de inteligencia, el gobierno, todo, apoyando a los indios (Aplausos)”.
La verdad es que han usado a los indígenas como fuerza de choque contra los productores nacionales. Estrictamente por demagogia y esa infatigable siembra de odio. El resultado es un país hambriento, unos potreros yermos y unos indígenas siempre pospuestos, que han terminado aliados a los bandoleros que trasiegan esa tierra de nadie que son las fronteras de Venezuela.
Publicado en El Nacional, el 13 de octubre de 2013