Kico Bautista

“Siempre supe que los nuevos dueños de Globovisión venían a entregarle el canal al Gobierno”

Milagros Socorro

Uno de los recuerdos más nítidos de la primera infancia de Francisco Kico Bautista es del día en que su madre salió de la cárcel tras varios meses de confinamiento. Había sido llevada a prisión por un episodio en el que ella no tenía nada que ver, salvo por el hecho de estar casada con un militante del Partido Comunista de Venezuela, quien, a su vez, se vio envuelto en un hecho violento al ser testigo de un asesinato.

El padre de Bautista era profesor en la Escuela de Educación de la Universidad Central de Venezuela. Y en la noche daba clases en la escuela nocturna José Gregorio Hernández, de Catia. En una ocasión, a mediados de los 60, hubo una fuerte discusión en su salón de clases. Sonó un tiro y cayó muerto un hombre que era dirigente de Acción Democrática. Dadas las circunstancias de la época, cuando la izquierda venezolana estaba “en plena insurrección”, dice el periodista, “y la UCV estaba en  el centro de la insurrección”, el profesor Bautista consideró que lo más conveniente era huir y mantenerse un tiempo en la clandestinidad. Fue una medida preventiva en la que no se contempló la posibilidad de que el hogar del docente sería allanada por la Digepol… y su esposa detenida con rumbo a la cárcel de mujeres de Los Teques, donde permanecería entre seis meses y un año, Kico Bautista no puede precisarlo.

Con el padre enconchado y la madre en el presidio, los cuatro hijos (incluida una bebé de unos dos años) quedaron al cuido de una empleada doméstica y bajo la supervisión de tíos que pasaban por allí con frecuencia a darles una vuelta. Kico no recuerda haber ido a la cárcel a ver a su madre. Lo que sí quedó estampado en su memoria es el día que el horno de la casa estalló produciéndole fuertes quemaduras a la empleada quien hubo de ser sustituida en la responsabilidad de atender aquellos niños. Y luego, está el momento formidable en que la madre entró por la puerta.

Kico Bautista nació en el apartamento que la familia alquilaba en el edificio El Velei, en Los Chaguaramos, Caracas, el 25 de febrero de 1957. Su alumbramiento fue asistido por una comadrona que quedó maravillada al darle la bienvenida al mundo a un niño que venía enmantillado (envuelto en una especie de velo membranoso, que según se dice augura muy buena suerte). Su abuelo paterno, José Bautista, era pintor de iglesias. A su mano se deben las figuras que decoran varias iglesias en  Táchira, Mérida y alguna en Caracas. “Siempre fue pintor”, dice el nieto.  “Nunca hizo otra cosa. Y era buen pintor”.

–Usted mismo es dibujante.

–He hecho tres exposiciones individuales de caricaturas y dibujos, y participado en numerosas colectivas. Ahora estoy preparando una exposición. En los últimos meses estuve dibujando mucho. Todo el día. Hasta que reventó este lío en Globovisión…

Vendido al imperialismo, no

Kico Bautista hizo la primaria en colegios públicos. En la época en que estaba concluyendo esta etapa, su padre murió en un accidente de tránsito cuando regresaba a medianoche de una fiesta. Era el 2 de marzo de 1969. “Para el momento de su muerte, ya mis padres estaban divorciados y él tenía otra familia a la que no nos integró.  Tengo pocos recuerdos de él. Lo vi pocas veces”.

Cuando cursaba el tercer año de bachillerato en el liceo Agustín Aveledo, allanaron ay casa. Esta vez lo buscaban a él. Ya de adolescente militaba en el Comité de Resistencia Estudiantil, de Bandera Roja, dirigida por Gabriel Puerta y Carlos Betancourt. “Eran los años del primer gobierno de Caldera y la línea era tirar piedras y quemar cauchos. Por esos días del allanamiento de mi casa, habían detenido y desaparecido a Noel Rodríguez, quien era mi jefe político. Tenía 15 años. Era dirigente estudiantil”.

La familia tuvo que mudarse y él, cambiar de liceo. Se fue al Andrés Bello, a estudiar cuarto año, pero no tardaría en volver a cambiarse. Terminaría el bachillerato en el liceo Pedro Emilio Coll. “Para ese momento era dirigente del MAS. El partido me había mandado mandó ahí a hacer política. El MAS me había fascinado. Porque yo era muy jiposo, tenía el pelo largo. Y ya había dejado de usar medias, hábito que conservo. Pero el punto es que nunca me ha gustado la violencia. Prefería el debate, la discusión. No los enfrentamientos con piedras y mucho menos a tiros. Por eso me identifiqué mucho con el MAS, que me hizo un demócrata. Milité hasta que me hice periodista, a los 25 años”.

En la Escuela de Comunicación Social de la UCV, sería dirigente estudiantil y miembro del comité ejecutivo de la Federación de Centros Universitarios. Durante toda la carrera mantuvo su militancia con el MAS, que duró hasta que se graduó con una tesis sobre la historia del Colegio Nacional de Periodistas, desde la AVP hasta nuestros días. “Me interesaba mucho la cultura gremial. Tanto que con el trabajo de tesis di por concluida la militancia. Me dediqué a vivir, porque yo había estado mucho tiempo absorbido por la política; al ejercicio del periodismo y al trabajo gremial hasta que llegué a ser Secretario General del CNP. Ya no militaba, pero permanecía en la lucha. Por eso, siempre le he dicho a los chavistas que no me pueden acusar de vendido al imperialismo o de esas cosas que ellos repiten, porque ellos saben que yo toda la vida he peleado”.

Su carrera en prensa se desplegó, básicamente, en El Nacional, donde trabajó por 17 años, llegó a hacer una pasantía y terminó como gerente editorial; y en El Mundo, donde estuvo un breve periodo como director, alrededor del 2004. En 1993 se inició en Unión Radio. Y dos años después, en 1995, llegó a Televen como parte del equipo del programa Flash. En el 99, Alberto Federico Ravel lo llevó a Globovisión para compartir un espacio con Marianella Salazar. Y desde entonces era productor independiente de ese canal, donde compartía el espacio informativo “Buenas noches”, de indiscutible impacto en la opinión nacional.

–Al salir de El Nacional, en el año 2000, nunca más fui empleado –dice.

El 26 de mayo, Kico Bautista fue despedido por la junta directiva que acababa de instalarse en Globovisión. Según declaró a los medios, el cese lo castigaba por haber sido “solidario con Ismael García [previamente sacado de pantalla con el señalamiento de “político”] y haber sacado al aire a Capriles desde Lara”, donde el abanderado de la Unidad Democrática estaba encabezando un evento que la planta no contemplaba difundir.

–¿Alguna vez estuvo cerca del chavismo?

–Yo estuve vinculado al movimiento bolivariano después del 4 de febrero. Y participé con ellos en muchas cosas. A mí me gustó mucho el discurso de Chávez, tras su triunfo electoral, en el Ateneo de Caracas. Era un discurso integrador, sin revancha, moderno, no tenía anhelo de venganza ni odio, cosas que aparecieron después. Yo era cercano, pero sin buscar ni tener cargos. Estaba muy vinculado a figuras prominentes del chavismo, como Luis Miquilena, José Vicente Rangel, Ernesto Alvarenga, Alejandro Armas, José Luis Farías… Incluso se habló de postularme a la Asamblea Nacional en la plancha chavista y la idea no me disgustaba. Cuando ese grupo se alejó del chavismo, yo también me fui. Esto ocurrió a finales del 2001. En la medida en que Chávez y su entorno se fue plegando al modelo cubano, al viejo socialismo, me distancié cada vez más.

–Usted dice que dejó de militar, pero sus detractores y particularmente el Gobierno y lo primero que dicen de usted es que es político y que sus posiciones privan sobre el criterio periodístico.

–Ser político es una virtud en un país donde se está viviendo un proceso como el que nos ha tocado enfrentar a los venezolanos. Y, de paso, ha sido un placer, porque la política da herramientas para entender cabalmente lo que está pasando, en su contexto y con sus mil implicaciones. Más allá, por cierto, de lo que puede percibir un periodista que se ciñe al criterio de lead, cuerpo y cola. Tom Wolf decía que el periodista debía ser protagónico en su pasión frente a los hechos, que no podía ser un mero relator de la realidad; decía que el periodista debía tener corazón y ponerlo en cada trabajo. Yo creo eso totalmente. Cómo no voy a ser político en un país donde todos los medios de comunicación están controlados, sitiados, perseguidos y amenazados por el gobierno. Donde no hay comprensión de la diversidad ni posibilidad para que la sociedad se exprese. Claro que soy político. Y claro que soy periodista.

–¿Qué periodista diría usted que es?

–El periodismo suele ser muy superficial en el análisis de la realidad. En mi caso, trato de entender las corrientes que están en juego, las estrategias de los distintos factores que se mueven tras el poder. Yo tomo posiciones. No soy indiferente. Esas posiciones se corresponden con lo que creo, porque el periodismo es un oficio que exige unas habilidades, pero sobre todo es un asunto de principios. Yo todo el tiempo me la paso evaluando los hechos, analizando las noticias y esos pormenores asociadas a ella, que al final revelan las distintas visiones que hay sobre el país.

–Pero, además, usted tiene un costado histriónico. ¿Eso es periodístico?

–Sí. Claro. Así como pinto, leo, veo películas, me enamoro, tengo pasión por el arte, por el humor; y, sobre todo, por el show y la televisión. Las comunicaciones son un asunto muy complejo, donde entran en juego no solo las ideas sino también las emociones. Nadie puede entender los medios si no entiende las audiencias. Comunicarse implica entender las necesidades primarias de la gente tanto como las necesidades del corazón. Estamos en el siglo XXI, hay muchas opciones que la tecnología ofrece. Uno está obligado a entender la comunicación en el contexto de esas realidades. Tienes, entonces, que dar más, profundizar más, hacerlo atractivo, en suma, llegar al corazón de las audiencias. El periodismo está obligado a ser cada día más complejo no solo en su contenido sino en su puesta en escena.

–¿Qué pasó en Globovisión? Su relación con el canal, ¿había sido idílica hasta el cambio de dueño?

–Hay quienes creen que Globovisión era el canal de la oposición. Era mucho más que eso. Porque al final, si tú entiendes el periodismo como un contrapoder, en defensa de la gente, el canal era el único medio de expresión de quienes pensaban distinto al Gobierno, ya sean partidos, gremios, sindicatos o individuos. Mi relación allí no era idílica porque era una empresa como cualquier otra. Pero tenía una disposición a luchar porque se expresara una Venezuela diversa y democrática: hasta a Lina Ron, cuando le impedían el paso en VTV, se iba para Globovisión, donde sí la ponían en pantalla. En mi calidad de productor independiente, yo solo iba a su sede en la noche cuando me tocaba hacer el programa, de manera que mi relación era completamente profesional, con los roces y los afectos típicos de cualquier trabajo.

–¿Usted tenía reservas frente a la venta antes de que se produjera?

–Una vez que anunciaron a quiénes le iban a vender, sí. Porqué sabía que esa gente venía a silenciar el canal.

–Pero eso no tiene sentido. Silenciar el canal equivaldría a perder la inversión. ¿Qué empresario puede estar interesado en eso?

–Es que estos tipos son muy malos empresarios. Malgastaron esos reales: en tres meses destruyeron el canal, perdiendo el 75% de la audiencia y una cantidad enorme de clientes. El punto es que a ellos no les duelen los reales ni les interesa el periodismo. Ellos compraron Globovisión para ponerlo al servicio de sus intereses. Eso no fue ninguna sorpresa para mí. No era difícil anticiparlo, porque estos señores que compraron el canal ya habían sido denunciados por su vinculación con los factores de poder, con el control de los tribunales y con la acumulación de un enorme capital relacionado con la Tesorería, concretamente, con Alejandro Andrade. Era cuestión de buscar en Google los nombres de los integrantes de la nueva junta directiva. Una investigación somera indicaba quiénes eran los nuevos dueños y a qué intereses respondían. Yo había hecho esa investigación y, por cierto, lo dije en una asamblea en el canal.

–¿Usted cree que el país tenía consciencia de eso que usted expone?

–Bueno, ahí están los resultados: en menos de tres meses, la estructura tanto gerencial como editorial del canal fue desmantelada. Si, además, el canal comienza a  silenciar las denuncias de la gente, sus reclamos, sus problemas y a tener mayor presencia del Gobierno que de cualquier otro factor, es evidente que ese era el objetivo de la compra de Globovisión. Si esto fuera poco, el canal dejó de transmitir las noticias en vivo, hicieron una lista negra de gente que no se podía invitar a ningún programa al tiempo que imponían voceros relacionados con el Ejecutivo, intervenían y cambiaban las notas de los periodistas, y desaparecieron a Capriles de la pantalla. Todas estas cosas demuestran que no era el periodismo ni la televisión el objetivo de esa gente. Su plan era contribuir al fortalecimiento de la hegemonía comunicacional del Gobierno. Lo hicieron rápido y sin tapujos. Por eso quedaron al descubierto frente a las audiencias.

–¿Usted cree que el oficialismo sí considera a Capriles una verdadera amenaza?

–Capriles le quitó al oficialismo un millón 200 mil votos en el mes transcurrido entre la muerte de Chávez y el 14 de abril, día de las elecciones presidenciales.  Maduro dice que ganó las elecciones, pero el país tiene motivos muy serios para creer que no fue así. Por supuesto, que para el Gobierno Capriles es un problema, la prueba es que han hecho todo para impedir que salga en ningún medio audiovisual. Y eso es a propósito. Es una política.

–No todos los periodistas de Globovisión renunciaron a sus puestos. Algunos han optado por lo que ellos llaman la “defensa de los espacios” y por esgrimir el argumento según el cual “si no lo hago yo, otro lo va a hacer…”.

–Globovisión es un canal, es una empresa privada. No es la Asamblea Nacional, donde tú ganas con unos votos y ese electorado te da una representatividad que tienes que defender. El canal es una empresa privada donde el dueño pone la línea y tú la compartes o no. Y luego, esa línea es política. No puedes escudarte en el periodismo para decir “yo hago mi trabajo”, porque en realidad estás sujeto a una línea muy precisa. Yo no critico a nadie que se quede. Mi problema no es con los periodistas. Pero no tengo dudas de por muy periodista que se sea, no hay nada que hacer frente a un línea muy clara, impuesta por unos empresarios. Y esa línea es más que evidente.

–¿Suscribe usted la idea de que estamos ante el fin de la libertad de expresión en Venezuela y que ya no hay medios para la diversidad?

–Creo que estamos en una situación muy compleja: no hay espacio para la disidencia. Los medios están bajo el control absoluto del Gobierno. Pero eso no supone que se acabó la libertad de expresión, ni que no hay nada que hacer o que estamos condenados a calarnos la hegemonía comunicacional. Hay que abrir ventanas, buscar nuevas vías para comunicarse con la gente. Por suerte, tenemos Internet que, si bien es cierto, no es masivo, está disponible y es una tendencia creciente. Estamos obligados a inventar nuevos espacios, además de retomar los tradicionales, como el volante, la comunicación personal, la tribuna, el teatro. El gran error del Gobierno es creer que dominando los medios tiene resuelto el problema de la conflictividad social. Al contrario. Cuando no hay por donde expresarse, la gente busca cualquier camino para expresar su descontento.

–Cómo ha sido su experiencia con el teatro

–En tres meses haciendo representaciones hemos recorrido medio país. El show cuenta con una presentación de Pedro Luis Flores y tres monólogos, uno por cada integrante del equipo conductor de “Buenas noches” [Carla Angola, Roland Carreño y el propio Bautista]. Cada uno de nosotros hace su guión y no descartamos la improvisación. La gente se conecta con el mensaje que difundimos desde el escenario y, además, nos agradece que sigamos adelante, que no nos resignemos a haber salido de los medios, que demos la pelea, que no nos dejemos silenciar. Y jamás hemos sido objeto de un gesto de rechazo. Hasta en el chavismo hemos encontrado gestos de receptividad.

–¿Qué ha percibido usted en esos recorridos por el país?

–Con todo claridad, lo que uno ve en cada ciudad y pueblo es que aquí viene un cambio. Hay un problema de inflación y desabastecimiento muy grave, que tienen sobre todo los sectores de menos recursos. Hay un proceso de desgaste y de ruptura con el Gobierno. Eso también es evidente.

 

Publicado en Revista Clímax, octubre de 2013

 

 

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