Revolución Torturadora

Milagros Socorro

“Era un régimen feroz. Una cosa es contarlo y otra es vivir la tortura. Es la cosa más atroz, más inhumana que pueda haber, más despreciable… La forma en que atropellan al ser humano. Los tipos se vuelven como locos. El torturador es un hombre que se vuelve como loco. Los torturadores eran gente joven; pero el tipo entrenado para la tortura se deforma por completo, se convierte en un criminal nato, cae en una especie de vértigo, de crueldad terrible: el tipo que da palos, palos y patadas, y se vuelve loco con el torturado, loco, loco, loco… no tiene conmiseración con nadie.  Yo cuento lo de los demás, no cuento lo mío, porque me resulta un poco deprimente. En ‘El libro negro’ figuraba el nombre de Ulises Ortega, de quien yo decía que era un monstruo; bueno, ese hombre me encontró a mí en la sala de torturas, tirado en el piso envuelto en una sanguaza, le quitó la peinilla al guardia, al vigilante que estaba en la sala, me agarró por los cabellos y me cayó a planazos…  dando gritos: ‘yo soy el monstruo’ decía… Eran tipos así… tipos que se solazaban con la tortura. Eso fue superado por la democracia”.

Este párrafo está tomado de una de las entrevistas que le hice a José Agustín Catalá, escritor y editor que dedicó una parte de su vida a luchar contra el autoritarismo en Venezuela y la otra, a documentar con minuciosidad los horrores de la dictadura de Pérez Jiménez.

Los libros de Catalá recogen numerosos testimonios de tortura, detenciones irregulares, presos incomunicados, excesos de las fuerzas represivas, ensañamiento contra los disidentes y mucha ruindad.

Algunas frases de las víctimas de hace más de medio siglo las vemos repetidas al calco en estos días, cuando el régimen que ha empobrecido a Venezuela y destruido sus instituciones ha mostrado su faz torturadora y violadora de los derechos humanos.

Chávez llegó con violencia y su rastro se diluirá en el festín de sangre y dolor que han organizado sus cómplices. Según el Foro Penal Venezolano (al que debería ponérsele el nombre de Catalá), hasta la fecha, desde el 2 de febrero, se han producido 33 casos de torturados dentro de los centros de reclusión y 150 fuera de ellos. Igual que con la anterior dictadura, los cuerpos represivos aplican tratos degradantes dentro y fuera de los lugares de detención. Desde luego, no son todos. Hay muchos más, que todavía faltan por sustanciar.

E igual que como ocurrió cuando Pérez Jiménez (y con todas las dictaduras), las instituciones de cartón niegan los abusos, encubren a los torturadores y llegan al extremo de inculpar a las víctimas. Es lo que han hecho la Fiscalía, muy diligente en desvirtuar las denuncias de la ciudadanía; y la “Defensoría del Pueblo” cuyo proceder es flagrante.

Quienes intentan silenciar los crímenes del régimen se hacen cómplices de la muerte del ingeniero José Alejandro Márquez, quien fue detenido con vida en la urbanización La Candelaria de Caracas, y llevado al Hospital Vargas, donde ingresó en coma, con una horrible fractura de cráneo, que le causaría la muerte. Los médicos que lo atendieron dicen que cuando llegó al Hospital ya tenia el cráneo destrozado y que después de recluido fue golpeado nuevamente por funcionarios de la Guardia Nacional. “Lo secuestraron, lo robaron, lo golpearon y lo tiraron”, dijo su padre. Esto es verdad. Esto ocurrió en Venezuela. Esto lo hizo la revolución torturadora, que cuenta con alcahuetas; entre los primeros, el propio Maduro y los operadores de propaganda, porque los asesinatos y torturas aumentan cuando aquel hace cadenas audiovisuales.

No es la primera vez que el régimen chavista violenta los derechos humanos. También lo hicieron durante las protestas de abril de 2002, las de 2003, 2004 y 2007. Asimismo, después de las elecciones presidenciales del año pasado, las protestas fueron reprimidas y se registraron 20 casos de asesinatos y torturas, que jamás fueron investigados por quienes debían hacerlo (y cobran un salario por ello).

Es probable que los abusos del actual régimen tengan ciertas especificidades: la obsesión sexual de los torturadores (que no solo incurren en actos de lascivia sino que tienen una especie de ritornello con sus amenazas de violación a los detenidos y a sus familiares), y los robos a los que se aplican.

Es posible que el socialismo del siglo XXI haya hecho estos aportes a la violencia de Estado en Venezuela: el esbirro ratero y obcecado con el sexo como forma de humillación. A las dos cosas, por cierto, se les puede hacer seguimiento en la narrativa de la revolución.

 

Publicado en El Carabobeño, el 05 de marzo de 2014

 

 

 

 

Un comentario en “Revolución Torturadora

  1. Así es son unos sádicos de lo peor que ha parido mi pobre Venezuela algún día se hará justicia como se hizo en la época de las dictaduras en el mundo

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