Milagros Socorro. Ricardo Bada es escritor español. Editor, periodista, columnista y radiodifusor residente en Alemania desde 1963. Es autor de La generación del 39 (cuentos, 1972), Basura cuidadosamente seleccionada (poesía, 1994), Amos y perros (cuento, 1997), Me queda la palabra (ensayos, 1998) y Los mejores fandangos de la lengua castellana (parodias, 2000). Es caballero de la Orden de Isabel la Católica.
–¿Qué estrella de cine persiste en su admiración desde su infancia?
–Retroceder hasta la Prehistoria es entrar en el túnel del tiempo, pero algo que siempre resucita en mí cuando la contemplo de nuevo es una admiración rendida ante la energía animal de Errol Flynn.
–¿Qué clásico del cine tiene ganada una reputación injusta?
–Todos y cada uno de los de Buñuel, esa bazofia pequeñoburguesa narcisista y masturbatoria.
–¿Cuál es la película que ha visto el mayor número de veces?
–Con toda seguridad Pygmalion, de Anthony Asquith, con Wendy Hiller y Leslie Howard.
Y como telefilme la serie de la BBC Pride & Prejudice, con Jennifer Ehle y Colin Firth.
–¿Cuál es el mal actor (o mala actriz) cuyas interpretaciones usted, sin embargo, disfruta?
–Marlon Brando. Es tan estúpido que uno se ríe más con él que con los hermanos Marx (punto a favor de Brando). En Apocalyse Now podrían haberlo sustituido por un doble y no se habría notado la diferencia. Por ejemplo.
–¿Cuál fue la última película cuya proyección abandonó antes de finalizar?
–Aún no se ha dado el caso, aunque sí el de dormirme durante la proyección, pero una sola vez, con una peli horrenda (otra más) de Miguel Littin, esta vez sobre el pinochetazo, donde lo único que valía la pena eran las citas de La batalla de Chile, de Patricio Guzmán.
–¿Qué es lo que en verdad no soporta en una película?
–Que quiera ser otra cosa que entretenimiento.
–¿Ha copiado alguna vez un modelo de vestido, un peinado, un gesto o una actitud de algún actor o actriz?
–Supongo que en mis años mozos le habré copiado algún gesto a algún actor, es inevitable, pero a fuer de sincero diría que ese mimetismo tengo que haberlo abandonado muy pronto. A partir de un determinado momento sólo me interpreté a mí mismo. A veces candidateando in petto al Oscar.
–¿Cuál es la película con la que más ha llorado?
–Hace poco, con las caravanas de emigrantes alemanes hacia los puertos, camino de América, huyendo de la miseria y de los señores aún feudales en el siglo XIX, en Die andere Heimat.
–¿Cuál es la película que más lo ha hecho reír?
–Tendría que nombrar sólo una, y eso es justamente injusto, pero digamos que ofrezco una terna: To be or not to be, Bienvenido, Mr. Marshall y The Party.
–¿Cuál es la peor película que ha visto en su vida?
–Otto e mezzo, de lejos. Y las que le siguieron no me hicieron cambiar de opinión, al contrario, qué pena ver al director de La strada filmando tanta basura.
–¿Se ha enamorado alguna vez de un actor o actriz?
–No, pero una actriz se enamoró de mí en una Berlinale, lo que pasa es que estaba recién casada y en aquellos tiempos no se cometía adulterio tan pronto.
–¿Qué parlamento de película suele citar en sus conversaciones?
–“Este puede ser el comienzo de una buena amistad”, de, claro, Casablanca.
–¿Quiénes son la actriz y el actor que más admira en la actualidad?
–Actriz, sin duda, Jennifer Ehle. Es completa. Domina todos los registros. Y no se le caen los anillos por interpretar papeles “secundarios”. Casi ex aequo, Meryl Streep y Sandrine Bonnaire, sólo para que quede constancia.
Actor, Daniel Auteuil, también sin duda. También es completo y domina todos los registros, y es uno de los pocos que sabe decir sin hablar.
–¿A cuál actor o actriz no le encuentra ningún atractivo… a pesar de que su pareja y/o amigos insisten en que es lo máximo?
–Bueno, he podido constatar que hay muchos admiradores de Nicholas Cage, pero a mí me repele su rostro ground zero, esa cara de otario, esa invariable cara de no entender nada, ¡nunca!, esa cara de llegar a casa, abrir el armario del dormitorio conyugal y descubrir que su esposa tiene una (¡una!) amante. Ni siquiera convence cuando es el rostro que más le conviene al personaje, p. ej. en City of Angels. He renunciado a ver pelis suyas porque me enerva semejante cara.
–¿Le han propuesto alguna vez que aparezca en una película?
–En el negocio del cine no hay nadie tan inteligente (sobre todo desde que ya murió Orson Welles) como para proponérmelo.
–¿A qué estrella de cine suelen decirle que se parece?
–Tengo entendido que alguna vez le dijeron a Michel Piccoli que se parecía a mí. No sé si esto te vale como respuesta.
–Cuando se lleve al cine su vida, ¿qué genero preferiría? ¿quién le gustaría que la dirigiera? ¿qué actor le gustaría que hiciera su papel? ¿qué actores y actrices quisiera que estuvieran en los otros roles? ¿cómo empezaría la película y cuál sería la escena cumbre?
–Si algún día quisieran filmar mi vida la primera condición que pondría es que me resucitasen a François Truffaut. Para interpretarme lo mejor sería Daniel Auteuil, que es todoterreno, como yo.
En el papel de mi esposa me gustaría la Sandrine Bonnaire de La ajedrecista, y en el de mi padre el Henry Fonda de Doce hombres sin piedad. La peli debería empezar el día en que me jugué y perdí (gracias a los dioses) mi futuro como periodista radiofónico, en España, al decir en mi comentario, en pleno franquismo, a micrófono abierto, que «Los españoles no somos racistas porque, gracias a Dios, todos somos blancos». Y la escena cumbre, ah, esa no la menciono porque no sé si ni siquiera Monica Bellucci estaría a la altura.
–¿Qué película está ligada a su vida?
–Ninotschka. Por muchos motivos, el último de los cuales fue verla en la cinemateca de Budapest, antes del derrumbe del socialismo real, y reírme con los húngaros que estaban viéndola conmigo y sabían, mucho mejor que yo lo hubiera podido saber nunca, de qué se reían ellos… después de haber temblado.
–¿Cuál es la historia que el cine nacional debe filmar cuanto antes?
–Si por cine nacional te refieres al español, pienso que una adaptación de Miss Giacomini, la novela de Miguel Villalonga, una maravilla casi desconocida por los españoles: así la conocerían.
–¿Cuál es la única razón por la que usted no es una estrella de cine?
–Bueno, eso tienes que preguntárselo a los del casting de Rebelde sin causa, que prefirieron a James Dean. Me frustraron para siempre y decidí no volverlo a intentar.
Y ahora la pregunta 21ª, que la hago yo y me la tienes que responder tú:
¿Por qué no hay ninguna pregunta directa relacionada con la dirección, y tantas con la actuación?
En otras palabras, ¿qué es el cine para ti, el marionetista que maneja los hilos en la sala de montaje o gente que se mueve en la pantalla?
Poco entiendo de cine, sólo sé si una película me ha gustado o no. En lo que estoy totalmente de acuerdo con el entrevistado es el desagrado que me produce la cara de Nicolás Cage. No ha podido describirlo mejor.
Mi prehistórico amigo Ricardo Bada o la paradoja aparente: siempre versátil sin dejar de ser siempre Ricardo.