Milagros Socorro
La sede de la Fundación Banco Fondo Común es un rincón en el octavo piso de la torre que lleva el nombre de la institución. Ni siquiera ocupa la mitad de la planta, repleta, por cierto, de empleados cuya edad promedio no debe rebasar los 30 años. Es preciso cruzar la bulliciosa oficina para llegar al recodo donde se afanan las mujeres profesionales que integran el equipo de la fundación. No son muchas. Cuatro, a lo más. Pero saben tanto, son tan organizadas y tienen tanto criterio acerca de los asuntos que conciernen a la organización que se tiene la impresión de estar en presencia de un batallón.
La Fundación BFC es –no hay manera de no enterarse porque ya las carpetas están listas y en el monitor se pone en marcha una película explicativa- una institución sin fines de lucro orientada a la problemática de la pobreza venezolana y en particular a la manera como afecta a la mujer.
¡Creemos en ellas!, es el slogan que suscribe la junta directiva de la Fundación, presidida por Víctor Gill Ramírez. En la vicepresidencia se encuentra Ileana La Rosa de Gill, definida por Marisela, la psicóloga de la institución, como “una persona muy especial”. Algo particular debe haber en ella cuando ha logrado conformar un equipo tan entusiasta que, además, la alude como si se tratara de una compañera más que en ese momento ha ido a comprar torontos.
Cuando llega a la oficina, Ileana La Rosa de Gill libra una batalla secreta para imponerse sobre su timidez y ponerse en plan entrevista. Hace preguntas breves y en voz baja para informarse de las novedades. Es una rubia de aspecto suave y conservador. Su ropa y sus joyas evidencian refinamiento y sobriedad… y la cabuyita que se ha amarrado en la muñeca izquierda nos habla de alguna promesa que ha hecho y cuyo cumplimiento la liberará del excéntrico adorno. A la oficina va vestida con colores pastel y se adorna con discretos zarcillos de seguro provenientes de una joyería con tradición. No lleva anillos. “Nunca tuve alianza”, doce con naturalidad. Los novios olvidaron encargarlos en la víspera de su boda y, cuando tomaron conciencia de su descuido ya estaban con la ceremonia encima, de manera que usaron una par de anillos prestados. “Entre mi esposo y yo hay un vínculo mucho más profundo que eso y que cualquier signo visible. Quizá porque crecimos juntos. Siempre he confiado en sus decisiones y tenido mucha fe en lo que él hace”. La señora de Gill parece tener un aplomo que no precisa de grandes exhibiciones.
Mujer que sabe latín
Sobrina nieta de la Madre Candelaria de San José Paz Castillo Ramírez (Susana, por su nombre de pila), monja fallecida en 1940 cuyo proceso de beatificación fue aprobado por el Papa Benedicto XVI, Ileana La Rosa de Gill se define como feminista tardía. “No crecí oyendo de feminismo. He sido una mujer tradicional y lo sigo siendo pero tengo muy claro que no tendremos desarrollo mientras no invirtamos en la mujer y procuremos su salida de la pobreza”.
Ella es la única esposa de banquero (en el contexto venezolano) que se ha puesto al frente de una fundación donde tiene montones de responsabilidades y cumple un horario. Pero no tiene salario. No es la primera vez que tiene un empleo. Ileana La Rosa es licenciada de Letras de la UCAB, carrera a la que se apuntó porque no habían abierto la de Artes. Muy tempranamente se casó y mientras nacían sus seis hijos, cuyas edades están entre los 15 y los 32 años, se desempeñó durante doce años como profesora de arte y latín en colegios católicos para niñas. “En la docencia”, dice con apacible propiedad, “se aprende mucho. Lo primero, por cierto, es a valorar el oficio del maestro”.
De su época de profesora debe provenir su negativa a cocinar. “Eso no. Lo que sí se me da muy bien es la gerencia de todas las cosas de la casa. Nada se me escapa. Soy muy gerente”. También es muy cantante aunque ella misma observa que su canto es “tipo gato”. Se ha grabado en un cassette y ha comprobado que sus interpretaciones pueden dejar mucho que desear. Pero persiste. Y con su voz alta y nasal, todo hay que decirlo, acomete el cancionero latinoamericano, con énfasis en el venezolano, acompañándose con su cuatro. Es especialista en villancicos, que se ha ocupado de recopilar y, desde luego, gusta entonar.
El hecho de no haber ingresado a una escuela de artes no le ha impedido encauzar su creatividad y talento plástico. De allí que haya dedicado algún tiempo a pintar; y en la actualidad trabaja con artes gráficas: mediante la serigrafía traslada imágenes fotográficas a tela. Y todas esas actividades no son excusa para no ejercitarse. De hecho, juega tenis con tal habilidad que cada cierto tiempo asiste a campeonatos. Dos veces por semana sale muy temprano de su casa camino a la pista de tenis, cuidando de no olvidar la maleta que lleva consigo para vestirse después del entrenamiento. “Es muy importante que no se me olviden los zarcillos”.
Cuenta 3
El 30 de enero de este 2007, Ileana La Rosa de Gill recibió una gran noticia. La campaña publicitaria titulada Cuenta 3, iniciativa del Sistema de las Naciones Unidas en Venezuela con la Fundación Banco Fondo Común y el Instituto Nacional de la Mujer para reducir la violencia hacia mujeres y niñas en el país, se había ganado el Premio Anual del PNUD (2007) en la mención Innovación y creatividad.
Al obtener el importante galardón, esta campaña, la primera sobre el tema de la violencia contra mujeres y niñas que se diseña y produce totalmente en Venezuela, sus autores y auspiciantes habían triunfado sobre las 166 oficinas del PNUD en todo el mundo, las cuales habían postulado sus mejores proyectos. Además, el veredicto reconocía especialmente la alianza con el sector privado, que en este caso está representado por la Fundación BFC. No es mal récord para una vicepresidenta que lleva dos años y medio al frente de la institución.
-La alianza entre el Banco Fondo Común y el Sistema de Naciones Unidas –explica La Rosa de Gill- se estableció desde octubre del 2006, debido a que la Fundación BFC dedica todo su esfuerzo de Responsabilidad Empresarial al trabajo por la mujer venezolana de menos recursos, y su empoderamiento, como camino para favorecer su acceso a una vida mejor.
“Para mí ha sido muy importante esta función que ahora desempeño. Siento que he logrado cosas importantes y me propongo escalar mucho más. Quién me para, ahora que voy a tener una santa en el cielo”.
Publicado en Caracas, agosto de 2009