Domingo de resurrección

Milagros Socorro

Este es el día más importante de la cristiandad. Es la celebración del regreso a la vida de Cristo tras una muerte espantosa, avatar prodigioso y liberador que da el perfil de esta fe, puesto que supone el triunfo sobre todo lo que niega la luminosa condición de la existencia y abre las puertas de la eternidad para el alma humana.

Venezuela merece una Pascua. Y vendrá. Hay mucha gente trabajando para ello.

Una labor menos visible, claro está, que la de quienes abonan a la degeneración; menos estridente que la faena de quienes han labrado y cohonestado la instauración en nuestro país de una dictadura del siglo XXI ­de otra forma no puede llamarse el régimen que en una sola semana, la primera de abril, recorrió casi todas las estaciones de la ignominia dictatorial­. Por lo menos esa fase está cumplida: la de ponerle al adefesio chavista el nombre que le cuadra. Es un alivio, si bien lo miramos. Al menos ya no perderemos el tiempo en el inútil debate de buscarle nombre a la infame criatura, ni en esbozar el perfil del gorila que lo encabeza. Tuvo que violar cien leyes, una detrás de otra, y ofender al país con la injusta y crudelísima sentencia que condena a los policías a una vida de injusta prisión, mientras se entretenía por el mundo malgastando los menguados recursos del pueblo de Venezuela (en su ya conocida estrategia de no hacerse responsable de los destrozos que causa), para que, por fin, haya consenso en que hemos desbarrado hacia una vil y chambona dictadura caribeña. Corrupta, como todas las dictaduras, en sí mismas siempre una forma de corrupción. Y si alguien tiene un ejemplo que desmienta esta gran certeza, mucho le agradeceré que me lo haga saber.

La resurrección de Venezuela llegará cuando el gobierno de los hampones sea craquelado por la decencia. Lo contrario de la dictadura, ciertamente, es la democracia, la solidez de las instituciones, el respeto a las minorías y el equilibrio de los poderes; pero, sobre todo, lo contrario de la dictadura es la decencia. Bastará que el honor se imponga en Venezuela para que el reinado de Chávez se vuelva añicos ante nuestros ojos, como se fragmentan los vidrios de seguridad de los carros cuando impactan contra un cuerpo contundente.

Desesperado por la influencia mefítica de Berlusconi en su país, el filósofo italiano Michelangelo Bovero puso en circulación el término «kakistocracia», (kakistos es el superlativo de kakos, malo en griego), para aludir al gobierno de los peores. El Dictionary of Sociology, en su primera edición en inglés, año 1944, incorpora esa voz como: «Gobierno de los peores; estado de degeneración de las relaciones humanas en que la organización gubernativa está controlada y dirigida por gobernantes que ofrecen toda la gama, desde ignorantes y matones electoreros hasta bandas y camarillas sagaces, pero sin escrúpulos».

Bueno, lo que se llama un retrato hablado.

En la kakistocracia, la supuesta democracia, dice un autor argentino, «es instrumentalizada por populistas con afanes autoritarios, que seducen a personas acríticas que suelen constituir la mayoría. Suelen entrar junto al caudillo los menos aptos para el ejercicio de la función pública, los inferiores en conocimientos, que son un conjunto de individuos por cuyos turbios antecedentes, por su frágil moral, por su ausente capacidad y otros rasgos afines, serán incondicionales y fieles al gobierno. Es que para ser funcionario público no se necesitan conocimientos especializados, tan sólo fidelidad y subordinación».

Es lo que Jorge Olavarría llamó ineptocracia y aún algo peor: «…No ha habido sobre la faz de la tierra un gobierno que en forma deliberada gobierne con los peores. Sólo por ello, la contribución de Hugo Chávez a la ciencia política debe ser reconocida, pues ha hecho una realidad la teoría del gobierno de los peores. Se podría inventar en contraposición a meritocracia, la ineptocracia, entendida como la gerencia y el gobierno de los más ineptos. Pero para hacerla audiblemente más comprensiva a los venezolanos, el gobierno de los peores debería llamarse peorrocracia».

No es justo. Es hora ya de que sobre Venezuela se cierna una Pascua de Resurrección para que se recobre de tanta oscuridad y dolor.

Publicado en El Nacional, el 12 de abril de 2009

 

 

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