60 años del asesinato de Delgado Chalbaud

Milagros Socorro

Este sábado se cumplen 60 años del asesinato del coronel Carlos Delgado Chalbaud, Presidente de la Junta Militar de Gobierno, el lunes 13 de noviembre de 1950 en la quinta Maritza, de la urbanización Las Mercedes, en Caracas.

Con diferencia de pocas semanas, acaban de publicarse dos novelas sobre este personaje histórico: Sumario (Alfaguara, 2010), de Federico Vegas y Julia o el fatum de los Delgado Chalbaud (Gráficas Acea, 2010), de Román Rojas Cabot. Y ambas han tenido un notable éxito de lectores.

En esta nota no aludiremos a la vida de Delgado (1909 – 1950), quien, al decir de uno de los personajes de Vegas, “No era francés ni venezolano, ni civil ni militar, ni dictador ni demócrata. Francamente, así no se puede gobernar ni vivir… ni siquiera está claro si vivía en Chapellín o en el Country Club. Era un hombre que no estaba con la derecha ni con la izquierda. Se juraba ambidextro y resultó que era mocho de las dos manos”. Tampoco a su muerte, minuciosamente revisitada en la ficción emanada de aquel «Sumario del juicio seguido a las personas indiciadas de haber cometido el asesinato del coronel Carlos Delgado Chalbaud, presidente de la Junta Militar de Gobierno».

Esta es la reseña somera de los escenarios donde tuvieron lugar los horribles hechos que concluyeron con “el cadáver de un hombre de color blanco, acostado boca abajo y sobre un charco de sangre que manchaba sus cabellos castaños. El cuerpo, bien conformado, presentaba una herida de entrada con arma de fuego en la línea preauricular izquierda; otra herida de forma redondeada a nivel del borde superior del pabellón de la oreja derecha; heridas contusas en la región parieto-occipital y en la espalda; pérdida de la piel como de 1 cm de diámetro hacia el malar derecho; un orificio de arma de fuego con bastante tatuaje de pólvora en la parte anterior del tórax; otro orificio de bordes regulares y con equimosis pronunciada en la parte posterior del hemitórax izquierdo; otra herida de arma de fuego con tatuaje en el abdomen; una herida por proyectil tatuada en todo su alrededor en el muslo izquierdo por encima del borde superior de la rótula; y una herida de arma de fuego por encima del espacio interdigital del índice y dedo medio en la mano derecha”. Esto es, con el entonces Presidente de la República, yacente en un charco de sangre.

 

Esa mañana, Delgado salió muy temprano de la quinta Lois, en la urbanización Country Club, donde residía con su esposa. Se montó en su carro, en compañía de su edecán, el capitán Carlos Bacalao Lara, y su chofer, . El plan era ir directo a Miraflores. Como se sabe, nunca llegó. Fueron secuestrados, escribe Federico Vegas, “en una calle ‘enmontada’ entre Chapellín y la quinta Lois, ubicada en el Country Club; transitan a través de campos de golf, calles arboladas y quintas en construcción; y terminan llevando a sus víctimas a la quinta Maritza, en la calle La Cinta de Las Mercedes, una nueva urbanización de jardines abiertos que pretende ser norteamericana. Allí, en un patio que no es patio, asesinan a Delgado Chalbaud. […] El único magnicidio de Venezuela fue también el primer crimen suburbano de nuestra historia política”.

El automóvil del jefe del Estado había salido del Country Club, se detuvo unos minutos en Chapellín, donde fueron sorprendidos por los atacantes, y concluyó su tránsito en Las Mercedes, urbanización que en aquella época comenzaba a conformarse.

El crecimiento de residencial de Caracas a lo largo del siglo XX se caracterizó por el hecho de que las urbanizaciones surgieron con inmensa velocidad y conectadas a las vías principales como un archipiélago de conjuntos de viviendas casi aislados unos de otros. Atrás habían quedado los siglos en que las clases altas se radicaban alrededor de la Plaza Mayor, que constituía el propio centro de las ciudades, puesto que congregaba las edificaciones civiles y religiosas más relevantes de la urbe. “A medida que las manzanas se iban alejando del centro se localizaban las clases menos pudientes, hasta quedar en los bordes del casco las viviendas más pobres”, explica la arquitecta y escritora Nelliana Viloria, quien obtuvo su título de la Universidad Simón Bolívar con una tesis titulada “Unidad Vecinal y desarrollo residencial en la Caracas de los años 50”.

La primera migración que hacen los ricos de Caracas es hacia El Paraíso. “Posteriormente”, apunta Nelliana Viloria, “comienza a observarse un cambio en la dirección de expansión de la ciudad: ya no sería el suroeste el que albergaría las clases altas, sino que ahora éstas estaban buscando suburbios más hacia el este, que satisficieran sus preferencias residenciales. Es así como surgen el Country Club y La Florida, ambas construidas con amplias calles arboladas y espaciosas quintas. Por otra parte, es justamente cuando Caracas se comienza a expandir hacia el este, en la década de 1920, cuando comienza a sentirse la influencia norteamericana en la ciudad. En este sentido, la preferencia norteamericana por el bucólico suburbio puede evidenciarse en este momento cuando los caraqueños buscan huir del centro y suroeste de la ciudad para disfrutar de paisajes campestres y mayor comodidad”.

La segunda mitad de la década del 20, siempre según la autora citada, va a producirse el primer estallido de la urbanización caraqueña producto del boom petrolero: alejados del casco central y con un carácter más campestre, surgen las primeras urbanizaciones del este, de calles arboladas y clubes sociales, representativos de las influencias norteamericanas en la recreación, tales como el Country Club y otras, desde luego.

El Pedregal de Chapellín, donde el presidente Delgado es emboscado por una treintena de hombres borrachos, amanecidos y muy violentos, fue levantado en los 40, cuando la mancha urbanística se expandía ya sin freno. De hecho, entre 1946 y 1950, siguen aflorando urbanizaciones en todos los puntos cardinales; y es el caso que en esos años el Banco Obrero construye la Unidad Vecinal Coronel Carlos Delgado Chalbaud; y la iniciativa privada levanta unas cuantas concentraciones residenciales, entre las que se cuenta Las Mercedes, que data de finales de la década de los 40. Y esa es la razón por la que la quinta Maritza, donde llevan a Delgado para asesinarlo, esta casi sola en un descampado. “La casa”, leemos en Sumario, “estaba rodeada de parcelas vacías llenas de monte, lo que ayudaba a los estrategas a sentirse más a gusto en sus desproporcionadas maniobras por los cerros pelados de Las Mercedes”.

La quinta Maritza, que estaba en la calle La Cinta, de Las Mercedes, donde hoy se levanta un edificio de apartamentos, es descrita por un personaje de Sumario como “una construcción repulsiva y desproporcionada. Fue construida justo en el 50 y era una superposición de todo lo que arrastraba y estaba

por traernos el siglo XX. Uno no entendía al verla si pretendía ser moderna o antigua, europea o norteamericana, casa o castillo, abierta o cerrada, pertenecer al campo o a la ciudad. Y todas estas confusiones se refieren sólo a su revoltijo de estilos; si a esto se suma su convulsa historia, podemos concluir que fue una quinta maldita desde sus primeros días. ¿Quién habrá comprado esa casa después del asesinato? ¿Habrán sido felices las familias que vivieron en la quinta Maritza? ¿Le cambiaron el nombre? ¿Quién sería esa Maritza?”.

Una vez sometidos por los conjurados, el presidente Delgado, quien tenía 41 años y llevaba exactamente dos años en el cargo (ascendió a éste a raíz del golpe de Estado que derrocó al presidente Rómulo Gallegos, en noviembre de 1948) y su edecán, subieron hasta el puente que da acceso a la casa del Country Club y tomaron la avenida principal que desemboca en la entonces llamada carretera del Este, frente a la entrada principal de la urbanización El Rosal. El trayecto, que duró un cuarto de hora, fue sazonado por las invectivas más soeces que quepa imaginar… y amenazas, que antes de completar la media hora se habrían hecho realidad. Pero el camino era precioso. Sigue siéndolo.

Esa atmósfera suburbana de la que habla Federico Vegas debe atribuirse al hecho de que las dos urbanizaciones donde se produjeron los hechos, así como la ruta que las conecta, exhibían aún claras reminiscencias de las áreas agrícolas sobre las cuales se habían erigido. Pero hay algo más. Un asunto de criterio. El Plano Regulador de Caracas tiene una fecha concreta, 1951, pero las ideas que lo insuflan pueden rastrearse desde los años 40. Ese Plano Regulador revela claramente el ingreso de la planificación venezolana en una nueva forma de pensar, muy influido por los paradigmas de planificación norteamericanos, que vinieron a sustituir a los franceses, dominantes hasta entonces. Ese aire suburbano es la impronta del estilo norteamericano, caracterizado por un patrón de urbanización disperso en suburbios.

Por supuesto, ya Venezuela era un país petrolero. La influencia de los Estados Unidos entraba por todas las celosías. Por esos años, por los 40, “Caracas”, apunta Nelliana Viloria, “fue cambiando su fisonomía al copiar los patrones urbanos norteamericanos en la arquitectura y la planificación: los vehículos automotores se multiplicaron, los suburbios se llenaron de urbanizaciones campestres, y surgieron los primeros supermercados, entre otros aspectos”.

La quinta Lois, de donde salió Delgado rumbo a la muerte, no existe hoy. También dio paso a un edificio. El hijo de Román Delgado murió, como su padre, por atravesarse en la carrera de una bala. Y Caracas se convirtió en la capital

Nuevo Ideal Nacional, orientado e por la búsqueda de una “transformación racional del medio físico y el mejoramiento moral, intelectual y material de los habitantes del país”, que sacaría al país del atraso. Y para el militarismo imperante el atraso sólo podía superarse mediante un cuerpo que garantizara el orden y la disciplina, las Fuerzas Armadas. Pero aunque él estuviera persuadido de lo contrario, Delgado Chalbaud nunca estuvo incluido en un Nuevo Ideal Nacional.

 

Publicado en la Revista Clímax, octubre de 2010

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