Milagros Socorro
Algo se está moviendo en la mentalidad venezolana. En los mismos días en que se exhibe el extraordinario montaje de “Un enemigo del pueblo” (Henrik Ibsen, 1882), a cargo del Grupo teatral Emergente de Caracas, se presenta el libro “Individuos o masa ¿En qué tipo de sociedad quieres vivir?», bajo el sello de Editorial Galipán, escrito por Antonio Canova González, Luis Alfredo Herrera Orellana y Giuseppe Graterol Stefanelli.
“Un enemigo del pueblo” es la pieza teatral que termina con la frase: “El hombre más poderoso del mundo es el que está más solo”, pronunciada por el doctor Tomas Stockmann, médico de un balneario en Noruega, cuyas aguas, según él mismo descubre, están contaminadas hasta el punto de ser culpables de varios casos de tifus detectados en la temporada vacacional. Comoquiera que la revelación afecta la economía de la ciudad, que depende del balneario, las autoridades, las fuerzas vivas y los voceros de la comunidad se proponen impedir que Stockmann alerte sobre lo que ha corroborado con pruebas de laboratorio. Así, de ser el promotor de la idea del balneario, el médico pasa a ser repudiado, incluso por la canalla, como enemigo del pueblo. Ninguna presión logra que se desdiga y ya al final de la pieza hace esta declaración de supremo individualismo, para enfatizar el hecho de que es un deber de honor oponerse al grupo cuando es moralmente imperativo.
Antes de eso, en el acto 4, el doctor Stockmann ha dicho: “La mayoría no tiene razón nunca. Esa es la mayor mentira social que se ha dicho. Todo ciudadano libre debe protestar contra ella. ¿Quiénes suponen la mayoría en el sufragio? ¿Los estúpidos o los inteligentes? Espero que ustedes me concederán que los estúpidos están en todas partes, formando una mayoría aplastante. Y creo que eso no es motivo suficiente para que manden los estúpidos sobre los demás. [Escándalo, gritos]. ¡Ahoguen mis palabras con su vocerío! No saben contestarme de otra manera. Oigan: la: mayoría tiene la fuerza, pero no tiene la razón. […] Voy a dedicar todas mis fuerzas y toda mi inteligencia a luchar contra esa mentira de que la voz del pueblo es la voz de la razón”.
Desde luego, Henrik Ibsen escribió esta pieza mucho antes de que se desplegaran los totalitarismos del siglo XX, apoteosis del colectivismo, la dictadura del proletariado y, en suma, la disolución del individuo en una masa a cuyos intereses debía rendirse. Los autores de “Individuos o masa”, en cambio, escriben en Caracas, y luego de que esos colectivismos estén mandados a recoger en todo el mundo, con la excepción de aislados casos entre los que se cuenta, muy dolorosamente, Venezuela.
El libro es una suerte de manual que explica la oposición entre individualismo y colectivismo; y responde todas –o casi todas- las preguntas que puede hacerse el lector, sobre todo el proveniente de un medio donde las supuestas bondades del colectivismo han recibido tanta propaganda y no, por cierto, desde la llegada al poder de Chávez con el guión totalitarista de Fidel Castro, sino desde mucho antes. Piénsese en la prédica socialista que se instaló por décadas en las universidades nacionales, así como en el prestigio que adquirió la noción de economía planificada.
Pese a su defensa a ultranza de la propiedad privada como garantía de la libertad y a su rechazo a la tesis de la lucha de clases (que sustituyen por la, muy distinta, de cooperación entre personas libres), y otras certezas que casi todas las perspectivas políticas suscriben, podría decirse que los liberales venezolanos son una secta, a contravía del populismo de diversos grados, reinante incluso en las fuerzas democráticas supuestamente modernas.
Cabe prever, sin embargo, que por haberse aprendido la lección, por hartazgo o por rebote, la sociedad venezolana esté ya en camino al individualismo, (que no es la licencia a hacer lo que le dé la gana a ciertos individuos, con prescindencia de las normas) sino, como explica este libro, un orden centrado en el individuo, en la persona humana.
En la portada, como síntesis de lo que se expone dentro, está la fotografía que muestra al obrero alemán August Landmesser (1910 –1944) con los brazos cruzados, en medio de una gran multitud de hombres que extienden los suyos para hacer el saludo nazi. Solo en esa masa, ese hombre es más poderosos que nadie, porque demuestra su coraje y la contextura de su conciencia.
Publicado en El Carabobeño, el 26 de junio de 2013