Una acusación de violador no resta votos
Milagros Socorro
Para conquistar nuevamente la Presidencia de Nicaragua, en las elecciones del pasado 5 de diciembre, Daniel Ortega Saavedra tuvo que vencer las resistencias de un electorado que no había olvidado el hecho de que en una década de gobierno (1979-1990), el ex comandante sandinista, quien llegó al poder como líder rebelde y en 1985 fue electo democráticamente por un periodo de cinco años, había dejado una deuda externa de $12,000 millones, la moneda devaluada en un 33.000 por ciento, y había auspiciado, entre otros actos de autoritarismo y corrupción, lo que se llamó la piñata: una repartición irregular de viviendas y terrenos urbanos entre militantes sandinistas.
Además, debió sobreponerse a las intervenciones de los Estados Unidos, que groseramente mostró su desacuerdo con la reelección de Ortega; y, lo más prodigioso, convocó más del 35% de los votos, incluido el de varias organizaciones femeninas, a pesar de haber sido acusado de abuso sexual, violación y acoso por su hijastra Zoilamérica Narváez Murillo, hija de Soledad Murillo, compañera de Ortega por treinta años.
En mayo de 1998, cuando Ortega había sufrido dos derrotas electorales (en 1990 y en 1996, ante Violeta Chamorro y Arnoldo Alemán, respectivamente) e ignoraba que encajaría una tercera (en 2001, frente a Enrique Bolaños), Zoilamérica, que entonces llevaba el apellido Ortega, hizo público un testimonio donde narra minuciosamente lo que fue su vida junto a su padre adoptivo. El informe, que fue ampliamente difundido y está disponible en Internet, ofrece “las evidencias de una vida cercenada y la depravación de un hombre que fue protagonista de una revolución social y política, Presidente de la República y actual líder del principal partido de oposición”.
“Vos ya estás lista”
En su documento testimonial, Zoilamérica rememora cómo comenzaron los abusos por parte de Ortega: “con bromas y sugerencias de juegos malintencionados, en los que me manoseaba y obligaba a tocar su cuerpo. Luego, cuando el tiempo fue avanzando y se me presentaron las primeras manifestaciones de menstruación, decía: ‘Vos ya estás lista’ […] Cuando mi madre dormía, Daniel Ortega se dirigía al cuarto donde me encontraba para recostarse en mi cama y rozar con su pene partes de mi cuerpo”.
-En ese tiempo, -escribió Zoilamérica- mi agresor tenía 34 años de edad y yo once, lo que representaba una considerable diferencia y ventaja de su parte; él era el compañero de mi madre, una figura política de mucha importancia, mando y poder. Una persona muy dominante. Yo resentí de mi madre su lealtad a mi agresor.
Según Narváez, los abusos fueron progresando hasta que Ortega la violó en 1982. “Desde entonces, para mí la vida tuvo un significado doloroso. Las noches fueron mucho más temibles, sus pasos los escuchaba en el pasillo con su uniforme militar, recuerdo clarito el verde olivo y los laureles bordados en su uniforme. Su imagen invadía toda aquella casa y me acechaba constantemente, el terror fue permanente y yo me sentía cada vez más impotente”.
El “régimen de cautiverio, persecución, espionaje y acecho”, como califica Zoilamérica su entorno en aquella época, derivó en graves problemas de salud y frecuentes crisis nerviosas. “Daniel Ortega empezó a suministrarme pastillas tranquilizantes (valium) a escondidas de mi mamá, argumentando que con ellas no necesitaría nuevos contactos médicos. […] Daniel Ortega fue creando ambientes y situaciones para ubicarme en una relación de extrema dependencia”.
“Ambos procedieron”
El testimonio de Zoilamérica no se ahorra detalles espantosos. “Me forzó a hacer el acto sexual con él en presencia de terceros; también comenzó a utilizar objetos, a golpearme, a comprarme ropa interior que lo estimulara y me obligó a practicarle sexo oral con mucho maltrato. Me obligó a pronunciar palabras y frases soeces para excitarse. […] Una vez acudí engañada a un llamado donde apareció otra persona, para obligarme a realizar otra práctica sexual, ahora con otro hombre convocado por él. Yo cerré los ojos todo el tiempo y seguí las instrucciones que Daniel Ortega me daba. Él, desde una silla daba indicaciones de cómo proceder. Apresuró incluso las cosas. Ante mi negativa, él mismo me quitó bruscamente la ropa y empujó al otro participante a abusar de mí, esta persona fue dirigida en sus ejecuciones por él. Sentí miedo y vergüenza. Ambos procedieron…”.
Evidentemente, había muchas personas que estaban al tanto de lo que ocurría. Y la víctima asegura que su madre se encontraba entre ellas. Pero cuando hizo la denuncia, tanto su madre como su abuela, la madre de Ortega, se apresuraron a afirmar que la muchacha mentía. Y la posición oficial del partido sandinista fue la de desestimar las acusaciones y culpar a Zoilamérica de hacerle el juego a los Estados Unidos y pretender dañar la imagen de su padrastro.
¿Increíble? A Mercedes Muñoz, coordinadora general de la Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa, Avesa, no le produce asombro que Daniel Ortega haya continuado al frente de su partido, que no haya ido a juicio, que no esté preso y que, encima, haya sido reelecto en la Presidencia.
-Quienes tenemos tiempo trabajando en el tema de violencia sexual y doméstica –dice Muñoz-, y por años hemos estado recibiendo niñas y niños de todas las edades que esperan un apoyo para sanar sus heridas, fundamentalmente psíquicas, hemos constatado el desamparo y las calamidades que viven víctimas de abuso sexual para que se haga justicia. Conocemos la inmensa desproporción entre casos denunciados y casos sancionados; y podemos asegurar con hechos que la Ley siempre está de parte del victimario. Y somos, además, distintos a la mayoría de la gente, que al oír una denuncia de abuso sexual entran en sospecha frente a la víctima, la hacen de alguna manera responsable de lo que le ha pasado y le dan más credibilidad al victimario. Nosotros siempre le creemos a la víctima, porque sabemos que quien se atreve a denunciar estos hechos va a exponerse a una situación terrible de incomprensión, falta de solidaridad, abierta acusación, persecución y burlas. Y también tendrá que luchar contra un aparato cultural y jurídico montado para proteger al victimario.
Mercedes Muñoz no pone en duda ni por un instante la veracidad del testimonio de Zoilamérica. “El abuso sexual infantil es la situación donde un niño, niña o adolescente se ven implicados en actividades sexuales que ejercen personas adultas para lograr su propia satisfacción. La víctima en estas circunstancias no está en capacidad de entender lo que está padeciendo. Es necesario tener claro que cuando un menor se ve envuelto en una actividad sexual abusiva es debido a la posición de poder que tiene el adulto abusador sobre la víctima. Hay situación de abuso cuando subyace una asimetría de poder, por razones de edad, o por condiciones de ventaja que tiene le victimario sobre la víctima. Así, el victimario utiliza: la seducción, la manipulación, el soborno, la intimidación y/o la amenaza y la fuerza. Todos estos factores se agravan y significan un sometimiento mayor cuando el agresor es el padre de la víctima (la figura simbólica que ocupa el padre es la misma cuando es un padre de crianza que un padre biológico)”.
Tolerancia y adoración al líder
A Magally Huggins Castañeda, psicóloga social, criminóloga, de la UCV y miembro del Observatorio Venezolano de los Derechos Humanos de las Mujeres, institución de reciente fundación, tampoco le extraña la tolerancia de las sociedades con los delitos sexuales.
-Las mujeres no existimos en la memoria histórica de los pueblos –afirma Huggins-. Sólo las heroínas que han sido seguidoras de sus maridos hasta morir o que mueren por dar a luz en las prisiones, logran romper la muralla del silencio que rodea a las mujeres en la historia. Si esto es así, qué puede quedar para las mujeres víctimas del poder. Que Daniel Ortega sea un abusador sexual de su hijastra y aun así haya sido premiado con la Presidencia de la República no es sorprendente. ¿Es que acaso Zoilamérica recibió apoyo de algún partido? ¿Qué dijo Rosario Murillo ante la denuncia de su hija? Lamentablemente, ella es parte de esta cultura que nos hace creer que la mujer independientemente de su edad siempre es culpable de lo que le pasa sexualmente.
“Las mujeres”, sigue Huggins, “no estamos al margen de esta cultura. No sé qué pasó con el movimiento de mujeres en Nicaragua ante esta denuncia pero no me extrañaría que se dividiera entre las que la apoyaron y las que la acusaron de mentirosa y tonta útil de los malos de la política nica. Basta ver cómo las mujeres de izquierda en Venezuela olvidan casi totalmente su feminismo en su adoración al líder, cómo asumen el militarismo y olvidan que ser feministas es ser por definición demócratas. Cómo aceptan que se excluya de todo espacio político a la mitad de la población, cuando el feminismo es la lucha por la inclusión de toda la humanidad, mujeres y hombres, cualquiera sea su edad, posición política o religiosa, étnicas o escogencia sexual”.
19 de diciembre de 2001 La jueza Juana Méndez, de reconocida militancia sandinista, decreta la prescripción de la acción penal, sobreseyendo definitivamente a Ortega. Méndez sentenció que Zoilamérica no había pedido justicia cuando tenía que haberlo hecho. Zoilamérica apeló pero en esta instancia también fue rechazada la acusación. El caso llegó hasta la Corte Suprema de Justicia en casación y fue rechazado. La prescripción del supuesto delito fue declarada por jueces sandinistas y confirmada por la Corte Suprema de Justicia, integrada también con magistrados de ese partido.
Publicado en El Nacional, en 2007
Que relato tan fuerte. No conocía muy bien la historia acerca de las agresiones de Ortega contra la hijastra.
Zoilamerica, todo el q actua mal en la vida lo paga. Esa es de un infeliz enfermo.
Que historia tan conmovedora y tan común en estos países machistas y También somos cómplices de ese personaje, cuando viene a Venezuela y no salimos a protestar, estamos aprobando su actuación.
También nosotros los Venezolanos domos cómplices de ese personaje, porque no protesta cuando viene a visitarmos.