Ese lunar
“Muy triste que en apoyo a supuesta revolución, parte del pueblo legitime a corruptos, burócratas y nepotistas”. Lo escribí y lo difundí a través de la red social Twitter. Muy pronto tendría réplicas que salían al paso de mi punto de vista. “¿Y qué me dices del asesino de Bush?”, decía uno. “¿Dónde dejas los corruptos de la cuarta república…?”, apuntaba otro. Con pocas variantes, éste era el patrón de los comentarios en supuesta defensa del oficialismo. Nadie negó que en las primarias del partido de gobierno se había favorecido candidatos acusados de saquear el erario público.
En las horas siguientes se haría nítido el mapa político del PSUV. Se vería con toda claridad que el gran ganador de la contienda del domingo 2 de mayo había sido Diosdado Cabello, quien hizo gala de un gran despliegue de recursos e influencias para imponer sus fichas en diez estados. El resultado es que si los peones de Cabello recorren el tablero con éxito, él podría controlar el Parlamento en 2011. No cabe duda de que los electores lo favorecieron. Hasta el punto, inclusive, de votar por su esposa, Marleny Contreras, candidata por Miranda.
Unos cuantos perdedores se apresuraron a señalar que la cuadra de Cabello había ganado gracias a la gran maquinaria que el Padrino puso a disposición de los ahijados. Desde luego, están hablando de mucho dinero. ¿Y de dónde sale esa millonada?
No es posible fingir que se desconocen los señalamientos. El país entero murmura –también vocifera- que los manejos de Diosdado Cabello no son del todo diáfanos. Digámoslo con palabras de Domingo Alberto Rangel, insospechable, por cierto, de contubernios con el imperio: “A Diosdado Cabello se le acusa, de manera temprana y constante de ser el más acaudalado cabecilla en el bando oficial. Las listas de enriquecidos bajo el presente régimen comienzan todas por su nombre. Tan completa unanimidad no puede ser obra del azar, en algún fundamento objetivo debe descansar. El actual gobierno figura ya, por méritos indiscutibles, como el más corrompido del último medio siglo, lo cual en un país de tan nefandas tradiciones, hace que exista una burguesía bolivariana a la cabeza de la cual, los que formulan listas, siempre colocan a Diosdado Cabello.”
Lo ha percibido Domingo Alberto Rangel, un señor cuya avanzada edad lo restringe a la dignidad de su residencia. Qué no sabrán los ubicuos revolucionarios, ágiles testigos de aviones privados, yates revestidos de maderas finas, viajes interoceánicos, lujos asombrosos… todo a cuenta del Estado. Todo disfrutado por señores con sueldo de ministro y pensión de oficial retirado. Y eso no los inhabilita para cosechar votos como quien se avía de mangos en mayo. Las acusaciones de corrupción no afean al funcionario. No constituyen el más mínimo obstáculo para seguir acumulando poder. Parece, por el contrario, que la voracidad y habilidad para el robo masivo de los haberes públicos fuera un blasón. Un diploma del que ufanarse.
No oigamos la prensa independiente ni prestemos atención a los medios privados audiovisuales. Atengámonos exclusivamente a Aporrea. En su hemeroteca hay montones de denuncias contra funcionarios que se han aplicado a intensa expoliación. “Es lamentable para nosotros hablar de la Alcaldía X”, gime un colectivo de trabajadores, “pero es que junto a PDVSA tienen una mafia tremenda , ahora están creando una empresa y que Socialista para hacer los trabajos de la ciudad […] ¿Es legal que el dueño de la empresa socialista, sea nada más y nada menos que nuestro alcalde?”. Muy bien. Ese alcalde también goza del favor de los electores pesuvistas.
La verdad es que la corrupción administrativa goza de gran prestigio. En Venezuela el dinero mal habido limpia de las fechorías perpetradas para conseguirlo.
Desde luego, Cabello y Bernal, barones de muchos guardaespaldas, no podrían apoderarse de la bancada bolivariana sin la autorización de su jefe. Pero no puede decirse que éste haya corrompido a nadie. Su hegemonía se monta sobre una disposición a envilecerse que estaba allí. Que siempre ha estado. Lo terrible es que el pueblo, o parte de él, haya sido corroído por la fascinación del lunar. Esa mancha oscura que deja la rapiña sobre los bienes de la república.
El Nacional, 9 de mayo de 2010
Excelente como todos sus articulos; ayer no lo pude leer en el Nacional pero sabia que no podia dejarlo pasar. No deja uno de disfrutar de su magnifica prosa que te hace degustar, no obstante lo crudo que puede ser el tema, de un verdadero periodismo literario sobre topicos que nos lastiman los ojos y enardecen el corazon cada vez con mayor frecuencia.