Nelson Garrido pasó de la irreverencia al terrorismo poético
“Fuera Chávez y fuera el que venga”
Vestido siempre con un bluyín negro y una franela, y acicalado con toda prolijidad (cabello negrísimo sin tinte, corte de pelo puntual, peinadito como un corredor de bolsa) Nelson Garrido es uno de los artistas más activos del país, tanto en el desarrollo de su trabajo creador como en el impacto estético y político de la escuela que ha fundado. Es imaginativo, atormentado al tiempo que burlón y muy lengua larga.
Milagros Socorro
Tras cursar estudios de primaria y secundaria en Chile, Italia y Francia, Nelson Garrido (Caracas, 1952) regresó a Venezuela donde permanecería por poco tiempo en la Facultad de Arquitectura de la UCV. Entre 1966 y 1967 había estudiado fotografía en el taller de Carlos Cruz-Diez en París; y nunca había cejado en su práctica. Una vez en su país, muy pronto sería atraído por la militancia de extrema izquierda y dejó las aulas para entregarse plenamente al trabajo político, que en su caso tuvo un fuerte componente de docencia, incluso entre niños de primaria. En 1991 se convirtió en el primer fotógrafo venezolano distinguido con el Premio Nacional de Artes Plásticas.
Se trata de un galardón que en su momento fue objeto de polémica hasta el punto de que un par de miembros del jurado optaron por inhibirse de votar. La obra sujeta a debate es, por decir lo menos, incómoda y de difícil consumo. Dejemos que el escritor José Balza nos la explique: “Garrido cultiva una estética de lo inquietante, lo corrosivo. La ironía, la sátira, la irreverencia son recursos de su expresión. Sus collages, el despliegue escenográfico de sus imágenes, la digitalización fotográfica, la incorporación de materiales anodinos, cursis, apoyan un sacrílego, explosivo salto que choca contra las convenciones de la religión, del buen gusto tradicional, de la sexualidad. De allí que nos sacuda con sus visiones de tortura, de masoquismo, hasta de humor.
-No sé cuánto de ingenuidad, -sigue Balza- de vigor joven haya en muchas de las obras de Garrido. ¿Significa realmente mucho un Cristo gordo y gozón? Pero más allá de tales limitaciones filosóficas (o anacronismos), estas imágenes viene a rescatar algo esencial en el proceso de la plástica venezolana: su riesgo, su originalidad, su condición de materia visual. Prefiero afrontar estos altares, su santo de asfalto, su Santa Lucía, antes que, como dije, los vacíos intelectuales llegados, vía curadores sin firmeza analítica, desde el exterior.
En la actualidad, es el incansable director-fundador de la ONG (Organización Nelson Garrido) escuela de fotografía y centro de artes de vitalidad sin parangón en el país.
-¿El arte es evasión de la realidad?
-Al contrario. En el momento que atraviesa el país, el arte, más que nunca, debe ser un detonante de resistencia cultural. No creo en un arte decorativo, tipo papel tapiz para decorar salones, entre otras cosas porque el arte no está para resolver problemas sino para crearlos. El arte es un bastión de resistencia desde donde uno hace denuncias como usuario: no creo en el artista como iluminado o como enviado de Dios sino como un ciudadano cuya misión social es expresar, poner en imágenes o palabras, lo que el colectivo está sintiendo.
-¿Es lo que usted ha hecho con La nave de los locos [serie de fotografías que muestra una performance donde un grupo de actores representa los excesos, la violencia, las neurosis, las fantasías y alienaciones de nuestra sociedad] o Caracas sangrante [imágenes fotográficas de Caracas intervenidas mediante un efecto para crear la impresión de que el paisaje urbano se está inundando de sangre?
-Efectivamente, yo, como usuario del arte, de la ciudad, del país, sentí una desesperación correspondiente con la que el todo el mudo siente. Si no es como detonante expresivo de lo que afecta a la sociedad el arte no tiene ningún sentido. E insisto, mucho más en el momento que estamos viviendo en Venezuela.
-Si el actual momento venezolano fuera una fotografía, ¿qué veríamos en ella?
-Un mendigo en inercia. El país tiene una actitud mendiga desde todo punto de vista. Todo el país. Cuando hablo de Venezuela me refiero a un solo país, no a un bloque o dos porque la situación política afecta por igual a todos los sectores. Y cuando hablo de inercia me refiero a la conformidad con que se acepta la violencia, los asesinatos, los secuestros, los atracos. Ese “me robaron pero lo bueno fue que no me mataron”. Los homicidios para robar zapatos o dinero son tan políticos como los asesinatos perpetrados por fuerzas represivas. No hay asesinatos normales. Pero aquí se ha querido normalizar los homicidios cometidos por el hampa. Por eso ni el Gobierno ni la oposición logra movilizar a las mayorías, porque éstas han caído en la inercia. Eso sí, en espera de que les caiga algo del festín que ven desarrollarse ante sus ojos.
-Después de recibir el Premio Nacional de Artes Plásticas, usted hizo una serie de fotografías donde aparecía crucificado y con tres penes [efecto logrado con postizos]. ¿Hizo eso por el gusto de escandalizar?
-No. Lo hice porque el Premio, al que nunca aspiré, me trajo más censura de la que era objeto antes de recibirlo. Lo importante es que he usado el premio como plataforma de denuncia para expresar mis ideas que apuntan, básicamente, a luchar contra el poder. Hay que ir mucho más allá de las banderitas y las canciones bobaliconas. La lucha es contra los poderes, porque siempre son perniciosos y derivan en corrupción.
-¿Cómo resumiría su posición política actual?
-Fuera Chávez y, automáticamente, en contra de lo que venga, que será una mierda también, con toda seguridad.
-El caso es que, después del Premio Nacional, usted hubiera podido dedicar todo su tiempo y energía al desarrollo de una obra que ya había sido reconocida. En vez de eso, se ha dedicado a la docencia y a la creación de un centro de arte e ideas.
-Parto de la certeza de que el arte perdió su carácter originario cuando dejó de ser un hecho chamánico. Todo lo que el artista produce deben ser objetos mágicos. Por ese camino, el arte, incluida la fotografía, es una excusa para la transmisión de conocimiento, conceptos, ideas y filosofía de vida. En el contexto de la actual circunstancia venezolana, la docencia es tan importante como mi propia obra: yo debo transmitir el conocimiento como lo recibí de Carlos Cruz Diez y César Rengifo, entre otros. Esto es crucial en un país abrumado por la superficialidad. La creación de la ONG y el esfuerzo que destino a la educación tienen la mira puesta en el país que seremos. Me angustia la perspectiva de que Venezuela en quince años sea el resultado de lo que es hoy, de esta falta de siembra. He puesto manos a la obra. De esa manera atendemos el país de la próxima década y contribuimos a la formación de esos sectores de resistencia que no están a la venta. Esa es tan importante para mí como realizar mi propia obra y circular en espacios internacionales, que, de todas formas, lo he hecho pero compartiendo el tiempo con la formación.
-¿Qué enseña usted?
-Enseño a pensar: desarrollar un pensamiento crítico, pasar de ver a mirar, encontrar un lenguaje personal (buscar dentro de sí para detectar la voz particular). Nuestro método de enseñanza aspira a la calidad y a la calidez.
-Usted es hijo del general (G.N.) Víctor Garrido Sutil. ¿Cómo percibe el militarismo?
-El militarismo es pernicioso en todos lados pero en nuestros países es la ausencia de luz, la falta de libertad y de divergencia. En presencia del militarismo no hay diversidad, hay pensamiento único.
-Otra pregunta personal, si me permite. ¿Esos tres penes…?
-Ah, esos siguen retoñando y dando frutos. No como otros, que no echan ni hojas.
Cuadros fuera de los museos
Partamos del hecho de que la Organización Nelson Garrido (ONG) es inclasificable y muy difícil de definir. Es una escuela de fotografía al tiempo que un centro cultural alternativo por donde pasan todos los artistas de vanguardia de cualquier parte del mundo que pisen Venezuela.
-La ONG –dice Garrido- es producto de mi militancia política. Un militante es un cuadro que donde caiga hace lo que debe hacer. Yo sigo creyendo en el trabajo de hormiguita. No creo en la militancia partidista ni mucho menos del pensamiento único pero sí en la militancia en los propios sueños. Además, creo que todos somos responsables del país y tenemos que ver cómo arreglamos esto.
Fundada en 2002, inmediatamente después del paro petrolero, la ONG, según Garrido tiene 150 años. “Y vamos hacia los 200 años. Tenemos más tradición y abolengo que los bancos, más que todas las instituciones. Somos más antiguos que toda esa gente”.
-Al abandonar las aulas de Arquitectura, Garrido dedicó diez años de militancia en Retaguardia Guerrillera. Pasó de París a Carapita, donde se instaló para compartir la vida con sus habitantes. Se trata, pues, de un compromiso izquierdista mucho más profundo, probado y duradero que el de los casi todos los militares que ejercen el poder en Venezuela en nombre de la izquierda. ¿Cómo es que Nelson Garrido no se apuntó a la opción chavista?
-Porque no soy frustrado ni resentido –dice-. La única manera de apoyar esto es que uno tenga mucho resentimiento o, desde luego, muchas ganas de enriquecerse rápidamente participando de la democratización de la corrupción que este gobierno ha promovido. Yo soy producto de la mezcla de París y Carapita y estoy orgulloso de eso. No tengo una sola razón para negar a mi gente y pasar por lo que no soy. Para mí la militancia fue un hecho poético, por eso creo en el terrorismo poético, que trato de ejercer diariamente. Aquí la vaina está como está porque no ha habido terrorismo poético.
-Nelson Garrido ha participado en innumerables exposiciones en todo el mundo.
-Posee el más importante archivo fotográfico en materia de fiestas populares de Venezuela.
Muy acertada entrevista, se acerca más al Garrido libre pensador dando relevancia a su aspecto humano. Discrepo de la descripción que hace del inventario de lo que se podría denominar el espectro chavista. Hay pueblo que aún cree en la obra de Chávez y tienen miedo a que la realidad les rompa el corazón, se aferran a toda información del gobierno buscando como justificar su permanencia en el chavismo.