Sobre mi infancia

Milagros Socorro

Estas son mis respuestas a un cuestionario enviado por la revista Estampas, edición del Zulia.

-Nací en la clínica D’Empaire, en Maracaibo. Mi familia estaba residenciada en Machiques, al pie de la Sierrade Perijá, zona ganadera donde había estado por varias generaciones. De hecho, mis hermanos y yo conformamos la cuarta o quinta generación desde que se avecindaron allí nuestros antepasados venidos de las islas Canarias. Todo esto es para decir que mi nacimiento en Maracaibo (y no en Machiques, donde mis padres vivían y adonde se llevarían inmediatamente a su bebé) se debió a un imperativo sanitario, digamos así, puesto que mis padres buscaban en Maracaibo, una ciudad grande y con larga tradición en medicina y atención obstétrica, una asistencia médica superior a la que podían obtener en Perijá.

-¿Qué médico atendió su parto?

-El doctor Róbinson Suárez Herrera, a quien nunca traté. Pero mi madre lo recuerda con mucha gratitud, desde que atendió el parto de su primera hija (yo) a las 12 del mediodía exactamente.

-¿Dónde vivía?

-Vivíamos en la calle El Registro, quinta Milagros, diagonal al Telégrafo, Machiques. Allí vivimos hasta que yo tuve 15 años, cuando nos mudamos a Maracaibo, tras dramáticas circunstancias que nos dejaron sin casa y en serias dificultades. Por suerte, contamos con el apoyo de mis abuelos maternos, René y Ernestina Morales.

-¿Dónde jugaba cuando niño?

-Empecé a leer a los 6 años. Un hábito favorecido por dos hechos: el primero es que mi madre es una buena lectora; y lo otro es que en mi pueblo se sintonizaba muy mal la televisión, de manera que nunca me acostumbré a verla. Dado que mis padres jamás se interesaron en las telenovelas, tampoco desarrollamos esa afición. De manera que durante mi infancia leí y jugué con mis hermanos, sobre todo, a ser cantantes y hacer shows.

– ¿Dónde bailaba?

-Siempre he bailado. Todas las reuniones de mi familia incluían baile. Mi padre era un gran bailarín de ritmos caribeños y adorador de la música popular. Ambas pasiones me fueron transmitidas y las cultivo con entrega y fervor. Como me gusta comentar la música y soy amante del rito de la conversación, no me gustan las discotecas. Nunca me gustaron. De jovencita fui muy pocas veces. Prefería –y prefiero- bailar en las casas, de la familia heredada y de la escogida.

– ¿A cuál cine iba?

-En mi pueblo había dos cines, el Cápitol y el Royal. De niños, íbamos todos los domingos; y luego, en mi primera juventud, dos o tres veces por semana. El cine ha sido fundamental en mi formación. Cuando yo era niña, mi padre tenía una cámara Bell and Howell con las que hizo varias películas caseras. Entre las mejores veladas de esos años de infancia en Machiques están las tardes en que mi madre horneaba pizzas para comer mientras veíamos las películas de mi padre, proyectadas en la pared de la cocina. Mi película favorita de todos los tiempos es la que muestra a mi madre chapoteando en uno de los ríos que bajan de la Sierra, mientras mi padre la contempla a través dela Belland Howell con un amor y un deseo que han traspasado el tiempo y vencido su muerte, acaecida en Los Palos Grandes, Caracas, en agosto de 2004. Como suele ocurrir, en el cine –ese cine- derivé grandes lecciones de sensibilidad y vida.

– ¿Dónde estudiaba?

-Mi primer episodio de escolaridad fue, antes de los 4 años, en lo que en Venezuela se llamaba “escuelita paga”, la escuela de las hermanas Muñoz. Estuve allí unas pocas semana; e inmediatamente ingresé al pre-escolar del Colegio Nuestra Señora del Carmen, regentado por monjas de la congregación de Santa Ana, donde estudié hasta sexto grado y aprendí casi todo lo que sé hasta hoy. Después fui al Colegio San Pablo, de Los Maristas, también en Machiques, mi pueblo. San Pablo era un extraordinario liceo (supongo que todavía lo es). Tuve maestros inolvidables, como el hermano Antonio Serrano, de quien aprendí el inglés con el que hoy puedo sostener una conversación y leer con una competencia aceptable; Jesús María Zabaleta, un formidable maestro de biología, de botánica y de laboratorio; el hermano José María García, quien me introdujo en el amor por la ciencia y en la noción de la naturaleza y sus leyes como prueba de la existencia de Dios. Tengo una inmensa deuda con estos educadores nacidos en España, que entregaron a Venezuela sus vidas, sus afanes y un gran amor. En San Pablo estuve hasta tercer año de bachillerato. En ese momento nos mudamos a Maracaibo donde tuve que asistir al colegio La Presentación, una institución educativa muy precaria, que recuerdo con mucho desagrado, con la excepción, naturalmente, de algunos profesores, como Teresa González, Elizabeth de Ugarte, Salomón Hómez y el de inglés, cuyo nombre se me escapa. Allí haría el ciclo diversificado, hasta graduarme de bachillera.

-¿En qué playa tomaba el sol?

-En Machiques solíamos ir a los maravillosos ríos de agua cristalina que vienen del a Sierra en loca carrera para avenar en el lago de Maracaibo. Solíamos ir en camionetas pick up. En los años 60, cuando transcurrió mi infancia, no temíamos los secuestros y extorsiones de la guerrilla colombiana, que hoy azotan esa zona. La belleza de las haciendas ubicadas en las faldas dela Sierraes incomparable. Nos bañábamos en ríos en los que flotaban extrañas flores selváticas y, en algunos recodos, pendían lianas que se mecían en la dulce sombra que daban los altos árboles que crecían en las riberas como gigantes prehistóricos. El agua era fría y transparente; y se deslizaba con brillo metálico entre piedras pulidas. No sé qué daría por volver a recostarme en una inmensa roca, suave como algodón recién planchado, para sentir el enérgico paso del agua y escuchar, a lo lejos, a Felipe Pirela cantando “Únicamente tú”.

11.- Su primer viaje a Caracas.

-Mi primer viaje a Caracas lo hice con mi tía Célica Socorro, en el año 68. Vinimos en avión. Nos alojamos en las residencias Beethoven, en Bello Monte, donde alquilaban apartamentos por semanas. Recuerdo todo con mucha claridad. Fuimos al teleférico (incluida la pista de patinaje sobre hielo), ala Colonia Tovar, a comer cachapas (por primera vez para mí), a pasear por Sabana Grande… Me encantó Caracas (antes había estado en varias ciudades de los Estados Unidos) y siempre tendré en mi memoria las caminatas por Bello Monte para ir a la enorme sede de Sears, donde vi desfilar a la impresionante Cherry Núñez, quien hoy es una querida amiga.

 

Publicado en la Revista Estampas – Zulia, marzo de 2012

2 comentarios en “Sobre mi infancia

  1. Manuel Barroso es una luz en la oscuridad. Ya tenemos el diagnóstico: Falta de Padre, por eso, el Estado…¡Qué digo!, los gobiernos han asumido ese paternalismo chucuto, y con fines electorales, porque del árbol caído, todos hacen leña. Hemos cometido el error de exaltar a la mujer porque es Padre y Madre, ahora las denominan 4X4, ¡qué pesado!, y lo que es verdad es que no lo ha logrado, porque una madre no puede sustituir al padre, no puede establecer la estructura psíquica de los hijos, que les proporcionan ambos; sin contar con la calidad de esa presencia, eso es harina de otro costal, y muy grande. A los hijos abandonados por sus padres, -y a veces por sus madres también-, se le suman los hijos con padres que los han tratado muy mal. Me pregunto el porqué de esta situación, ¿por qué el hombre venezolano (ayayay si nos metemos con toda la cultura hispana), es tan débil, tan incapacitado en materia de amor a sus hijos?, ¿y cómo podemos superar ese sentimiento de abandono y de maltrato tan profundo?.

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