Antonio Pasquali y el futuro de las comunicaciones

Milagros Socorro

-Usted, que es miembro de la Sociedad Mundial del Futuro capítulo Venezuela, publicó en 2002 una obra titulada Del Futuro, en la que se preguntaba por el rol del pensador en la lucha por la supervivencia de la humanidad. También es filósofo de formación y ha mantenido relaciones meditadas con el pensamiento prospectivo, no sólo en Comunicaciones. ¿Podría sintetizar su postura respecto del Futuro?

-Me atrevo, a riesgo de caer en esquemas-caricatura. Tómense las tres categorías kantianas de la modalidad, que son necesario, real y posible; y yuxtapóngase esa tríada a las tres dimensiones de la temporalidad: pasado, presente y futuro. El resultado es conocido o intuido por todos: el pasado es el terreno de la necesidad, de lo que ya no puede ser de otra manera; el presente, el ámbito de lo real; y el futuro, el reino del no-aún, de lo todavía  posible, de lo que puede ser o no ser, o ser de otra manera; dicho éticamente, el reino de la libertad. Quien no asuma esta esencial concepción modal de la temporalidad o no está hablando en serio de futuro o es un destructor de posibles y de libertades para imponer a los demás su plan a futuro.

La búsqueda humana por preconcebir y controlar en toda la medida de lo posible el futuro es, en palabras de Bergson, “una obsesión que durará hasta que dure el hombre”, pero incluye un constante peligro de profanación y violación de nuestra libertad a futuro, convirtiéndola en necesidad prefabricada, haciendo del mañana una visitable, conquistable y, todo sumado, aburrida prolongación del hoy. El mundo rebosa actualmente de futuristas charlatanes, rambos o malintencionados. Además, se ha demostrado estadísticamente que las previsiones del visionario y las del científico resultan equivocadas a una misma tasa del 50%.

¿Y cabrían allí los grandes gurúes de la comunicación y la informática?

-Sí, claro. Nadie supo prever el advenimiento de la telefonía móvil, que revolucionaría en un decenio las densidades telefónicas; y se juró que el satélite acabaría con el cable submarino, hoy más boyante (valga la paradoja) que nunca. La Western Union vaticinaba hacia 1870 que “el teléfono nunca podrá seriamente considerarse como un medio de comunicación”; lord Kelvin aseguró a la humanidad hacia 1890 que “las máquinas voladoras más pesadas que el aire son imposibles”; y, el señor Daimler, que “nunca habrá más de cinco mil automóviles sobre la tierra”. IBM pronosticó en 1968 “que para 2018 habrá unas 85.000 computadoras instaladas en el mundo”; en 1977, Digital Equipment declaró que “no había razones para que alguien deseara tener una computadora personal en su casa”, y Bill Gates garantizó en 1981 que “640 kilobytes de memoria en disco duro serán más que suficientes para cualquier usuario”. Como botón de muestra creo que basta.

-Pero hoy se habla de futuro con una gran seguridad.

-Claro, pese a todo no nos es vedado hablar del futuro. Desde los chamanes y profetas a los más refinados prospectivistas de hoy, hemos andado un trecho largo. Pese a ciertos aspectos polémicos, el Club de Roma,  el Hudson Institute, o El año 2000, de Kahn, trazaron caminos de seriedad. Pero cabe exigirle a los videntes de hoy que hagan el favor de asomarse al futuro en punta de pies, con respeto, sin destruir posibles ni hipotecarle el futuro a quienes vendrán (esto último es hoy principio ético fundamental del ecologismo). Se puede ser analista de tendencias, prospectivista e incluso futurólogo pero asumiendo esta disciplina simplemente como un análisis de futuros posibles o futuribles.

-¿Y usted dónde se ubica, metodológicamente hablando?

-Sobre el corto plazo, atribuyo una importancia capital a la interpretación socio-política de tendencias duras y comprobables. A más largo alcance, sitúo la frontera epistemológica en la ya citada noción de futuribles. Me siento muy cercano al grupo que orbita las doctrinas de Bertrand de Juvenel, estructurado alrededor de la revista homónima.

Más rápidas, más baratas

-Hasta ahora, el desarrollo de las comunicaciones ha sido beneficioso: más rápidas, más baratas, más países y personas vinculados. ¿Cabe prever que esta tendencia se prolongará hacia el futuro?

-No me cabe la menor duda de que así será y con creces. Las pruebas son aplastantes, y el rumbo del desarrollo tecno-científico suficientemente claro. Cito a menudo ejemplos elocuentes: los telegramas Europa-América, que comenzaron a enviarse desde 1865 con el primer cable submarino de John Pender, costaban diez francos-oro la palabra; la telefonía Skype que empleamos hoy, desde la computadora de casa, cuesta 0,016 euro el minuto. La enorme capacidad ociosa en micro-ondas, cables y satélites ha permitido el desarrollo exponencial de Internet; y la digitalización de las redes está abriendo otros inmensos espacios para el envío-descarga de fenomenales paquetes de bits en segundos. La telefonía celular, que ya fabrica cerca de un millardo de piezas al año, está a punto de hacer realidad el sueño de una humanidad enteramente interconectada (queda, por supuesto, el escándalo de África, donde la UIT espera asegurar a todos un teléfono a menos de un kilómetro de la habitación… para 2020).

Del lado de la computación, los ejemplos son aún más elocuentes e impactantes. En tratamiento de datos, hemos pasado en tres décadas de semiconductores con dos mil transistores al Pentium IV de hoy, que contiene más de cien millones, y la Blue Gene/L de IMB tiene una velocidad de 360 teraflops (360.000 millardos de operaciones por segundo). En memorización de datos, en 1980, ayer nomás, IBM logró almacenar por primera vez cinco gigabytes, pero en un armatoste de 40.000 dólares, que pesaba 250 kilos, cuando en 2007 almacenaremos en nuestros diminutos discos duros un terabyte (mil gigas), previéndose el petabyte (mil terabytes) para comienzos de la década siguiente, y el exabyte (mil petabytes) para un poco más adelante.

No hay mucho que profetizar, pues, nuestro futuro comunicante ya se está fabricando o estudiando con los grandes gurúes de la electrónica, sólo nos queda prever consecuencias Nuestros hijos podrán almacenar en un rincón de sus discos duros todas las bibliotecas del mundo en todos los idiomas, todas las hemerotecas que quieran, cientos de miles de discos y miles de películas. En su perfil cultural a futuro pesará mucho su capacidad de clasificación y recuperación de informaciones; y, por encima de todo, su habilidad a convertir óptimamente información en conocimiento. Los responsables de la formación académica aún no lo han entendido.

-¿Cuál cree que será el futuro de Internet? ¿Seguirán sumándose usuarios a la red o ésta se hará elitesca?

-Los pesimistas estiman que vamos hacia un universo Internet, TV, radio y  prensa de dos niveles: una de baja velocidad y sofisticación para los pobres, y otra veloz y sofisticada para los ricos. No creo en nada de eso, lo mismo se dijo cuando salieron los primeros celulares, que costaban tres mil dólares, y hoy se pueden adquirir de impecable funcionamiento básico por veinticinco (en Japón se consiguen hasta desechables). La banda estrecha será un recuerdo dentro de poco, la expansión y universalización de Internet no la para nadie.

El discurso Internet es de capital importancia por otra razón extra-comunicacional, política: la red se está convirtiendo en soporte básico de la democracia a nivel mundial; y esto sucede porque, tecnológicamente hablando, ella no es hija de la TV, unidireccional, impositiva y totalitaria, sino de la vieja y gloriosa telefonía, bidireccional y dialogal. Conocí bien a Jean Voge, jefe de investigaciones de France Telecom, y cada vez que le expresaba mi envidia de comunicólogo lidiando con medios unidireccionales cuando ellos en cambio trabajaban con el teléfono, la tecnología que mejor facilita el diálogo, Voge me contestaba que era una verdad a medias, pues el teléfono sería real y absolutamente democrático sólo el día que uno pudiera levantar la bocina y dirigirse a trescientas o a cincuenta mil personas a la vez. Pues ese día llegó con Internet, que permite a cualquier terrícola enviar una correspondencia a n remitentes, leer a las seis de la mañana toda la gran prensa del mundo (algo que sólo reyes, magnates y grandes potencias podían hacer en la era pre-Internet), abrir su propio periódico o su blog o seleccionar entre millardos de sitios. Internet ha realizado la utopía del todos emisores, y de una conquista así no se vuelve atrás. En el futuro próximo nos tocará luchar para que no se nos confisque ese vital espacio de libertades.

¿Cree, entonces, que también a Internet le han salido gobiernos dictatoriales que pretenden impedir el libro flujo de la información por esa vía?

-El carácter esencialmente libertario, transclasista, transfronterizo, mundializador y democrático de la red ha suscitado al menos tres macro-fenómenos: a) la aparición de piratas y abusadores de todo tipo a los que sólo cabe perseguir (si la venta clandestina de armas, la pedofilia o la apología del nazismo son delitos en la vida real, delitos se quedan en la red); b) las ansias de gobiernos formalmente democráticos de controlar sus contenidos –como lo hacen con la telefonía- so pretexto de luchar contra la criminalidad o el terrorismo, lo que logran sin limitar el uso de Internet pero espiando todo lo que por ella pasa (el caso más impactante es el de la red norteamericana de espionaje Echelon); y c) la imposición de gobiernos no democráticos y temerosos de tanta libertad, que espían como pueden pero sobre todo limitan o filtran brutalmente el uso de Internet (es el caso hoy de quince dictaduras en el mundo, como China, Birmania, Cuba o Corea del Norte).

Déjame advertir aquí que el régimen chavista parece próximo a inclinarse por alguna de las dos últimas variables. Los hechos que por ahora corroboran la hipótesis son los siguientes: 1) un proyecto de ley ante la Asamblea, en el más flagrante estilo cubano, para controlar la presencia de menores en cibercafés, el cual es probablemente un primer ensayo para un posterior sistema de censura a la red en general con pretextos moralistas; y 2) el próximo posicionamiento  en órbita de un satélite venezolano (el viejo Cóndor o Simón Bolívar) para el cual el régimen desechó la tecnología occidental, confiándole su construcción a los chinos, con envío de casi cien informáticos de la Fuerza Armada a China en entrenamiento (lo que induce a sospechar la presencia en él de componentes militares y de espionaje).

Toda la información del mundo

-Volviendo a la palabra escrita, ¿cree que el libro con soporte de papel tiene los días contados y que será sustituido por el e-book; que el futuro, incluso de mediano plazo, será el reino de la imagen y que los escritores quedaremos sólo para hacer guiones?

-Hay un fetichismo del objeto libro, milenario y respetabilísimo, que yo comparto emocionalmente, y todos hemos fibrilado leyendo y viendo en pantalla El nombre de la Rosa, de Eco; pero la razón me dice que el problema –pese al halo romántico que lo rodea- es irrelevante. Si el disco de pasta negra hubiera llevado siglos de existencia, igual lo habríamos fetichizado; la rapidez del progreso no dio tiempo para eso. Lo que hay que salvar a como dé lugar no es el objeto libro, es la operación lectura, ese vertiginoso proceso intelectual de codificación del todo en conceptos y en signos, y de su descodificación en la lectura. Hay que salvarlo como sea, porque es el fundamento de la cultura que nos ha traído hasta los admirables progresos actuales. El propio pensar, creemos hoy, no es otra cosa sino buscar palabras  en la mente. La eventual desaparición del soporte-libro actual, en papel y tinta,  tendrá incluso sus ventajas ecológicas por el ahorro en madera y en contaminación química. El resto es un problema de tecnologías de impresión baratas y caseras en soportes reciclables. Lo fundamental es que sobre los nuevos soportes sigan apareciendo palabras. Pienso que no está lejos el día en que pisando un botón podamos imprimir cada mañana el periódico de nuestra elección, o la última novela de éxito, sobre un facsímil de papel que borraremos cuando queramos. Los escritores tienen seguramente muy larga vida ante sí, y asimismo los periodistas. Yo vengo de la época de las Merghentaler  y de su peligroso olor a plomo. Y cuando irrumpió la electrónica alguien temió que se acabara el periodismo…

-¿Cuánto falta para que todos los habitantes del planeta tengan un teléfono celular (implantado en el dedo índice), un televisor baratísimo, un terminal de Internet y un receptor de e-books?

-Nadie lo sabe. Lo que sí saben quienes se ocupan de estas materias es que la unificación de todos los códigos verbales, visuales y sonoros mediante digitalización conduce indefectiblemente a una sola y misma tecnología de conservación, transmisión y recuperación. En una palabra, a la multimedialidad real y cada día más barata. Ya la estamos comenzando a vivir: desde el PC podemos hoy computar, tratar textos, leer prensa, comunicarnos en forma texto o auditiva, enviar y recibir correos, consultar mediante buscadores tan poderosos como Google, telefonear y oír radio. En un par de años o menos, tendremos además al alcance, siempre en nuestro PC y en los celulares de generación UMTS, casi todas las estaciones TV del mundo, enteras cinematecas a la carta y los millones de libros que desde los E.U. y Europa se están digitalizando para lanzarlos a la red.

Lo que queda por resolver, como siempre, es el componente socio-económico del problema, llenar las espantosas brechas que aún separan, pongamos por ejemplo, el Principado de Mónaco o Dinamarca de Burkina Faso o de Laos en cualquiera de los ámbitos comunicacionales.

-¿Qué falta por inventar en materia de comunicaciones?

-No lo sé. Ellas tienen una constante-límite, la velocidad de la luz. Suponte –estoy inventando algo casi imposible a priori– que Hubble descubra un planeta con vida y habitado por seres inteligentes a apenas quince años-luz de la Tierra. Pues nuestros mensajes se tomarán quince años para ir y quince para volver; una velocidad medieval, de los días de Marco Polo.

¿Y no cabe la posibilidad de crear una máquina que nos desmaterialice en Caracas y, en cosa de segundos, nos rematerialice en la Toscana?

 -Hace unos veinte años, Stephen Hawking, el físico parapléjico famoso por su Breve Historia del Tiempo (1988), demostró la imposibilidad de fabricar la máquina del espacio-tiempo soñada por Wells. ¡Qué pena no poder ir a Fiésole en dos segundos! Dicen, sin embargo, que nunca hay que decir nunca… eppur si muove…Pero estamos hablando del futuro en serio, no hagamos pronósticos.

Revista XXI, 21 de julio de 2006

Un comentario en “Antonio Pasquali y el futuro de las comunicaciones

  1. Como siempre, muy interesante la opinión de Antonio Pasquali. Para quienes amamos la comunicación, cada artículo de este gran conocedor del periodismo nos deja enseñanzas que hacen obligatoria compartirla. Felicitaciones lic. Milagros Socorro por tan maravillosa enrevista.

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