Bájate de esa nube, no serás reina

Milagros Socorro

Todo está perdido. No era cierto que si estudiabas mucho triunfarías. El cuento según el cual si estabas entre los primeros de la clase, si mantenías un promedio sobresaliente, encontrarías un buen trabajo, ahorrarías un par de años y te comprarías una casa bien bonita donde verías crecer a tus hijos, resultó un fiasco. Y lo peor es que ya se descubrió también que la corona de Miss Venezuela era falsa y el público del certamen ha quedado restringido a esa porción de la comunidad gay que adora lo camp (lo teatral, lo exagerado, lo artificioso) y ha optado por mantenerse en el bando contrario del minimalismo propugnado por la veta más sofisticada del contingente homosexual.

Dos promesas han competido en Venezuela desde la inauguración de la democracia: la instalación de un sistema educativo, sólido e incluyente, que inscribiría al país en el grupo de las sociedades modernas y competitivas en un marco de globalización; y la producción a escala casi industrial de reinas de bellezas que garantizarían un liderazgo nacional en ese aspecto del ranking mundial, que no era gran cosa pero consoló a muchos por la insignificancia venezolana y su escasa figuración planetaria.

En el primer objetivo hemos fracasado. La palabra empeñada en hacer de Venezuela un territorio libre de analfabetismo ha resultado hueca, al tiempo que vemos un deterioro de la instrucción en todos los aspectos. De ello se deriva un alto contingente de desempleados que revela una doble tragedia, la de los individuos altamente capacitados que no encuentran plazas para insertarse en el restringido mercado de trabajo y, en el otro extremo, una masa carente de destrezas y de la más elemental formación para obtener un empleo formal.

Queda en el aire, aunque a punto de disolverse, el reto de amontonar coronas por el mérito de las gracias físicas, así como otros países coleccionan medallas olímpicas y premios Nóbel.

 

Visto de manera objetiva, es decir, apelando a las estadísticas, lo que se logró en Venezuela en materia de concursos de belleza es, en verdad, una hazaña; sobre todo si se toma en cuenta la población del país y su secular déficit nutricional y sanitario. Un cálculo de comienzos de esta década ubicaba a Venezuela en el segundo lugar en el cuadro mundial del “puntaje histórico por país”, como dicen los entendidos. Según este directorio, a Venezuela sólo lo antecede Estados Unidos en número de representantes que han ganado los títulos de Miss Universo, Miss Mundo y Miss Internacional, o han integrado los elencos de finalistas y semifinalistas en esos torneos. El tercer puesto corresponde a Inglaterra (que en la actualidad tiene más de 60 millones de habitantes; más del doble que Venezuela), el cuarto a Brasil (con más de 182 millones de habitantes; siete veces más que nosotros); y las posiciones quinta y sexta las ocupan Finlandia y Suecia, sociedades donde no cabe sospechar la existencia de una sola niña pasmada por carencias alimenticias o con piernas torcidas por falta de atención ortopédica.

Venezuela se empinó hasta esa cumbre por razones que deben ser diversas pero hay dos que no están sujetas a especulaciones étnicas o a determinismos geográficos: la primera es el hecho de que aquí se produce un concurso de belleza a ritmo casi diario (porque inclusive las escuelas estimulan una competencia que da un rodeo flagrante a los méritos académicos), lo que implica que las selecciones nacionales, como ocurre en Brasil con los futbolistas, se integran tras una búsqueda de talentos por todo el territorio (dentro de una veta de clase muy acotada, claro está); y el otro factor fundamental es Osmel Sousa, quien se inició en el staff de organizadores del Miss Venezuela en 1969 pero tomó su control en 1981, cuando fue nombrado presidente. A Sousa se le debe la estandarización del modelo físico de las concursantes y la casi obligatoriedad de someterse a la cirugía estética.

Y hubo un tiempo, un par de décadas, podríamos decir, en que la producción en serie de candidatas para las arenas internacionales funcionó a la perfección. Tanto es así que hasta 1998, la venezolana Veruska Ramírez mantuvo el puntaje más alto en la historia del concurso de Miss Universo (9.85), hasta que se lo arrebatóla Miss Rusiade 2002, una policía de 24 años, llamada Oxana Fedorova, quien obtuvo 9.88 puntos y a los cuatro meses dejó la corona tirada en el piso de un hotel y se largó con un mafioso. Alegó que necesitaba tiempo para dedicarse a su tesis de licenciatura o algo así. Lo asombroso es que la calificación más alta en la competencia de entrevista lo conserva Milka Chulina, Miss Venezuela 1993, con 9.843 puntos, al tiempo que el más bajo ha sido para una Miss Irlanda, en 1978 (3.379 puntos).

Desde 1983, las misses venezolanas clasificaron en el Miss Universo, sin excepción… hasta 2003. No era el primer revés tras la época dorada. Desde la llegada del presidente Chávez al poder, se interrumpió la tradición de recibir a la nueva Miss Venezuela en Miraflores. De manera que la última en hacerlo fue Carolina Indriago, la primera reina mulata de Venezuela, quien sí fue recibida por el presidente Caldera en 1998, cuando terminaba su mandato. En un esfuerzo por hacerle carantoñas al Gobierno se celebró el Miss República Bolivariana de Venezuela pero fue inútil. La revolución no está para testas coronadas. Y a nadie le extrañó ni le importó. Ya el concurso había perdido encanto. Ya no tiene seguidores y, fuera de los expertos, llamados missólogos, muy pocos podrían señalar en un conjunto de fotografías cuál es Jacqueline Aguilera, Miss Mundo 1995. Además de que el evento en sí mismo ha pasado al museo del folklor universal como una antigualla aburridísima.

En estos tiempos, para ser recordada y distinguida dentro de un conjunto de rasgos idénticos es preciso alzarse con el título y después engordar veinte kilos, como hizo Alicia Machado en 1996. Convertirse, pues, en la antimiss.

La promesa de convertirse en reina y ser adorada por el país demostró estar hecha de anime. Ahora para triunfar hay que ser como Gustavo Dudamel. Y a eso no se llega con dietas de atún en agua, tortillas de clara de huevo y pestañas postizas.

 

Publicado en la Revista Clímax, noviembre de 2006

 

Un comentario en “Bájate de esa nube, no serás reina

  1. La vi en el «Aló Ciudadano» del día 15 de Marzo, por Globovisión. La felicito por su linea de pensamiento. Reciba un saludo de admiración desde Portugal

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