No ver el desfile / El Nacional, 25 – 04 – 2010

No ver el desfile

 Milagros Socorro

 Hay una película muy promocionada por el gobierno, llamada “La revolución no será televisada”. Algún día la veré. De momento, recortaré el título y lo pegaré aquí para que me sirva de sebucán en cuyo torno tejer mi tesis: la verdad es que la revolución solo es televisada. Fuera de la pantalla, no hay revolución, ni socialismo, ni réplicas de Fidel Castro, ni huellas de Chávez más allá de vallas que la intemperie borronea con implacable tesón.

Fuera de la televisión, la prensa y la radio lo que hay es un país en franca depauperación, como esas casonas que crecieron en medio de la selva y que al ser abandonadas comienzan a derrumbarse, sus cortinas rajadas, los muebles recorridos por plantas parásitas, los pisos cuarteados y los cuadros cubiertos por una capa de polvo.

El fin de semana pasado tuve la inusual experiencia de sustraerme a los medios audiovisuales. Incluso, dejé amontonar los periódicos, porque mi prioridad era resumir la ponencia que debía presentar en uno de esos eventos que retienen a los participantes en un hotel y les llenan la jornada con charlas y conferencias. Nos trasladamos por tierra en una camioneta cuya radio no llegó a encenderse, de manera que toda nuestra atención se concentró en las carreteras deterioradas; en las vías de ferrocarril interrumpidas sin que nadie dé explicación de por qué dejaron de construirse y qué pasó con el presupuesto asignado a la obra; en el inmenso estacionamiento de carros de Venirauto: miles de vehículos que no salen a la venta por razones desconocidas, a pesar de que hay una gran demanda en un país donde, al parecer, se dejó de ensamblar carros (los pocos que llegan provienen de Ecuador). Y, muy vagamente, en las horribles vallas financiadas con los fondos de las alcaldías para mostrar las caras de funcionarios vestidos de rojo. ¿Eso es revolución o simple mal gobierno?

Uno de los conferencistas es Rafael Cadenas, reconocido en el ámbito internacional como uno de los más grandes poetas de la lengua. Habla de la actualidad, habla del país y de su devenir, pero jamás menciona a quien encabeza la cúpula de ineptitud, burocracia y corrupción. No lo nombra. No pronuncia su nombre ni apodo alguno. Su discurso traza un cono de sombras donde el autócrata es disminuido a su justa medida. Borrado. El señor de la palabra, en la actualidad el más grande poeta vivo de Venezuela, opta por no dejar caer una sola a quien desmantela la república, saquea sus recursos y reparte el dinero de la nación.

Como no vemos el desfile del 19 de abril, no tendremos noticias de la desorganización, chapuzas, cursilería e impostación sino después, cuando los comentaristas hagan la reseña encogiéndose de hombros porque qué más podía esperarse de este hatajo de improvisados, refractarios a todo aprendizaje. No vemos los militares, no hay revolución. No vemos a Daniel Ortega y a Raúl Castro en el Panteón, no hay revolución. No vemos los disfraces de la milicia, no hay revolución. No vemos la tarima llena de potentados extranjeros, no hay revolución. Nada de eso está fuera de las pantallas. En la realidad lo que hay es una autocracia depredadora cuyo único objetivo es seguir siéndolo.

De regreso a Caracas, voy al mercado. Sigo sin prestar oídos a los gritos y amenazas (sigo sin revolución). Empujo el carrito por los pasillos. No hay aceite distinto al de oliva ni margarina. Pero hay plantas industriales confiscadas. No hay leche. El gobierno ha perseguido con saña a los ganaderos y hecho todo lo posible por acabar con el agro, al tiempo que ha configurado un grupito autorizado para importar con dólares subsidiados… una leche que terminará en las ventas de buhoneros, quienes burlan el control de precios y esquilman a los más pobres. No hay azúcar. Pero hay unos centrales en manos de insaciables a los que cada año se les arroja mesadas multimillonarias. No hay pollos. No hay café. Curiosamente, escasean las naranjas. El tomate traza un tembloroso titubeo entre los Bs. 28 y los 30. ¿Esto es revolución o es un régimen que ha favorecido otras economías a expensa de nuestro sector productivo y trabajadores?

Solo en la pantalla hay una fiereza, un getón metiendo miedo, unas tropas taconeando. Fuera de ella, hay un pobre país librado a la delincuencia, unos anaqueles en franco vaciamiento, una disidencia que se ríe a gritos del ridículo mandón. Y, sobre todo, un inmenso hartazgo en vías de estallar en flores de esperanza.

 El Nacional, 25 de abril de 2010

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