Entrevista con Patricia Clarembaux

Patricia Clarembaux, autora de “A ese infierno no vuelvo”

 “Los reclusos están a cargo del Estado, pero éste no se ha percatado de ello”

 Milagros Socorro

 -La investigación comenzó en 2006 mientras trabajaba como reportera del diario TalCual –dice Patricia Clarembaux al pedirle que exponga el proceso de investigación y escritura de su libro “’A ese infierno no vuelvo’ Un viaje a las entrañas de las cárceles venezolanas”, publicado por la editorial Punto Cero.

-Allí hice –continúa- la primera entrevista telefónica a un privado de libertad. Su nombre era Cumbia y estaba recluido en El Dorado, en Ciudad Bolívar. Luego, continué llamando a uno y a otro más, hasta que decidí que debía entrar a algún penal a conversar directamente con ellos, a saber cómo viven. Entonces fui al Internado Judicial Rodeo II con un grupo de evangélicos y ex reclusos que se constituyeron en la ONG Liberados en Marcha. Luego, me llamó el periodista Alonso Moleiro, coordinador de la colección Punto Cero, para escribir un libro para su catálogo. Le propuse de inmediato el tema de las cárceles venezolanas.

-¿Cuántos meses duró el trabajo, cuántas entrevistas hizo (más o menos), cuántos penales visitó?, ¿por qué se metió en eso?, ¿cómo lo soportó?

-Moleiro aceptó y comencé la investigación formal, que duró un año, entre entrevistas a expertos, revisión hemerográfica y visitas a seis penales venezolanos: El Rodeo I y II, la Máxima y la Mínima de Tocuyito, La Planta y la Penitenciaría General de Venezuela. En total, hice más de 60 entrevistas a presos, pero sólo incluí en el libro las historias más representativas de la realidad carcelaria. Me metí en este asunto porque desde el principio me conmovió. Es cierto que esos hombres cometieron errores, pero no merecen pagar sus condenas con tanta crueldad. La verdad, no creo que tuve que soportarlo. Al principio tuve mucho miedo, pero luego se transformó en un intercambio de confianzas entre ellos y yo. Ellos cedieron su tiempo, sus secretos, sus espacios y sus historias. Yo condensé sus palabras en un libro.

-¿A qué se refiere cuando dice que “no tuve que soportar”, lo que los presos califican de infierno?

 -Entré acompañada por los muchachos de Liberados en Marcha. Ellos me protegieron y, poco a poco, me fueron enseñando algunos códigos que debía respetar, pues obviamente no estaba en mi territorio. Me enseñaron que la guardia no es amiga de nadie y que para todo hay que pedirle permiso al pran. Con el tiempo me di cuenta de que en las cárceles no hay sólo asesinos, violadores y ladrones, sino personas que a pesar de la crueldad con la que sobreviven, tienen sentimientos. Al final cambié por completo mi percepción del mundo, de la pobreza, de los presos, de las cárceles. Y no es que ahora piense que luego de leer el libro todos deben sentirse igual de movidos que yo, pero creo que es momento de que la sociedad venezolana entienda que la única forma en que un privado de libertad puede volver a la sociedad, es a través de la ayuda que ésta le pueda prestar.

-¿Pudiera explicar cómo es un día de un preso venezolano? ¿Dónde duermen, qué hacen cuando despiertan, adónde van, qué desayunan, cómo es eso de que los reclusos venden cosas dentro del penal para vivir, ¿no están a cargo del Estado?, en qué se pasan el día…

 -La vida de un privado de libertad se basa en la paciencia; y ellos mismos lo dicen. En esperar los miércoles para ver a su mujer; y los fines de semana, para estar con la familia entera. Por lo general, se despiertan muy temprano para el primer conteo de la Guardia Nacional. En el penal les dan comida, pero es tan mala que quienes tienen lo que trae la familia a veces ni la conocen. Hay quienes se niegan a comer lo que dan en el centro de reclusión por la desconfianza que sienten hacia el compañero que lo preparó. Luego transcurren el día entre conversaciones, negocios de droga y armas, escuchar música, vigilar los pabellones y al enemigo. Es cierto que los reclusos están a cargo del Estado, pero el Estado no se ha percatado de ello. No llega a la población penal con programas masivos de educación o trabajo, por lo que muchos se rebuscan con negocios de droga o ventas de comida, chucherías o de sus pinturas dentro del penal. El Estado les ha dado la espalda de tal manera que con sólo ver los espacios donde duermen puede uno darse cuenta de las monumentales dimensiones de la desidia. Son espacios en los que apenas cabe una persona, separados unos de otros por paredes de sábanas, duermen en colchones en el piso y en camas… aquellos que tienen suerte.

-A partir de su observación, ¿qué hace que un hombre sea pran y que otro sea cucaracha? ¿Diría usted que es un asunto físico, psicológico, emocional, de antecedentes familiares?

 – El pran se gana su puesto con sus antecedentes penales y la manera como resuelve las situaciones extremas de vida y muerte, así como los negocios. No todos pueden ser pranes. Según mi observación, un pran es un hombre seguro de sí mismo, pero de más nadie, pues todos quieren cortarle la cabeza para asumir su cargo. Ninguno de los que conocí parecía un hombre invencible, alto, robusto, que inspirara temor a simple vista. Eso sí, tienen historias muy duras, de robos a blindados, de muertos que pesan cuando sale de la prisión, de persecuciones, de escapes de penales, de dominación sobre los directores de los penales donde ha estado recluido, de armas que maneja. El pran es un delincuente de tiempo completo y sin arrepentimientos. También debe ser un hombre a quien le importe que su población esté bien y por eso organiza torneos deportivos y aporta los fondos para que eso sea posible. Esta cualidad la tienen los pranes más reconocidos. Claro que hay otros a quienes no les importa nadie, sólo su negocio. La cucaracha es un muchacho “emproblemado” con medio penal, por lo que tiene las horas contadas. Es un hombre que por su rebeldía se ha ganado el desprecio y ya nadie quiere recibirlo en su celda. Son hombres ajados, flacos y con miradas realmente tristes.

-En su libro usted describe la mayoría de los penales de Venezuela como lugares mugrientos, malolientes y minados de peligros, pero al leer los pasajes descriptivos de la conducta de ciertas autoridades, sus negociados, sus practicas mafiosas, se tiene la impresión de que la institucionalidad vinculada a las cárceles es tan podrida como lo que ocurre en el interior de los muros. ¿Es correcta esta percepción?

 -Es correcta. El Estado perdió las riendas del problema penitenciario y éste se encuentra absolutamente dominado por la población penal. Hay directores de penales que cuentan que debieron abandonar sus cargos porque no pueden plantarse frente al problema y resolver algo si cuando voltean no hay Estado que los apoye. Se encuentran solos tratando de poner fin a las mafias carcelarias y entre lucha y lucha, desisten y renuncian. Las mafias de armas y drogas son más fuertes que un solo hombre. Incluso hay historias de presos que ordenan a los directores el traslado de otros y, entre amenazas de muerte, el director cumple. Son pocas las iniciativas en las que el Estado haya sido exitoso con políticas carcelarias: la orquesta sinfónica penitenciaria es una de ellas.

-¿Qué debe hacerse, desde su perspectiva, para cambiar el sistema penal venezolano?

 -Reforzar iniciativas como la de la orquesta y multiplicarlas. Implementar programas serios de educación y trabajo para los presos. Hacerlos sentir que pueden ser útiles para la sociedad, más allá de sus errores. Creo que debe tomarse en serio a quienes conocen la materia; y, en lugar de cerrar el Instituto Universitario de Estudios Penitenciarios, debe reforzarse con presupuesto y estímulos para quienes deciden hacer del penitenciarismo su carrera. Apoyo además la tesis del profesor Elio Gómez Grillo, cuando dice que las cárceles deberían desaparecer y que el privado de libertad debe ser reeducado, pero en sociedad, sin muros. Lo que pasa es que estas iniciativas funcionarían en un país donde existan realmente políticas de seguridad ciudadana y respeto por los derechos humanos de todos los ciudadanos.

-¿Ha hecho algo el gobierno autoproclamado revolucionario en la década de su hegemonía? ¿Ha habido algún cambio?

 -Hubo una reducción en las cifras de muertos intramuros entre 2007 y 2008. Probablemente se deba a la implementación de iniciativas como la de la orquesta, que motivan al recluso y le hacen olvidar su condición de preso. Pero los cambios no son del todo buenos. La población penal sigue creciendo. En diez años ingresaron a las cárceles ocho mil presos más y se mantienen los porcentajes de 60% de la población procesada y sólo 30% penada. Los primerizos siguen mezclados con delincuentes mayores, así que cuando salen en libertad tienen todo un master en violencia y supervivencia.

-¿Cree usted que su libro contribuirá en algo para hacer menos espantosa la suerte de los hombres que usted menciona en él?

 -No lo sé. Ésa es mi esperanza. Quizás espero mucho, pero creo que es necesario que la sociedad conozca al menos a través de mi libro qué pasa detrás de esos muros. Creo que hace falta apoyar a esas madres que tienen a sus hijos en prisiones venezolanas en la exigencia de que se vele por los derechos humanos de estos hombres equivocados.

El Venezolano, 2008

 

 

4 comentarios en “Entrevista con Patricia Clarembaux

  1. gracias patricia por tu exelente libro por ser tan sincera com tus palabras y tratar de motivar al gobierno venezolano a volver la cara hacia atras y mira que realmente es grave y fuerte el problema carcelario en este pais me alegra saber que alguien ve desde un punto de vista real y sincero que esta no es la manera como un hombre que ah delinquido va a reinsertarse a la sociedad mas bien salen peor muchas veces hay privados que cuando los detuvieron era primera vez que se metia en problemas y cuando sale ya es todo un delincuente y hace de su vida un largo entrar y salir de las carceles como si de su casa se tratase salen a la calle y por farta de apoyo del gobierno vuelven a caer porque falta del gobierno porque no hay en ninguna empresa un puesto para

  2. para emplear a un ex combito la gente no cree muchas en las segundas oprtunidades y mucho menos en que la gente cambiar yo al igual que tu se que si se puede cambiar y puedo dar fe de eso mi esposo tiene 4 años privado de libertad cundo callo alli vivimos los dos los peores momentos de nuestras vidas como muchos otros me imagino pero gracias a dios ya pronto se terminara la pesadilla pues el esta a punto de salir en libertad gracias al nuevo regimen carcelario mi esposo sigui estudiando obviamente no lo estudiaba en la calle pero siguio estudiando hizo cursos de erreria carpinteria manualidades y hoy en dia es el monitor principal de cultura en su penal el modelo nuevo ah rendido sus frutos pero aun tiene muchas pero muchas fallas por ejemplo

  3. que les siguen golpeando no les permiten entrar sus cosas de uso personal al menal y hasta restrigen eldo de comer pues ellos deciden que cantidad de comida pueden pasar o no claro esto varia dependiendo de la guardia de turno y el humor que tengan para el momento pienso en loparticular que asi como hay in nuevo regimen penitenciario tambien deberian crear empresas en las que el mismo gobierno pueda emplearlos cundo les den la libertad

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *