El abismo que no ven

Milagros Socorro Muy estimado presidente de visita en Venezuela, reciba una cordial bienvenida a este país, que como usted bien sabe, ha sido siempre hospitalario para los hermanos latinoamericanos, muy especialmente para los perseguidos por regímenes dictatoriales, quienes en la segunda mitad del siglo XX encontraron en este país cobijo, trabajo, reconocimiento y, en ningún caso, complicidad con las tiranías ni asociación con bandas criminales.

Su presencia entre nosotros nos honra y regocija. Por eso me dirijo a usted en términos de respeto para hacerle ver algunas realidades. Cuento con que tiene usted tanto interés por Venezuela como la democracia de este país demostró por el suyo durante varias décadas. Y no lo abrumaré con lo que ya sabe (estoy segura de que no ignora que por estos lares no tenemos separación de poderes, detentados todos por su dicharachero anfitrión; que desconocemos las cuentas de la República, administradas por el folklórico como si fueran de su propiedad; que el gobierno lo ejerce la clase dirigente más corrupta de América Latina, como acaba de certificar Transparencia Internacional; que los medios de comunicación, -en otros tiempos refugio de importantes periodistas desterrados-, son perseguidos por un régimen que ha ido haciéndose de un entramado de leyes para estrangular las libertades sin molestar las sensibilidades de los “socios continentales”; que el ritual electoral es degradado sistemáticamente por un gobierno militarista, de linaje hundido en la felonía, que no oculta un grosero ventajismo y que humilla a la oposición con prácticas deleznables de las que no escapa el simpaticón de la cara hinchada, dado a insultar, espiar y amenazar a sus críticos).

No nos detendremos en estas menudencias, que usted conoce al dedillo. Están a la vista del mundo. Y quién sabe si, con todos estos datos, usted se regocija de su propio retrato en contraste con el sedicente “hijo” de Fidel Castro. Al lado del primitivo de Venezuela, cualquiera es un estadista, ¿no, picarón?

Vamos a lo que está menos de bulto. Se habrá maravillado usted de la tranquilidad de Caracas, con fama de ser una de las ciudades más convulsas del continente. Bueno que sepa que pocos días antes de su arribo, el ocurrente declaró el viernes 2 diciembre día no laborable para el sector público, lo que no impidió que sus policías se arrojaran desde el miércoles sobre los comerciantes de varios sectores céntricos de la capital para obligarlos a cerrar sus establecimientos. Desde luego, todos lo hicieron: les sale menos oneroso que la expropiación e invasión por parte de un funcionario valido de la revolución.

Habrá notado el despliegue de seguridad que zumba a su alrededor como un enjambre tranquilizador. Para protegerle a usted y a su comitiva, el gobierno ha dejado inerme la ciudadanía de un país donde se cometieron 420 homicidios en las primeras tres semanas de noviembre (tenemos una media diaria de 15,4 homicidios). Esto indica que mientras dure la cumbre, entre viernes y sábado, tendremos en Caracas, por lo menos, 10 secuestros y 32 asesinatos. El virtual estado de sitio solo beneficiará a los participantes en la cumbre: en la zona 7 del barrio José Félix Ribas, donde el pasado fin de semana hubo un triple homicidio, el operativo no se sentirá. Tampoco en la zona llamada Cementerio o en la Cumbre de Antímano, donde también hubo sendos casos con tres víctimas mortales.

Claro que tampoco experimentarán la sequía que desde hace más de cuatro meses castiga a los habitantes de Playa Grande, justo al lado del lugar por donde usted llegó al país. Ni verán el estado deplorable de las instalaciones del aeropuerto de Maiquetía, pues fueron recibidos en la mimada rampa presidencial.

Hospedados, como corresponde, en lujosos hoteles, no se enteran de que esta semana se cumplió un año del decreto gubernamental que ordenó la ocupación de hoteles por parte de damnificados (por lluvias). Pero, para que se lleven un souvenir del parque temático revolucionario en que ha desbarrado Venezuela: los propietarios dicen que las pérdidas ascienden a 625 millones de bolívares y que no han recibido ni esperanzas de un pronto desalojo de los 170 hoteles invadidos.

Desde la cumbre, donde usted se codea con tiranos de más de medio siglo, como los opresores de Cuba, no se ven estos y otros abismos reservados al pueblo venezolano.

 

El Nacional, 4 de diciembre de 2011

3 comentarios en “El abismo que no ven

  1. Que absurdo, estás tratando de hacer5 que alguien crea eso?? Ufff. Tu país es alguien en el mudno gracias a Chávez, antes de él nadie hablaba de Venezuela. Ahora Venezuela es el país que se enfrenta a la hegemonía norteamericana y gracias a la gestión de Chávez las mejoras económicas son palpables, para el pueblo clara, la minoría pudiente que tiene una fortuna a costa de las riquezas nacionales no se pueden sentir bien, je, gracias a dios. Ya habían disfrutado demaciado con lo que no es suyo.

    1. Que fácil es opinar desde el extranjero sobre la situación en Venezuela. Lo mismo hacen los «socialistas» en España y Europa en general.
      Vivir en Vzla es muy distinto a enterarse por los medio de comunicación e Internet de la situación que se vive dentro del país.
      La supuesta minoría pudiente sigue siendo minoría y cada vez son menos. En Venezuela se quiere que todos seamos iguales, es cierto, igual de pobres, todos.

      Saludos… Desde Caracas.

      P.D.: Más respeto a la señora Socorro. En Venezuela no se tutea a quien no se conoce, es una mínima norma de cortesía.

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