Un lío por idiotas

 Milagros Socorro

Que la lactancia materna es lo más adecuado para el recién nacido y que tiene mil ventajas sobre las fórmulas, es asunto que no admite discusión. No hay, ni siquiera, el más leve ánimo de ir contra esta certeza, que goza de aceptación unánime. Y, sin embargo, el régimen autoritario acaba de incentivar un episodio de crispación innecesaria al anunciar el proyecto de reforma a la Ley de Lactancia Materna.

El primer motivo de malestar es la reforma en sí misma, puesto que ya contamos con la Ley de Promoción y Protección de la Lactancia Materna, publicada en Gaceta Oficial Nº 38.763 del 6 de septiembre de 2007, cuyo defecto no es el contenido sino sus repetidas violaciones, sobre todo por parte del Estado. De manera que, antes de procurar una reforma, el legislador ha debido examinar la norma vigente y cotejar con las prácticas al uso. Por ese camino se habría llegado muy fácilmente a la conclusión de que esa ley del 2007 está llena de buenas intenciones, incluso de reglas de imprescindible observación… que, sin embargo, el gobierno es el primero en desacatar.

Por ejemplo, el Artículo 7 establece que “El personal de los centros de salud públicos y privados responsable del cuidado y atención de las madres, los padres y sus hijos lactantes debe: 2) Alentar y ayudar a las madres a iniciar la lactancia materna inmediatamente en la primera media hora después del parto”. Esta previsión es fundamental, puesto que si el bebé recibe alimentación de un tetero antes de pegarse al pecho, puede sufrir lo que los especialistas llaman “confusión de pezones”, cosa que dificulta la succión al seno materno, imprescindible para que la leche fluya. El punto es que el Estado, los centros de salud, toda la institucionalidad debe garantizar que el recién nacido no se distraiga con tetinas ni chupones, sino que mame de su madre desde el primer momento. ¿Esto se cumple? No.

El Artículo 22 dispone que: “En situaciones de emergencia y desastres debe asegurarse la lactancia materna como medio idóneo para garantizar la vida, salud y desarrollo integral de los niños y niñas. En estos casos, debe garantizarse espacios adecuados para facilitar el amamantamiento oportuno”. Los albergues organizados (esto es un decir) por el Gobierno para archivar a damnificados y sin-techo, ¿cuentan con la facilidad fijada en la ley?

La ley del 2007 no contó nunca con un reglamento, de allí que ahora se proceda a hacer una reforma cuyo principal objetivo es asediar las estrategias de promoción inadecuada de las industrias de fórmulas, en lo que se sigue incurriendo con efectos perjudiciales para la población.

Pero, en vez de contribuir a la difusión de las ventajas de la lactancia materna (deber que consta en la ley); en lugar de explicar, con responsabilidad y sencillez, que la lucha es contra la comercialización a troche y moche de sucedáneos de la leche materna, a la diputada Odalis Monzón no se le ocurrió nada mejor que decir que la reforma a la ley contemplaría “la prohibición del uso de teteros”. Y al carajo, pues.

La ley es necesaria. El gobierno está en mora en este sentido. Pero al referirse a ella, la diputada pesuvista responde a los reflejos de la revolución, para la cual la sociedad no debe ser persuadida; las partes afectadas (como son el sector patronal y las centrales sindicales) no tienen por qué ser consultadas. Nadie tiene por qué ser informado y convencido. No tiene por qué propenderse al consenso y la mutua colaboración, porque la revolución es fuerza, imposición, avasallamiento. Para el régimen el otro no tiene por qué ser llamado a consejo sino reducido “a polvo cósmico”, como decía Chávez. Para la revolución, los legislador no representan al pueblo sino que lo arrean y, por tanto, no tienen con comparecer ante él a exponer las leyes y su argumentación.

En alarde de torpeza y autoritarismo, la diputada se limitó a aludir a las medidas coercitivas que contempla la ley; y, además, a decirlo a los trancazos, sin modulaciones ni precisiones, sin molestarse en explicarla (y, cabe sospechar, tampoco en entenderla).

Como siempre, tuvieron que salir los remendadores de capote a limar por aquí, a desmentir por allá, a quitarle hierros más allá. Y se perdió la oportunidad de ganar al país para la lucha por la lactancia materna, un cometido crucial, con el que ganaremos todos.

 

Publicado en El Carabobeño, el 19 de junio de 2013

 

 

 

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